miércoles, 30 de diciembre de 2015

Feliz Navidad


     Día 24. Amanece un día feo, no desapacible, la temperatura no es demasiado baja (7 grados) y la lluvia  es un chirimiri que apenas molesta, pero el día está feo
Mamá se va a la farmacia y Matías y yo nos quedamos viendo una producción musical, quizá de los años 70, quizá de un país de la Europa del Este, del cuento del lobo y las cabritas. Nathaly, antes de salir para la farmacia, nos dice que es un clásico de las Navidades noruegas que veremos cada 24 de diciembre en NRK (el equivalente a TVE-1).

      Terminado el cuento, la programación especial del día 24 continúa con un concierto de coros de niños en una espectacular iglesia, supongo que del norte de Noruega. Matías se aburre pronto y me pide ver Gru y los Minions. Cuando termina la película tengo el tiempo justo para ponerle su trajecito noruego y llevarlo a misa. La operación deviene mucho más complicada de lo esperado porque, con el día tan feo que nos muestra la ventana del salón, a Matías no le apetece nada salir a la calle. Con bastante esfuerzo consigo terminar de vestirlo y sentarlo en el coche.

     La lluvia es un poco más intensa cuando llegamos a la iglesia. En el interior saludo a Dag, el padre de un amigo de Erik y uno de los protagonistas de mi documental, y busco un lugar de fácil huída en el caso de que Matías no tenga el día tranquilo. Mis temores se confirman y después de unos minutos de calma, supongo que por lo imponente del lugar, por el sonido de las campanas y por la primera canción; Matías decide que él también puede chillar al tiempo que la sacerdote habla, querer correr por el alfombrado pasillo de la iglesia del pueblo, tirarse al suelo o quitarme, arrugar y empezar a romper el papelito donde vienen escritas las respuestas, los salmos y las canciones; sin el cual cualquier intento mío por seguir la misa es absolutamente inútil. No queda más remedio que una elegante retirada. Sin embargo, en la puerta somos interceptados por varios conocidos que nos sonríen y que se acercan con libros infantiles, un leoncito de juguete y lápices de colores para que Matías se entretenga jugando en el suelo y yo pueda continuar en la iglesia. Gran problema: el famoso papelito ha quedado abandonado en el banco del que salimos en elegante retirada. Al terminar la misa nos acercamos a mirar el Belén. Fuera sigue lloviendo. Varios conocidos me dicen que tengo un niño fantástico. Aunque hoy se portó regular tirando a mal, les sonrío y les digo que estoy de acuerdo con ellos. Un hombre, desconocido, se me acerca, me saluda efusivamente, me cuenta que fue misionero en África y que tiene un montón de nietos. Estoy muy feliz de haberle entendido todo y haberle podido decir un par de cosas en Noruego.


   

     Al regresar a casa, Nathaly y los niños ya nos están esperando. Tenemos tiempo suficiente para descansar un rato, ducharnos y vestirnos con tranquilidad antes de ir a casa de Gissella pero, al final como es normal, el tiempo se nos hecha encima y después de hacer nuestro tradicional "posado de Navidad" salimos con siete minutos de retraso sobre el horario previsto.




     Exactamente con los mismos minutos de retraso con los que salimos, llegamos a casa de Gissella después de conducir una hora en una tarde-noche de poco frío para la época, sin nieve y con una fina lluvia que apenas molesta.
     En casa de Gissella está todo listo. La decoración navideña abunda y el árbol termina inundado de paquetes de brillantes colores. Gløgg de aperitivo y para cenar las más típica "julemat" posible: ribbe y pinnekjøtt acompañadas de sus correspondientes salsas y patatas cocidas, de postre arroz con leche y un surtido de galletas y pastas noruegas animado por la compañía de algunos mantecados y barritas de turrón duro que Teresa y Gissella trajeron de Murcia. Mi única aportación a esta cena de Nochebuena es una botella de dos litros de un correcto vino italiano que se queda sin abrir porque a nadie le apetece vino para cenar y yo odio beber solo.

