viernes, 20 de marzo de 2015

Edad prohibida


Mi padre se presentó un día con la noticia de la compra de una maravillosa colección de libros, no consigo recordar si traía los libros consigo o si estos llegaron unos días después.







La edición que acabo de leer estos días es una edición de bolsillo que tiene esta horrorosa portada.

martes, 17 de marzo de 2015

Azur y Asmar



     La lenguna o habla andaluza no contiene una palabra como saudade, como morriña que sea capaz de expresar el sentimiento de la ausencia de Andalucía.






domingo, 15 de marzo de 2015

Nordre Lindeberg gård



     Más allá de los tópicos o de las chorradas con el tópico por único fundamento que en un momento de morriña, de nostalgia, de añoranza, de saudade… Qué bonito, por cierto esta palabra portuguesa que según wikipedia  " es un vocablo de difícil definición incorporado al español empleado en portugués y en gallego, que expresa un sentimiento afectivo primario, próximo a la melancolía, estimulado por la distancia temporal o espacial a algo amado y que implica el deseo de resolver esa distancia. A menudo conlleva el conocimiento reprimido de saber que aquello que se extraña quizás nunca volverá".

Decía que, más allá de las tonterías que uno, que yo, puedo decir en un momento de saudade, todos los lugares y tiempos tienen cosas que admirar y disfrutar. Es indudable que el momento de nuestra infancia en el que habitamos un tiempo y lugar definido siempre será un lugar vivo en nuestra memoria que a los sensibles nos produce, de vez en cuando, ataques de saudade. Esta enfermedad, si se sabe llevar, es más bien benigna, apenas tiene efectos secundarios, pasa bastante desapercibida y, a veces, produce momentos de gran intensidad. Mal llevada te puede convertir en un cascarrabias, un desubicado o un trasnochado. Confío en que no sea mi caso. 
     
     Y, decía todo esto, porque también aquí (Bjørkelangen) y en esta época (2015) se pueden hacer un buen puñado de cosas a pesar del frío, de la lluvia, de la falta de espacios culturales, de la distancia con lo urbano. Me cuenta Nathaly que ella siempre ha sido muy activa con Erik y Kevin, que casi nunca ha pasado un domingo en casa mirando caer la nieve o la lluvia a través de la ventana del salón. Matías, con poco más de un año y medio, probablemente no conserve en el recuerdo ninguno de los momentos que ahora disfruta y que le hacen reír o protestar; pero estoy seguro de que las sensaciones que empieza a acumular le terminarán de dar forma y forjarán su personalidad. Ojalá que cuando Matías sea mayor tenga repentinos e irreprimibles ataques de saudade benigna. Será señal de haber vivido una muy feliz infancia. 

     Escribo, en definitiva, todo esto para dejar constancia de la primera vez que Matías fue a una granja a mirar los animales. Este domingo, después de visitar la tumba de su bisabuela Julia en el cementerio de Lørenskog, hemos ido a pasar la mañana en la 4H gård, para nosotros la granja de los cuatro corazones; un lugar que para Nathaly, Erik y Kevin fue habitual hace años.




     La la granja de los cuatro corazones está en Furuset, entre Lørenskog y Oslo, muy cerca del Ikea que tanto hemos frecuentado en los últimos años. En sus alrededores se mezcla lo rural y lo urbano. Los domingos está abierta al público para que los niños puedan disfrutar viendo de cerca gallinas, pavos, gansos, ovejas, cabras, conejos, carneros, vacos y caballos, y para  que los mayores disfrutemos viendo a las caras que ponen nuestros niños. 
     Desde hace meses a Matías le gusta mucho ver animales en la televisión o el ipad. Verlos en vivo ya es otra cosa. Con las gallinas y los conejos ha reaccionado muy bien: con curiosidad y entusiasmo. El sonido del ganso le ha llamado mucho la atención y no dejaba de acercarse a la reja para verlo de cerca. Con los animales más grandes la reacción ha sido otra: desconfianza y temor. Hasta las ovejas, que tanto le gustan, las ha querido mirar sólo de lejos. 
     Entre tanto mugido, relincho, valido y gritos de infantes; aparece un acento conocido. Un hombre de mediana edad se me acerca y se ofrece a ayudarme buscando la gomita del palito, que uso para llevar la cámara Gopro, que se me ha caído al suelo. Su acento es claramente andaluz. Me cuanta que lleva una pila de años en Noruega, que vive al lado y que su mujer trabaja en una residencia de ancianos cercana. A punto de despedirnos le pregunto de dónde es. Sevillano, contesta. En ese momento el tópico se hace real y Francisco, que así se llama mi paisano, se empeña en contarme el chiste de la gomita. Y es que, aunque suene a tópico, a pesar de los años en Furuset, el paisano Francisco no ha perdido su acento sevillano, su afán por echar una mano, sus ganas de conversación y su afición por los chistes.

