miércoles, 30 de julio de 2014

La telera



     Todo aquel que haya vivido, o al menos pasado una buena temporada fuera de casa, estoy seguro coincidirá conmigo cuando afirmo que uno se acostumbra a todo. Es innegable que se echan de menos muchas cosas pero, más pronto que tarde, nos hacemos a la idea de que aquellas pequeñas cosas que formaban parte de nuestra rutina ya no están.
     Una de esas pequeñas cosas que más echo en falta es el pan, y para ser más exactos: el pan de telera.  Los dos panes que más, más, más me han gustado en mi vida son: el pan de cantos de mi pueblo y la telera de Córdoba. El primero está asociado a mi infancia, a las comidas de invierno bien arrimados al brasero y a los meses de verano en los que el tiempo parecía infinito; la segunda está presente en toda mi vida. Comparten, el pan de cantos de mi pueblo y la telera, la corteza firme y dorada, el corte preciso que ayuda a la cocción y la miga abundante, blanquísima, fina y densa.
     Erik no ha tenido la oportunidad de probar el pan de cantos de mi pueblo -hace tantos años que no vamos a comprar pan donde la hornera-, pero coincide plenamente conmigo en mi admiración por la telera.

     Cuando Matías cumplió seis meses le dimos esta telerita. Era muy pequeño y apenas la mordisqueo un poco. La dejó en tan perfecto estado que aún la conservamos de recuerdo. Seguro que en próximos regresos a Córdoba, cuando vuelva a probarla, se come un buen trozo y aprende a decir "telera".





     Hace años, rodando por Cataluña, descubrí que una cámara al hombro es una llave maestra capaz de abrir muchas puertas. La pasada Navidad, pocas noches antes de volar de regreso a Noruega, pasé una noche en compañía de los panaderos de La Catalana. A pesar del sueño, fueron unas horas muy agradables aprendiendo como se hace el pan, viendo cómo un puñado de harina y agua toma forma hasta convertirse en un una telera. Fue un placer verles trabajar. En su modo de hacer hay cariño y maestría. Me decía uno de ellos que "parece que lo hace uno, así, sin mérito, pero to el mundo no sabe cortar". Cierto. Desde aquí les agradezco el tiempo que me dedicaron y la ilusión con la que me enseñaron su oficio.

 
                       
                            


     En torno a las 7 de la mañana salí del obrador, caía una suave llovizna que a penas molestaba, no hacía frío. De mi mano colgaba una bolsa enorme de pan recién salido del horno.



martes, 29 de julio de 2014

Las cuatro estaciones

     

     Terminadas las vacaciones, reabro este cuaderno virtual para contarte cómo fue el día de tu primer cumpleaños. Ya sé que el título que le he puesto al capítulo parece no tener nada que ver con la celebración de una fiesta de cumpleaños, pero si, cuando tengas edad para leer, tienes paciencia y llegas al final del capítulo descubrirás porqué lo he llamado así.

     Para que no quepa duda de que este capítulo habla de tu primer cumpleaños, aquí va la foto en la que parece que estás soplando la vela. Seguro que el año que viene, cuando la tarta tenga dos velas, ya eres capaz de soplarlas tu solito.




   
    El día de tu cumpleaños madrugué un poco y subí al cuartillo de la azotea para grabarte un mensaje en vídeo. Cuando bajé mamá y tú ya estabais despiertos. Como naciste a las 17.45 no te dimos las felicidades por la mañana. Despertamos a tus hermanos y nos fuimos a desayunar a San Pedro. En la Plaza de la Corredera se nos unió tu abuela Matilde y allí compramos parte del menú. Después tu hermano Kevin y la abuela se fueron al taller para terminar una capa que Kevin necesitaba para la noche. Erik, mamá y yo nos fuimos al Corte Inglés para comparte los ingredientes de la tarta y un molde. Camino a casa el calor no era tan intenso y el momento de hacer comida en nuestra pequeña cocina cordobesa sin aire acondicionado no fue terrible.

     Para tu cumpleaños elegimos un menú en el que estuvieran los platos que más le gustan a cada uno: para empezar lomo y queso fresco, salmorejo para mamá, croquetas para Erik y flamenquines para mí. Teníamos también un kilo de almejas para Kevin, pero nos pareció tanta comida que, con su aprobación, decidimos dejarlas para otro día. Acompañamos la comida con buen pan de telera. Tú te comiste un montón de palillos y probaste el pan con salmorejo. De postre tomamos fruta, ahora no consigo recordar si fue sandía o melón.