     El momento "entrega de regalos" abre un extenso paréntesis entre los momentos "cena" y "postres". Matías, el invitado más pequeño, es hoy, junto a Kevin y William, el encargado de entregar los paquetes. Y Matías cumple con su función divinamente: se acerca al árbol de Navidad, selecciona un paquete y se lo entrega a Kevin y William, ellos le indican quien es el destinatario y Matías se lo acerca y permanece a su lado (a veces incluso intenta echar una mano en el proceso de desenvolver las elaborados y llamativos envoltorios); y termina soltando un expresivo "uhhhhhh" cuando, por fin, el contenido es liberado y el destinatario muestra orgulloso su regalo. Y obviamente, Matías es el más feliz y el más orgulloso mostrando sus regalos cuando le toca su turno: un piano para tocar con los pies, varios Minions, una mochila (también de los Minions) y un peluche de Fantorangen

     Yo, que no tengo la costumbre, ni la tradición, ni me hace especial gracia lo de los regalos en Nochebuena; tengo que reconocer que este año he salido muy bien parado: una bonita camisa, un bonito jersey, una fantástica "Minipimer", y una maravillosa sartén profesional en la que no se pega nada de nada. Pero el mejor regalo de la noche, sin duda, fue la sorpresa que, escrita en unos nuevos y elegantes calcetines grises, me dio Nathaly: el 24 de enero viajamos a Córdoba por una semana completa. También escrito en unos nuevos y elegantes calcetines, esta vez negros, me llegó un segundo regalo: un abono a La Liga en Viasat sport por 6 meses. Este segundo regalo, por motivos que más abajo señalaré y ajenos totalmente a la voluntad de Nathaly, se vio frustrado dos días después.

     Justo es señalar que, en el extenso paréntesis que abrió en la noche el momento "entrega de regalos", Nathaly decidió acompañarme y, por fin, la enorme botella de un correcto vino italiano fue abierta y pude disfrutar de un par de copas antes de irnos a dormir.

     A la mañana siguiente, Nathaly, Matías, Teresa y yo, acostumbrados a no dormir más allá de las 8 de la mañana, somos los primeros en despertar. Poco a poco vamos invadiendo un salón lleno de colchones y familiares menos acostumbrados a madrugar también en día festivo, hasta conseguir hacernos un hueco en el sofá, provocar la huída sonámbula de unos pocos hacia los dormitorios que hemos dejado libres, y empezar a preparar el desayuno.
     El día de Navidad es típico en Noruega comer los restos de la cena de Nochebuena para desayunar. Yo opto por una modesta tostada con mantequilla y mi café. El desayuno transcurre perezoso, de a poco se van sumando niños a la mesa hasta que, cerca de las doce del mediodía, lo damos por concluido y empezamos con la operación de recolectar regalos y abrigos, cargarlo todo en el coche, despedirnos, agradecer la invitación, las atenciones, la comida y los regalos, y poner, en una soleada mañana de Navidad, rumbo a Bjørkelangen.


   

     Es tradicional en Noruega encontrar al despertar el regalo que el "Nisse" dejó en el salón mientras dormíamos la noche de Nochebuena. Nuestro "Nisse" ha sido bueno con todos y a todos nos ha dejado regalos. El más espectacular ha sido el tractor que le ha dejado a Matías. Un tractor precioso pero con un manual de montaje bastante confuso que sólo Nathaly ha sido capaz de interpretar correctamente mientras yo me dedicaba a preparar un nuevo festín de la más tradicional "julemat" noruega.
     El día 26 amanece frío pero con un Sol precioso. Apetece salir a disfrutarlo y estrenar los regalos.
Tenía previsto empezar a disfrutar de mi suscripción a Viasat sport hoy mismo pero, tras comprobar ayer que los canales no están sintonizados automáticamente como le dijeron a Nathaly y después de que hoy llamáramos a Viasat, hemos recibido la mala noticia y la disculpa correspondiente porque el empleado que le vendió a Nathaly la suscripción desconocía que nuestro pueblo no está en la frecuencia apta para recibir la señal.