     


     Definitivamente, en este momento Matías prefiere mirar a los animales pequeños. Sale al exterior al cuidado de Erik y yo me alejo un poco para hacer algunas fotografías de la granja. Parece ser que con tanto entusiasmo, queriendo ir de un extremo a otro del corral de las gallinas, los pies se le han enredado y ha terminado aterrizando sobre un montón de barro. Matías me ve, mientras estoy distraído con los fotos, y empieza a correr hacía mí para enseñarme que tiene las manos sucias y que se ha hecho un poco de "auuuu" con la caída. De casualidad el objetivo de mi cámara y su mirada se cruzan y consigo estas fotografías que demuestran que Matías se parece mucho a mí en lo molesto que le resulta tener las manos sucias. 






     Erik ya está en la edad en la que se puede confiar la cámara de fotos sin tener miedo de que ésta acabe en el suelo o de decida hacer una foto "de autor" en lugar de una simple foto de familia. Todavía hay que dejárselo listo el diafrágma y el foco, pero ya encuadra correctamente. Me aprovecho de esto para poder salir yo en la foto, igual que en un futuro próximo me aprovecharé de que pueda conducir para, en un paseo por Euskadi, disfrutar de un buen chuletón con su correspondiente barra libre de sidra y txacolí.
   

Kevin, William, Gissella, Teresa, Christian, Nathaly, Matías y Javier. 

     El paseo en carro queda pendiente para una nueva visita a la granja de los 4 corazones. Antes, si Dios quiere, Matías tendrá en el Zoo de Córdoba una nueva oportunidad para ver animales chicos y grandes.



sábado, 14 de marzo de 2015

Senna



     Acabamos de regresar a casa después de grabar la UKM Aurskog-Høland 2015. Mañana se disputa la primera carrera de F-1 de la temporada, el Gran Premio de Australia. Alonso no estará.















                        





martes, 10 de marzo de 2015

Antes de...


     Recuerda, Ismael Serrano, en su canción Éramos tan jóvenes a "Julie Delpy y Ethan Hawke borrachos junto al Danubio".  Hace pocos días Ismael Serrano cumplió 41 años. Compartimos, por tanto, quinta y horóscopo. Lo segundo, a pesar del puñado de tópicos, razonablemente alagadores, que adornan a los piscis; no tiene importancia. Lo primero, sí. Ser de la misma quinta implica haber vivido en el mismo tiempo, aunque en lugares diferentes, y compartir por ello las misma influencias históricas y culturales. No es de extrañar que las canciones de Ismael Serrano hablen siempre de cosas que me son familiares, que aparezcan en ellas nombres, personajes, momentos, retazos de poemas o canciones, y secuencias de películas que también, de una u otra manera, forman parte de mi vida.
     Desde que terminó la Navidad y hasta hace sólo un par de días su último trabajo, La llamada , ha sonado con total exclusividad en mi coche; hasta el punto de que Matías se refiere al coche como el "a-a-a-á" con el que empieza la canción que da nombre el disco. Siempre me pasa lo mismo con los discos de Ismael Serrano: escucho cientos de veces la canciones, las canto a dúo con él en el coche o me paso un buen rato en casa tarareando; y casi siempre días, semanas e incluso meses reparo en una frase, en una estrofa a la que hasta entonces no había prestado la debida atención.

     El caso es que el recuerdo de "Julie Delpy y Ethan Hawke borrachos junto al Danubio" provocó en mí el deseo de volver a ver Antes de amanecer, qué tanto me gustó en su momento; y ver por primera vez las dos secuelas que no había querido ver por temor a que estropeasen la primera. Le cuento el plan a Nathaly. Acepta ver la trilogía siempre y cuando yo no esté hablando de verlas todas el mismo día una detrás de otra. No era la idea. De viernes a domingo, un fin de semana que Erik y Kevin están en casa de su padre, vemos una cada día.



