viernes, 14 de marzo de 2014

Rømskog Spa & Resort 2

     

     Empecé a volar tarde, no tanto como mi madre, pero tarde; con 30 años tomé mi primer avión y crucé medio mundo hasta aterrizar en Katmandú. Recuerdo que, nada más despegar de El Prat, el avión se inclinó para girar rumbo a Alemania, y al mirar por la ventanilla vi el mar muy cerca. Desconocía que esa era la maniobra necesaria para girar en el aire. No me recuerdo especialmente nervioso. Pensé que no podía ser que apenas llevase dos minutos en el aire y aquel aparato fuera a caerse, y como vi que el resto del pasaje no se inquietaba, seguí ojeando la revista de la Lufthansa.
    Después he tomado un buen puñado de aviones, he tenido algún vuelo movidito a Bilbao y algún aterrizaje violento en Málaga. No me hacía mucha gracia volar, y siempre que era posible tomar otra opción, la prefería. Pero, tampoco puedo decir que tenga pánico a los aviones. Durante una época, cuando tenía que volar un mínimo de dos o tres veces por mes, hasta llegué a acostumbrarme; pero nunca tanto como Nathaly que siempre consigue quedarse dormida antes del despegue.

     Ahora sí tengo que confesar que me he vuelto mucho más miedoso. Esta Navidad, volando a Málaga, tuvimos turbulencias y lo pase mal. La primera vez que volé en helicóptero, al final de un vuelo tranquilo, al piloto le dio por hacer una broma: de repente el aparato se aceleró y pareció acercarse mucho más de lo necesario a la casa del piloto, donde estaban su mujer y unos amigos esperando que aterrizásemos. Instintivamente le solté un codazo tremendo y en un inglés nervioso y más acelerado que el helicóptero,  le pregunté si necesitaba algo. Nathaly estaba sentada en la parte trasera y se reía. Obviamente ella había entendido la broma y yo no. Además, maldita la gracia y vaya mierda de humor noruego. Me bajé del aparato con las piernas todavía temblando, echando puteadas contra el piloto y casi jurando no volver a volar en esos aparatitos. Durante el momento de pánico, cuando creía que nos íbamos a estrellar, sólo pensaba en Erik y Kevin y en lo tonta que había sido la idea de que Nathaly también subiese al helicóptero.

     Pero el caso es que, por trabajo, he tenido que repetir la experiencia un par de veces más, obviamente con otro piloto. Por suerte los vuelos fueron agradables, plácidos, tranquilos y sin estupideces de última hora. Decidí que Roar sería a partir de ese momento mi piloto de confianza.

     Desde que terminamos el primer vídeo de Rømskog Spa sabía que en verano me tocaría volver a volar, obviamente le pedí a Nathaly que hablase con Roar; pero, para mi desgracia, mi piloto estaba de vacaciones en España el día señalado para la grabación. Amablemente me recomendó a un compañero suyo. Seguro que mis familiares y amigos íntimos pueden entender los motivos de mi preocupación, sólo tienen que pensar un poco en ellos mismos: seguro que tienen un médico, un carnicero, un abogado... de confianza, y a que jode cuando de repente no está y tenemos que confiar en uno nuevo, por muy recomendado que venga.

     Así llegó la tarde de rodaje y me tocó volar durante una hora y media con un desconocido. Además del vídeo del hotel, tenía que grabar para tres vídeos más en la kommuna de Rømskog. La idea de unir los dos proyectos había sido mía: mis clientes ahorraban presupuesto y yo me evitaba un vuelo más.
     El piloto resultó simpático y profesional, pero no era mi piloto de confianza. Roar ya sabe que tiene que ir un poco más lento cuando saco la cámara por la ventanilla, sabe como aproximarse o dar vueltas en círculo sobre el objetivo y, sobre todo, sabe que no me gusta que el dichoso aparato se embale aunque ya hayamos terminado de grabar.

     El helicóptero despega y veo como Nahtaly y Matías se quedan en tierra. Paso hora y media grabando y como loco por aterrizar, darle un beso a Nathaly y un montón de achuchones a mi churumbel.

   




     Nathaly y Matías, durante la espera, han disfrutado de las comodidades y atenciones del hotel. Mucho más tranquilo y feliz, veo alejarse el helicóptero, le doy un beso a Nathaly un montón de achuchones a mi churumbel, le hago su primera foto junto a la cámara de papá y disfrutamos de una buena comida, junto a los alcaldes de Rømskog, en la terraza del hotel.

     Todo ha ido perfecto, pero igual tengo que hablar con Roar para que la próxima vez coordinemos mejor el tema de sus vacaciones en España.





     Entre las vacaciones, las indecisiones del cliente y que el vídeo no era necesario hasta que la nieve hubiese desaparecido, terminar definitivamente el vídeo tomó un poco más tiempo de la cuenta. Por fin está listo, la gente del hotel feliz con el resultado y  esperando que sirva para promocionar Rømskog Spa & Resort.


                       
                                


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