   

     El domingo 27 celebramos la última gran comida familiar de estas Navidades. Waleska y Terje tienen por costumbre invitar a toda la familia a su casa para entregar los regalos pendientes y volver a comer "julemat" (en esta ocasión aparecen algunas innovaciones en forma de ensaladas que ayudan a hacer más digerible el hartazgo de "ribbe" que ya evidenciamos en este momento de las fiestas navideñas). Hoy Matías ya no es el más pequeño de la fiesta. Tiene un primo segundo de apenas dos meses al que, después de mirarlo un momento y tomarnos de las manos a Nathaly y a mí para dejar claro que somos sus padres; no termina prestando mucha atención. Somos más y los niños han crecido, la enorme mesa de Waleska y Terje se está empezando a quedar pequeña.




     Entre unas cosas y otras el último acto de esta Navidad se fue retrasando hasta la noche de hoy, miércoles 30 de diciembre. Durante los ocho años que llevo ya viendo en Bjørkelangen sólo he podido pasar una Navidad y media en Córdoba. La entera fue hace dos años con motivo del bautizo de Matías. La media fue hace algunos años más: el día 24 de diciembre a primera hora de la mañana Nathaly y yo dábamos una cabezadita en el aeropuerto de Gardemoen esperando la salida de nuestro avión con destino a Bruselas. Durante días habíamos sufrido viendo como un furibundo temporal de frío y nieve provocaba la cancelación de multitud de vuelos con destinos de centro Europa. Sería más o menos las 6 de la mañana cuando empezábamos a respirar tranquilos después de facturar nuestro equipaje y ver en la puerta de nuestro avión que el vuelo estaba anunciado para la hora prevista. Faltando poco más de media hora para embarcar se anunció por megafonía que debíamos desandar el camino y volver al mostrador de facturación donde recibiríamos más información. De golpe toda la ilusión y los planes que había hecho para esa Nochebuena de regreso a casa se estrellaron contra el suelo helado de un aeropuerto. Pasamos horas haciendo cola ante el mostrador de Bruselas Airlines hasta que llegó nuestro turno y la opción que nos ofrecían para llegar a Málaga pasaba por Berlín y tenía como hora prevista de llegada alrededor de las doce de la madrugada. Llamé a mi hermano para preguntarle sí podría venir a recogernos. Me contestó que por supuesto y que no importaba que celebraríamos la Nochebuena a partir de las dos de la mañana. Nathaly intentó buscar otras alternativas y en la SAS nos advirtieron de que tomar la opción que nos daba Bruselas Airlines significaría, sin duda, pasar la noche en Berlín porque ellos estaban seguros de que desde el Aeropuerto de Berlín no estaban despegando aviones ya que el problema era la falta del líquido anticongelante imprescindible para volar en estas fechas. La SAS podía ofrecernos un vuelo para ese mismo día, directo a Málaga, pero sólo tenían asientos libres en clase Business y el precio era sensatamente inasumible. Por momentos pensé que el viaje se había terminado antes de empezar y reconozco que me puse a llorar. Finalmente Nathaly consiguió billetes para el día siguiente con la compañía Norwegian a un precio razonable. Cansados, muy cansados, regresamos a casa, dormimos un rato en el sofá y tuvimos una modesta cena de Nochebuena los dos solos. Esa noche vimos la película Feliz Navidad. A la mañana siguiente volábamos a Málaga para celebrar una cena de Nochebuena en el día de Navidad.