1995

     Casi 20 años después, Antes de amanecer me sigue pareciendo una película imprescindible. Había olvidado casi todos los detalles, tan sólo me quedaba el recuerdo de la pequeña punzadita en el costado que sentí viéndola. Porque en aquel 1995 yo era el más triste de los tristes estudiantes de Derecho, por aquel entonces quizá ni supiera que existía el interrail, salir de Córdoba parecía imposible y las grandes capitales Europeas eran sólo el recuerdo de un viaje a Italia, con 14 años, que parecía traído de otra historia y escrito al margen del guión de la vida que esperaba.



Nuestro viaje a París

2004




2013


lunes, 9 de marzo de 2015

Color Magic


     Nathaly no deja de superarse, no deja de sorprenderme y ha conseguido hacer de mi cumpleaños otra vez un día especial. Hacía semanas que venía anunciándome con cierta solemnidad y temor que este año no recibiría ni un solo, pequeño, diminuto libro de regalo. Con dos días de adelanto, el lunes, me pidió que abriera un enorme paquete. Yo hago como que me niego, me resisto, digo que no, que hasta el miércoles, día de mi cumpleaños, no pienso abrir nada. Termino cediendo y el paquete, enorme pero liviano, esconde una maleta vacía. Un pequeño juego de pistas que me recuerda los cumpleaños que mi padre, qué grande eras papá, inventaba para mí. Sé que mañana viajo, que Nathaly se ha encargado de suspender mi reunión con Per y un par de compromisos laborales, que mis familiares y amigos íntimos están al tanto, vía whatsapp, de mi regalo de cumpleaños. Lo que todavía sé, en la noche del lunes, es el cómo y el dónde.

     En la mañana del martes, no demasiado temprano, salimos en coche con dirección Lørenskog. Pasado este punto el aeropuerto queda descartado. Nathaly intenta despistarme anunciándome que necesitamos poner gasolina para conducir un par de horas. Continuamos dirección Oslo. Pasamos la salida Sentrum y Nathaly me pide que me sitúe en el carril de la derecha y tome la próxima salida. En ese momento ya tengo claro el cómo: barco. Me queda por resolver el destino: Dinamarca o Alemania.




     Matías está encantado. Ha dormido un poco durante el viaje en coche y ahora está feliz corriendo sin parar de un lado a otro. Está tan feliz que hasta, cosa rara en él, se aviene a posar ante mi cámara con toda la paciencia que normalmente le falta. Nathaly está feliz de vernos felices a nosotros. A pesar de los 43 que estoy a punto de cumplir, sigo siendo un chiquillo que no entiende como esta mole de barco, que miro desde la ventana antes de embarcar, puede mantenerse a flote; y que desea que, cuando Matías esté a punto de cumplir 43, todavía los osos polares habiten este planeta.




     Poco después del mediodía, a la hora prevista, zarpamos. Desde la popa del barco disfruto desempolvando la cámara de fotos que, de a poco, el móvil ha ido dejando arrinconada. Asomado a la baranda, mientras fotografío el skyline de Oslo, pienso que no conozco otra forma de apuntar a un ser vivo que no sea a través del objetivo de una cámara. Nathaly se anima, y con la "cámara grande" deja constancia del retrato de un chiquillo de provincias en viaje de placer por el fiordo de Oslo.








     La temperatura es baja y el viento excesivo para que Matías esté mucho más rato en cubierta. El interior del barco es espectacular. Dedicamos un buen rato a recorrerlo, planta por planta, antes de prepararnos para cenar en el restaurante Oceanic. Las impresionantes vistas desde la popa y el lujo en los detalles lo convierten en el restaurante más caro del barco. Nathaly se lamenta de que la reserva para comer aquí sea para la tarde del martes y no para la del miércoles, día de mi cumpleaños. Matías juega con unos lápices mientras esperamos que lleguen los primeros. Ensalada de pollo para mí y salmón ahumado para Nathaly, de segundo los dos optamos por carne de vacuno al punto, la de Nathaly a la pimienta. El precio del vino es ridículamente caro en este país, así que nos conformamos con una botella de agua. Con la puesta de Sol desaparecen también las vistas, y el mar ya es sólo una inmensa negrura que apenas se atisba a través del enorme ventanal que, ahora, ya sólo sirve para reflejar el lujo interior. La comida es correcta, pero no memorable. Memorable sólo la compañía y algunas sonrisas de complicidad observando a Matías.