     Pero antes de cocinar la comida, mamá te hizo tu tarta. Estando en Córdoba podríamos haberla comprado ya hecha de cualquier pastelería, incluso podríamos habérsela encargado a la prima Lidia y haberla recogido en Lucena. De haber estado en Bjørkelangen podríamos haberle pedido a tu tante Gissella que te la hiciese ella. Pero estando donde aquí o allá, nuestro deseo era y es hacértela nosotros mismos. Puede que no quede como los otras (en aspecto te aseguro que las de la prima o la tante nos ganan por goleada) pero nos hace ilusión que el día de tu cumple soples las velas en la tarde de mamá y papá. Además, prometemos ir aprendiendo y mejorando cada año.

     Tu primera tarta fue de chocolate con relleno de mermelada de piña y cobertura de chocolate negro; adornada con mini nubecitas y crema de vainilla. Te prometo que estaba buenísima.




     Cumples años cada 5 de julio, ese día es especial para nosotros porque ese día recordamos el momento de tu nacimiento, casi minuto a minuto recordamos como amanecimos, como corrimos, como llegamos al hospital, tus latidos, el paseo por el Metro, la casa de tu abuela Teresa, Mariló en la tele, otra vez el hospital y ahora sí... Lo recordamos todo y cada año lo celebraremos el 5 de julio.
     Este año tocó en Córdoba, otros años tocarán en Bjørkelangen y quizá alguno nos pille en un destino exótico. Nos pille donde nos pille, toda la familia está invitada ese día tan especial a casa. Ojalá que toda la familia que esté lejos, aquí o allá, recuerde la fecha y te llame por teléfono para charlar un rato contigo.
     Tengo que reconocerte que esta obsesión por la fecha es mía, mamá no le da tanta importancia. Para mí no es importante la fiesta, de hecho pienso que una fiesta celebrada otra día, puede ser una buena fiesta, pero no es tu fiesta de cumpleaños. Tampoco pienso que lo más importante tengan que ser los regalos -después te cuento los que te llegaron en este cumpleaños-. Para mí lo importante es que cada 5 de julio estemos juntos mamá, tus hermanos y yo para acompañarte, para recordar y celebrar. A veces celebraremos aquí, a veces en Córdoba, unas veces en la intimidad, otras rodeados de abuelas, tíos, tías y primos y amigos; pero celebremos donde celebremos lo importante es que cada 5 de julio sea un día diferente y especial para ti, un día para esperar con ilusión el resto del año. Ojalá que mamá y yo sepamos hacerlo bien.

     Los regalos son importante en la medida de la ilusión que pone la persona que los hace. La medida del valor de un regalo de cumpleaños nunca puede ser económica. Ojalá que los regalos de cumpleaños que vayas recibiendo en tu vida sean hechos con ilusión y pensando en ti, juguetes que te ayuden a crecer, libros, muchos libros, juegos que te inviten a preguntarte cosas, regalos que te ayuden a ser buena persona, Dios te libre de los regalos rutinarios, Dios te libre de los sobrecitos con dinero. Ojalá que sepas recibirlos con la misma ilusión y cariño con la que se te entregan. Ojalá no pierdas nunca la capacidad de asombro y sepas agradecer por igual un bonito pijama que un juguete.
     Seguro que todavía te faltan algunos regalos por recibir este año. Hasta ahora tu tito-padrino Jose te regaló un pantalón vaquero y una camisa, la abuela Matilde una preciosa edición de Platero y yo, tu abuela Teresa un disfraz de pollo, una edición infantil de El Principito y tu primer juego de construcción, camuflado en una gran seta de colores. Mamá y yo, este año, sólo te hemos regalado un CD de Los payasos de la tele. Ya ves que es verdad eso de los regalos no son para nosotros lo más importante.



         
     Me toca, por último, explicarte el porqué del título de este capítulo. Cumples un año y también 12 meses. Como cada vez que cumples un mes quiero regalarte una canción. Ésta, por ser la de una fecha especial, tenía que ser también una muy especial.
     Las cuatro estaciones de Vivaldi y también las de Piazzolla son piezas musicales que han sido siempre muy especiales para mí. Tanto que siempre las he asociado a las etapas de la vida y también a las etapas del amor. Tanto que algún día, cuando me vea capaz de no hacer una basura, escribiré un guión inspirado en ellas.
     Naciste el 5 de julio, pero tu viaje empezó unos meses antes. Una noche, después de un concierto en el Palau de la Música Catalana, después de escuchar Las cuatros estaciones de Vivaldi, supe con seguridad que habías empezado a recorrer el camino a casa, porque los sueños se cumplen, porque me encanta que los planes salgan bien, porque Dios y la Virgen nunca nos fallan y porque si algo no sale bien es porque no es el final.

     Feliz cumpleaños pequeño Matías, chiquitín nuestro.