     Por el recuerdo de aquella Navidad y porque la película cuenta un episodio real de la Primera Guerra Mundial, el tema que durante los últimos meses he estado estudiando "por libre" quería cerrar con ella el ciclo de cine navideño de este año. Erik estaba interesado en verla pero al final no encontramos el momento para hacerlo juntos (cosas del tener novia, estudios, trabajo y dos casas). 
     Hoy he vuelto a llorar con alguna de sus escenas: en parte por el recuerdo de aquella odisea en el aeropuerto de Gardemoen y en parte por el dolor que causa saber lo estúpidos y crueles que llegan a ser los poderosos y todo lo bueno que tiene en común la mayoría de buena gente que habita este planeta y como la universalidad de sus sentimientos, todo lo que nos une, todo lo que nos hace esencialmente iguales no es capaz de imponerse al egoísmo económico, al ansia de poder, al afán de conquista y al orgullo patriotero de unos pocos, los menos, los más poderosos. 

     Película imprescindible que seguro más de un familiar o amigo íntimo ha visto. 


                         


miércoles, 23 de diciembre de 2015

Love Actually


     Al día de hoy se le conoce en Noruega como "lille Julaften" que, traducido no muy literalmente, viene a querer decir: víspera de Navidad. Es tradición en esta noche previa a nuestra Nochebuena preparar un arroz con leche de Navidad (Julgrøt) y comerlo en familia. El año pasado lo mi madre se empeñó en cocinarlo a su manera y estuvo más de hora y media dándole a la cuchara de palo. Mi plan para este año era seguir la receta de Juan Mari Arzak, pero al leer que precisa de dos horas y media de cocción, inmediatamente abandono la idea original y devuelvo el libro del gran Arzak a su hueco en el mueble de la cocina y opto por una versión más rápida de la receta. Como la foto de abajo demuestra al final la Julgrøt me ha quedado de escándalo. 




     La Navidad, desde hace ya muchos años, llega acompañada de una nube de tristeza y melancolía que a ratos me empaña la vista. Porque hace tan solo unas semanas pasamos unos días en Londres y porque el recuerdo que tengo de esta película es algo así como una inyección de buen rollo, desde hace tiempo tengo elegida Love Actually para la víspera de Nochebuena de este año.



     Y resulta que la película es fiel al recuerdo que tengo de ella y desde la primera secuencia me da lo que necesito para afrontar estas Fiestas con la mejor sonrisa y empezar a construir para mi pequeño unas Navidades tan espectaculares como las que mis padres edificaron para mí y para mis hermanos.  Al calificarla de imprescindible mi opinión, en este caso, está dos puntos por encima del límite de  subjetividad normalmente permitido. Sé que muchos, puede que algún familiar o amigo íntimo con un paladar exquisito en cuanto a lo fílmico incluido, la tacharán de terriblemente comercial, de estar fabricada con una fórmula maestra que nos da exactamente lo que pedimos, y de tener unas cuantas secuencias absolutamente increíbles (quién no quisiera tener un Primer Ministro así, en vez de… mejor dejamos este tema que todavía esta muy sensible y aún estamos pendientes de los pactos).  Seguro que si me paro a pensar en todo esto, termino por darles la razón a los de exquisito paladar fílmico, pero, qué leches! hoy no tengo ganas de pensar mucho y la película me funciona como un remedio instantáneo para dejar las pilas a tope. Feliz Navidad, queridos familiares y amigos íntimos. Ojalá que el año que viene no precise de remedios y nos veamos por las calles de Córdoba.



                          

martes, 22 de diciembre de 2015

Navidad nórdica



     Este año toca Navidad en Noruega. Hace dos años, coincidiendo con el bautizo de Matías, tuve la suerte de pasarla en mi Córdoba de siempre, y el año pasado un poquito de Córdoba viajó a Bjørkelangen junto a mi madre. Pero este año, ni modo, toca Navidad nórdica, nórdica. Para ir haciéndome el cuerpo me he dedicado un miniciclo de películas que ya había visto y que, a qué negarlo, me apetecía ver de nuevo. El tema es obvio: Navidad nórdica. 

     Empiezo con la nueva versión del cuento tradicional noruego Reisen til Julestjernen (Viaje a la Estrella de Navidad). Una bonita historia para estos días con Reyes, princesas perdidas, brujas, malvados parientes y duendes. Matías aún es muy pequeño y pasada media hora, más o menos, deja de prestarle atención a la película. Yo, mientras él mira Pepa Pig en el iPad, la termino de ver y pienso que en un par de años volveré a programarla para mi pequeño en un nuevo ciclo casero de cine de Navidad. 