     Mi primera noche en un barco me recuerda un poco, muy poco en realidad, a la primera noche que pasé en un tren. Este barco gigante se mueve mucho menos que el Talgo, en lugar de tres desconocidos,  a mi lado duermen mi mujer y mi hijo y gran parte de la angustia ha desparecido con la tramontana o los años. A pesar de la copa que tomamos a última hora, por si acaso al barco gigante le daba por moverse más de lo previsto; duermo poco. A primera hora de la mañana recuerdo que oficialmente acabo de cumplir 43 años. Nathaly y Matías despiertan y son los primeros en felicitarme. Imagino que al móvil irán llegando durante el día mensajes de familiares y amigos íntimos. Mientras nosotros nos vamos acercando a la costa alemana. El día amanece gris opaco y ventoso. Una fina lluvia me recibe a estribor cuando salgo a la terraza para hacer algunas fotos. Nathaly y Matías ven la llegada a puerto a través del cristal.




     Para mí los aeropuertos no cuentan. Así, aunque he pasado por los de Frankfurt y Berlín, considero que hoy es la primera vez que estoy en Alemania. Poco antes de las 10 de la mañana desembarcamos en el puerto de Kiel, ciudad de la que hasta ayer lo desconocía todo. El cielo nos da una tregua para las cuatro horas de que disponemos antes de regresar al barco. Para la mayoría de los noruegos esta ciudad no representa más que un centro comercial y una tienda de vinos en la que hacer acopio a buen precio.
Nathaly y yo le damos una oportunidad y durante las dos primeras horas visitamos el centro histórico y nos comemos un par de Batwurst de un puesto callejero. En el centro comercial me escandaliza encontrar una tienda que vende mochilas de colegio exclusivas a unos 250 Euros. La comida es lo que más nos llama la atención. Parece que los alemanes sí que saben comer. Nos sentamos en un café. Yo me pido un expreso y Nathaly, con poca fortuna, intenta pedir un cortado. La camarera ni entiende ni habla inglés y tampoco parece muy dada a improvisar. Nathaly se tiene que conformar con un Capuccino, parece que esto si es internacional. También se confunden con las tartas que Nathaly había pedido para empezar a celebrar mi cumpleaños. Este detalle, en realidad, no tiene importancia; las que nos traen son deliciosas. Matías estaba tan cansado que ha dormido las cuatro horas. Por ahora no puede decir que haya visto nada de Alemania.




      Para nuestra segunda y última cena en el Magic Color, tenemos reservada mesa en el Restaurante Buffet. Nathaly pensaba que el Oceanic era, si atendemos al precio, bastante mejor que este. Yo estoy en desacuerdo y me alegro de que mi cena de cumpleaños haya sido aquí. Nos dan una mesa con vistas al mar y volvemos a pedir una botella de agua. El buffet tiene todo lo que se le puede pedir a un buffet: comida abundante, buena y variada. Por resultarme un tanto embarazoso, omito dejar constancia de la cantidad de platos que fui llevando a mi mesa con vistas al mar. Baste señalar que tasté, en raciones generosas, cuatro tartas diferentes. Y la quinta no cayó porque ya no había más hueco.




     El martes, después de cenar en el Oceanic, llegamos al teatro con el tiempo justo para encontrar un tres asientos. El miércoles llegamos más temprano y podemos sentarnos en primera fila. Matías ha disfrutado como loco con estas dos noches de musicales. Acompaño el show con un mojito que incluso me hace olvidar que a esta misma hora Ismael Serrano estará empezando a tocar en Cervantes de Málaga.



     El jueves por la mañana, con amanecer espléndido, regresamos al fiordo de Oslo. Han sido dos días fantásticos que esperamos repetir con Erik y Kevin y, quién sabe, quizá con algún familiar o amigo íntimo que algún día se deje caer por aquí. Mi querida Nathaly ha dejado el listón muy alto. Así da gusto que vayan pasando los años. Este año no pido más prórroga. Ojalá que todos los que me quedan por cumplir, hasta los 84 pactados, vengan llenos de regalos inmateriales de enorme valor y fácilmente transportables en la memoria.