     De la segunda, A casa por Navidad, conservo un puñado de secuencias guardadas en la memoria. Es una de esas películas que desde hace algún tiempo me ha dado por calificar de imprescindibles. La secuencia inicial, situada en la guerra de Kosovo, cobra sentido en el último minuto de película. En medio unas cuantas historias que acontecen la noche de Navidad. Historias, en su mayoría tristes, protagonizadas por personajes fracasados. Historias muy nórdicas pero que, dejando a un lado el paisaje, no me costaría mucho imaginar en Barcelona o Madrid. Historias sencillas y complejas como los seres humanos. Historias que no juzgan, que buscan la reconciliación y que terminan por dibujar un cierto aire de esperanza.
     Erik ya está en la edad de ver esta película imprescindible, pero, como también está en la edad de no tener mucho tiempo para ver películas que su padrastro califica de imprescindibles, tendré que esperar a otra Navidad para, aprovechando un descuido suyo, sentarlo en el sofá y ponérsela. 



     
     Y la tercera y última película de este miniciclo es Rare Export. Un cuento gamberro de Navidad.     Y sí, la película es una gamberrada finlandesa que hecha por tierra el mito del bonachón Santa Claus y arroja una enorme taza de sal sobre la dulce Navidad. Pero además de gamberra y sin llegar a lo de imprescindible, es una buenísima película con algo de terror, algo de épica y algo de acción muy recomendable para familiares y amigos íntimos. En 2010 se llevo un puñadito de premios en el Festival de Sitges. Ahora que Erik empieza a estar en la edad de viajar solo, también es un buen momento para recomendarle pasarse por Sitges en la época del Festival. Seguro lo pasaría en grande. 



   

domingo, 20 de diciembre de 2015

Heia Norge!




     Minutos después de poner en Facebook la foto que encabeza este capítulo recibo el "like" y el siguiente mensaje de un amigo de la EGB: "Te dejó huella D. Adolfo que en paz descanse…". Y es maravilloso el poder evocador de una frase tan simple escrita por un viejo amigo de cuando teníamos 14 años. El nombre de D. Adolfo abre la compuerta a una catarata de recuerdos. D. Adolfo, al que un poco maliciosamente y un poco en confianza los de octavo llamábamos "fito" por su baja estatura; era profesor de Educación Física y de Inglés en el colegio de los Padres Trinitarios de Córdoba. D. Adolfo era ciertamente bajo de estatura, robusto de constitución y de movimientos ágiles. Llamaba la atención el tamaño desmesurado de sus gemelos. Era un buen profesor e intuyo que era, también, un buen tipo. El deporte que más le gustaba practicar era sin duda el balonmano y se afanaba en, rivalizando en clara desventaja con el fútbol, enseñarnos a sostener, botar, pasar y disparar la pelota con la mano. Como le reconocí a mi amigo de EGB en un mensaje que contestaba el suyo: el tamaño de la pelota excedía la envergadura de mi mano y recuerdo haber sido un pésimo jugador de balonmano. Lo que no le reconocí es que llegué a hacer del molestar, incordiar, y no casi no dejar tocar pelota al pivote del otro equipo una virtud que hizo que le mío ganara gracias a mí más de un partido.
     Sabía que D. Adolfo falleció prematuramente. Desconozco la causa. Conforme pasan los años reconozco en mí un deseo de regresar de alguna manera a aquellos años de infancia, de reencontrarme con los que fueron mis maestros y agradecerles la huella que ellos dejaron en mí.

     De regreso a la final que hoy juegan Holanda y Noruega, el resultado sigue siendo tan inusual como insultante a favor de Noruega. El partido ha perdido el interés y yo sigo navegando entre recuerdos ligados a este deporte, más cercanos en el tiempo: la primera vez que Kevin, vistiendo una camiseta del Madrid, hizo la prueba para saber si le gustaba o no; un terrible viaja en coche con la luna delantera tan helada que apenas permitía la visibilidad para ver un partido de Erik; la primera vez que vi a la selección femenina de Noruega jugar una final (fue contra Suecia y en casa de una pareja de recién jubilados que, por sorpresa, nos invitaron a ver el partido en su casa después de que les enseñásemos un vídeo que grabamos con ellos jugando al golf); y el partido de Los Hispanos (nombre con el que desde hace no mucho tiempo se conoce a la selección masculina española) al que fui con Kevin en Córdoba a principios de 2014.

     Termina el partido y Noruega es, de nuevo, Campeona del Mundo. Facebook se llena de mensajes de mis vecinos celebrando la victoria. Gracias a esta selección el "handball" es aquí deporte nacional. Nathaly que ya intentó, sin éxito, con Erik y Kevin volverá a intentar que Matías juegue al balonmano. Esta vez mamá contará con mi apoyo y, cuando Matías tenga 5 años, le llevaremos a probar; puede que vistiendo una camiseta del Madrid. Obvio que también le llevaremos a probar con el fútbol.

     Gracias a la victoria de hoy, la selección femenina española estará en los Juegos Olímpicos de Río. Mientras sigan vivas en la competición, yo iré con "las Guerreras" (nombre con el que desde no hace mucho tiempo se conoce a la selección femenina española); y cuando caigan, ojalá que lo más tarde posible, volveré a ponerme la camiseta noruega y a animar a su selección junto a mis vecinos.




viernes, 18 de diciembre de 2015

Star Wars: The Force Awakens





     Desde que vivo en Noruega voy muy poco al cine: menos de lo que quisiera y menos, también, de lo que debiera. La primera película que vi en Noruega fue Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Fue una tarde de mayo en El Dorado, un cine antiguo y clásico de Oslo que hoy, por desgracia, ya ha cerrado sus puertas.




     Nathaly lleva bastante más tiempo que yo sin pisar un cine en Noruega porque las dos últimas veces yo he ido con Erik y Kevin, y ella se ha quedado en casa al cuidado de Matías. Quizá la última película que vimos juntos fue la chilena NO de Pablo Larraín.
     Empieza a adquirir estatus de tradición que, pocos días antes de Navidad, Kevin, Erik y yo vayamos a ver el taquillazo que cierra el año. El año pasado fuimos a ver la película del Hobbit que cerraba la trilogía y este año hemos ido a ver el inicio de la nueva trilogía de Star Wars. Matías se ha quedado haciendo algún puchero cuando nos ha visto a los tres meternos en el coche y salir para Lillestrøm. A la vuelta Nathaly me dice que el llanto no le duró mucho. Por él, pronto empezaremos a ir bastante más a los cines de Lillestrøm y Lørenskog, y quizá desde este mismo año sembremos la semilla de una nueva tradición: llevarlo al cine a ver la primera película del año entre el día 1 y el 6.



     Kevin nos tomó la fotografía de arriba a Erik y a mí pocos minutos antes de entrar a la sala. En realidad llegamos con bastante tiempo de sobra al cine y pude acercarme al centro comercial de Lillestrøm y buscar un regalo de Navidad para Nathaly.
     Sin llegar al cariñoso apelativo de "friky" de Star Wars, sí que soy fan, muy fan, de La Guerra de la Galaxias. Vi por primera vez la trilogía con 14 años, viajando en bus desde Córdoba hasta Roma. Es posible que ésta fuese la primera vez en que una película me dejase fascinado. Recuerdo perfectamente que era de madrugada y que muchos de mis compañeros de EGB dormían cuando descubrí que el malvado Darth Vader era el padre de Luke Skaywalker.
     Después de aquella primera vez, he vuelto a ver la trilogía un montón de veces y he conocido fans, muy fans y "frikys" de Star Wars. Incluso recuerdo a un compañero que presumía de saberse de memoria los diálogos de principio a fin. Creo que nadie le pidió nunca, más allá de las dos primeras frases, que demostrase su afirmación.