viernes, 6 de marzo de 2015

Coming home


   
     Ayer, querido Matías fue tu cumplemés 1.8. Este mes de febrero ha pasado deprisa entre la Noche de los Goya, la final de la Copa del Rey de baloncesto, la suspensión del Skøytefestival y la sorpresa que mamá me tenía preparada.
     Este mes querido Matías has crecido un poquito más: estás un poco más alto (eso se ve a simple vista), imagino que pesas unos gramos más (cosa fácil de imaginar, pero difícil de asegurar sin haberte llevado a la helsestasjon), comes un poquito más (muy poco, la verdad, a tu pequeña lista de alimentos preferidos: uvas, pasta, arroz, manzana, pan, mandarinas y aceitunas negras; sólo podemos añadir este mes la remolacha y los caramelitos pez); y hablas un poquito más (aunque, la verdad, es que no recuerdo ninguna palabra nueva que añadir a tu lista, pero sí que pareces entenderlo casi todo; y también, por gestos, gritos y fingidas caídas al suelo te haces entender a la perfección).
     Este mes has ido un poco más a la guardería (poco más, la verdad) y, por gestos, cuando te recojo de vuelta, me cuentas que los otros niños te han tironeado del pelo y te han pellizcado los cachetes (no sé porqué me da que tú no serás tan inocente como quieres hacernos creer con tu mímica). Nada grave, en cualquier caso. Las cuidadoras de la guardería no nos han dicho que haya algún problema, más bien todo lo contrario.

     Este mes el ipad ha empezado a formar parte de tu rutina y cada día te ponemos algunos vídeos de marionetas o canciones infantiles. Tú lo identificas con "Baaaa" la marioneta de una oveja que sale en uno de los primeros vídeos que te pusimos. Te gusta sentarte en tu silla, con el ipad en la mesa y, si es posible, con algunos gusanitos de maíz a tu alcance, y pasar un rato viendo a "Baaaa" y descubriendo nuevos sonidos y formas.
 
     Lo importante, querido Matías, más allá de los centímetros, los gramos, la comida y hasta las palabras es que se te ve feliz, aunque también empiezas a demostrar carácter y de vez en cuando te encabezonas con algo que quieres y chillas y te tiras al suelo en señal inequívoca de cabreo y protesta; lo importante es que te pasas el día corriendo y jugando y que tu risa es clara y contagiosa.
     Lo importante, querido Matías, es que todos los que te rodeamos te queremos hasta el infinito y más allá y que a mí se me cae la baba cada mañana cuando al despertar te giras, me buscas y, todavía medio dormido, me dices "papá, papá".




     Para celebrar tu cumplemés 1.8 te regalo este Coming home de Marit Larsen. Porque a mamá le gusta que de vez en cuando también te regale una canción noruega (y ésta lo es, aunque Marit Larsen cante en inglés), porque a Marit Larsen la grabé en un Desembertoner y porque, si Dios quiere, en un par de semanas estaremos llegando a casa, a mi, tu, nuestra otra casa.


                              

jueves, 5 de marzo de 2015

Ya cumplí 43


     Ayer cumplí 43 años. Ayer Ismael Serrano cantaba en el Teatro Cervantes de Málaga. Ayer, 4 de marzo celebré mi cumpleaños en unas mini vacaciones en el mar que mi preciosa Nathaly me regaló por sorpresa. Nathaly me hizo el mejor regalo posible: su tiempo y su compañía,  y todavía se pasó parte del viaje pensando que también debería haberme regalado algo material. Ojalá que todos los 4 de marzo que me quedan por cumplir y celebrar vengan llenos de regalos inmateriales, de inexplicable pero verdadero valor y fácilmente transportables en el recuerdo.
     Reconozco que el año pasado fui un pelín "sarpao" y, por segundo año consecutivo y con evidente retraso, anduve molestando a los Magos de Oriente. Este año no pido más prórroga en esos 84 años pactados y asumo haber empezado a vivir ya la segunda mitad de mi vida. Del año que recién pasó no tengo motivo de queja y para el que acaba de empezar hoy sigo manteniendo grandes esperanzas.
     Llegamos a puerto y el móvil se puebla de mensajes que fueron enviados ayer. De corazón, gracias a los familiares y amigos íntimos que ayer me dedicaron un pensamiento y unas palabras hermosas. Quedan muchos abrazos, besos, comidas y vinos pendientes.