     Corría el rumor, la leyenda, de que a la obra de George Lucas le faltaban los tres primeros capítulos y los tres finales. Lo primero era obvio porque la primera película empezaba diciendo ser el capítulo 4. Y así en mayo de 1999 se estrenaba el primer capítulo. Yo, como fan, muy fan, acudí al cine de inmediato y entusiasmado con la idea de ver el inicio de la historia. Llegaron después dos películas más, efectos digitales a "cascoporro" y algunas decisiones difíciles de digerir. Pero, a pesar de todo ello, me mantuve en una línea moderada: compre la última edición de las dos trilogías en lujosos estuches de DVD, argumenté que las tres primeras no eran tan malas como algunos sostenían y dediqué algunos minutos a pensar que si alguna vez tuviera un hijo no sabría si ponerle primero los capítulos 1, 2 y 3 o los capítulos 4, 5 y 6.

     La noticia de que se empezaban a rodar una tercera trilogía nos pilló a casi todos los fans, los muy fans y los "frikys" de Star Wars por sorpresa y seguro que más de uno debió temerse lo peor. Después de ver ayer este nuevo capítulo, este nuevo empezar, este "despertar de la fuerza" he vuelto a salir entusiasmado del cine, dando el coñazo con la BSO a cada rato; se me ha escapado un "coño, sí que eran malos, los capítulos 1,2, y 3", y tengo clarísimo que cuando mi pequeño Matías tenga edad empezaremos viendo el capítulo 4.

   

                           


     Hoy, por respeto a Erik y Kevin, no se me ha ocurrido interrumpir el silencio palomitero de la sala, con una aplauso eufórico (totalmente fuera de lugar en esta cultura) que me hubiese ascendido de inmediato a la categoría de "friky" de Star Wars. Imagino la ovación que se desatará en los cines de España cuando  suene la primera nota y aparezca el rótulo más famoso de la historia del cine en pantalla. Hay cosas de mi cultura que echo terriblemente en falta. Para el estreno del capítulo 8 avisaré convenientemente a Erik y Kevin de que pienso ganarme mi ascenso a "friky" y aplaudir en solitario y como un descosido cada vez que mi "frikysmo" me lo pida.
         

domingo, 13 de diciembre de 2015

Erik cumple 18


     Estoy seguro de que el protagonista de este capítulo desea que éste sea breve, quizá no brevísimo, pero "un poquito corto", sí. Para muchas cosas, para casi todas, en realidad, hace mucho tiempo que perdí la objetividad; así pues éste, como casi todos los capítulos de este cuaderno virtual, será también subjetivo.
     Hoy, Erik, se nos acaba de hacer mayor de Edad. Nació hace 157691 horas (cifra que dan sus 18 años, contando los bisiestos, y las horas que han pasado desde las 00,35). En la hora de su nacimiento, como en tantas cosas, tiene mucho que ver su mamá, quien se negó en redondo a que naciese el día 13, festividad de Santa Lucía, muy celebrada en Noruega. Así pues, por pocos minutos, Erik nació un 14 de diciembre.
     Erik y yo nos conocimos en el verano de 2007 en el aeropuerto de San Javier, Murcia y, pocos meses después, concretamente a principios de noviembre de ese mismo año, nos fuimos a vivir juntos. Empieza a ser evidente que si este capítulo continúa a este ritmo terminará por no cumplir con su objetivo de brevedad. Saltaré por encima de algo más de ocho años de convivencia para ir a lo esencial.
Desde hace ya bastante tiempo Erik y yo compartimos momentos a solas; en el coche, camino de Løken, en el salón de casa, mientras Matías va de uno a otro, por las calles de Londres… y es en esos momentos cuando, de a poco, me he ido dando cuenta de lo mucho que ha madurado y del gran tipo en el que se está convirtiendo. Erik sigue teniendo ese punto espontáneo y divertido pero ahora controla mucho mejor cuando es el momento y cuando no; piensa lo que va a decir, piensa antes de actuar, sabe lo que quiere, no suele enfadarse, es justo, es sincero y es buena persona. Le queda mucho, muchísimo que aprender y ojalá que siga aprendiendo cada día de largo camino que le queda por recorrer. Yo estoy feliz, muy feliz de haberle conocido un día en un aeropuerto murciano y del camino que hasta aquí hemos recorrido juntos. Le quiero y me enorgullece saber que su "azotea" tiene la luz encendida y siempre hay alguien en casa.

     Las fotos que vienen a continuación han ayudado bastante a que este capítulo haya cumplido con su objetivo de brevedad. Se explican y explican a Erik sin necesidad de más palabras.






























Feliz Cumpleaños, Erik!


sábado, 5 de diciembre de 2015

Nochebuena en el patio





     Hoy, querido Matías, es tu cumplemes 2.5. Cada día más grande, pequeñín, cada día con más, con nuevas palabras, con una forma más clara de hacerte entender. Aprovechando que la temperatura en casa suele ser perfecta, a pesar de que afuera ya empieza a reinar el frío; te encanta lanzarte a correr del salón a la cocina y de la cocina al salón cada vez que te cambiamos el pañal. Te escapas antes de que empecemos a vestirte y corres y corres lleno de risa.
     También has aprendido a utilizar tu sillita para encaramarte a todos los sitios, especialmente al frigorífico. Y, aunque a veces te golpeas la cabeza con la puerta, te encanta abrirlo, arrastrar tu silla y subirte a ella; mirar un rato todo lo que a ti te parece comestible y acabar por elegir un yogourt, uvas o una zanahoria.

     Tienes una nueva película favorita: Los Minions. La ves y la ves y la vuelves a ver. Yo te decía: mira, Matías, un minion, otro minion y otro minion y tú, de repente, empezaste a referirte a ellos como "los miniotos" y con ese nombre que se han quedado los bichejos. Lo que más te llama la atención de la película es el "minion grande". Si estas viéndola en el salón mientras yo trabajo en el ordenador, cuando llega la secuencia del "minion grande" saltas de su sillón y vienes corriendo a avisarme: "papá, minion grande, papá minion grande…" y yo dejo al tiro lo que esté haciendo y me siento contigo hasta que termina la secuencia.




     Además de Los Minions tienes dos nuevas películas, dos nuevos personajes favoritos: Blu y Gru. El problema es que los nombres se parecen tanto y tú los pronuncias tan iguales que a veces me es difícil saber cuál de las dos películas quieres ver. Finalmente hemos llegado al acuerdo de que Blu es Blu y "Blu minioto" es Gru.





     En la mañana del martes 10 te despertaste temprano, poco antes de las 7 de la mañana, yo me fui a limpiar la farmacia y tú te quedaste con mamá viendo Los Minions. Cuando regresé la película estaba terminando y tú querías volver a verla. No había manera de vestirte y llevarte a la guardería.  Este ha sido tu primer berrinche importante. Es terrible tener que dejarte en otros brazos mientras tu te estiras hacia mi llorando y diciendo "papá, papá, papá".
     Por suerte nos contaron que el berrinche te duró poco y que enseguida te pusiste a jugar con Laila, una de tus cuidadoras, quizá tu preferida. Los dos siguientes días también estuviste un poco reacio a ir a la guardería. Pero desde la semana después todo volvió a la normalidad y te ves feliz cuando te dejamos en tu clase.

     Mi canción regalo de este mes navideño es un tema de unos amigos: el Coro Yerbabuena. Este vídeo lo grabé yo pocos días antes de mi boda con mamá. A estos amigos ya los conoces. Los has escuchado cantar en la puerta del Nuevo Arcángel este verano. Ellos te conocen, preguntan y se interesan por ti y seguro que iremos coincidiendo con ellos muchas veces. Seguro también que sus villancicos sonaran cada Navidad en nuestra casa.