     Ayer Ismael Serrano cantó en Málaga y hoy, más o menos a esta hora lo estará haciendo en Granada. Tan cerca y tan lejos. Este año, de momento, ningún santito  o conjunción planetaria ha tenido a bien hacernos coincidir con el cantautor vallecano en lugar y fecha oportuna. Igual no pierdo la esperanza, pero, por si acaso, desde hace tiempo me había reservado esta canción para el día de mi 43 cumpleaños. En un álbum repleto de buenísimas canciones, canciones de amor y desamor, de protesta, de alegrías y esperanzas; me es muy difícil elegir una. Me gustan todas, todas, todas. Pero el caso es que ésta fue la primera, y el caso también es que ésta es la que pide Matías, entonando con su vocecilla infantil el "aáaa" con el que empieza la canción, cuando se sube al coche. Motivos más que suficientes para que me permita el tremendo lujo inmaterial y fácilmente transportable en el recuerdo de regalarme esta canción para celebrar que ayer, 4 de marzo, ya cumplí 43 años.



                           


     Ayer en Málaga y hoy en Granada es harto probable que Ismael Serrano haya cantado y esté cantando aquello que le tomó prestado a Silvio "amo a una mujer clara que amo y me ama sin pedir nada".  Cuenta Ismael Serrano en su blog que: "Cumplidos los treinta y diez les dejo una canción del futuro disco. Dedicada a la gente de mi generación, cantada por primera vez ayer, día de mi cumpleaños… Poco a poco, el disco crece, trepando como yedra sobre nuestras pieles. Lento, se acerca, como esta primavera que nos nombra en todo solar florecido. Al fin y al cabo, somos tan jóvenes…"
     Comparto con Silvio e Ismael la fortuna de amar a una mujer clara que amo y me ama sin pedir nada y a un hechicero que abre el cielo cuando le canto una nana; la suerte de, en lo esencial, reconocerme en los recuerdos que habitan mi maleta ingrávida, fácilmente transportable; y la sensación de que todavía somos tan jóvenes.


domingo, 1 de marzo de 2015

Grandes esperanzas







     Recuerdo que El Quijote era la lectura obligatoria de octavo de EGB. Recuerdo también la apatía, desgana e, incluso, cabreo con la que muchos de mis compañeros recibieron la noticia de tener que leer obligatoriamente aquel tocho, aquel ladrillazo, para tener que responder después a un examen. Con los años me he dado cuenta de que ninguna lectura debería ser obligatoria, ningún libro por regular, bueno u obra maestra que sea debe imponerse a los jóvenes e incipientes lectores. Un buen maestro no es quien obliga, sino quien recomienda apasionadamente. Ningún profesor, regular, bueno o excelente me obligó a leer a Dickens, tampoco ninguno me lo recomendó apasionadamente. Así Charles Dickens, hasta hace poco, no fue más que un nombre conocido, un nombre imprescindible de la historia de la literatura del que no había leído nada y cuya obra sólo conocía por adaptaciones cinematográficas.
     El año pasado, en fechas cercanas a la Navidad, decidí leer a Dickens por primera vez. Leí su Cuento de Navidad y entendí porqué su nombre es imprescindible en la historia de la literatura. Me fastidió bastante, más que el hecho de que ninguno de los regulares, buenos y excelentes profesores que tuve me lo recomendara apasionadamente; que yo, de iniciativa propia hubiese tardado tanto tiempo en leer uno de sus libros. 

      Cuando vi en la revista de Círculo de Lectores que, con motivo de la celebración de los 200 años de su nacimiento en 1812, se publicaba una lujosa edición de Grandes esperanzas, ilustrada por Ángel Mateo Charris; no dudé en anotarla en mi pedido bimensual. Recién acabo de terminarlo. Ha sido mi primer libro de este 2015 que acabamos de estrenar. Lo reservaba para este inicio de año porque su título me parece inspirador para lo que espero de 2015. La edición es majestuosa gracias, en buena medida, a las ilustraciones de Mateo Charris. Sin embargo, el tamaño del tomo, perfecto para lucir en una estantería; dificulta su lectura en el sofá o la cama. Para poder terminarlo, con evidente retraso sobre los planes previstos, me reservo algunas noches un hueco en la mesa del salón cuando Nathaly, Matías, Erik y Kevin ya duermen. No dudo en recomendárselo apasionadamente a los familiares y amigos íntimos que lean este capítulo. Me consta que mi amigo Fernando posee una edición lo suficientemente voluminosa, no sé si tanto como la mía; como para, de momento, tenerlo disuadido de la intención de leerlo. 

     Mi lujosa edición me depara una última sorpresa que transcribo literalmente, omitiendo los detalles que puedan frustrar la posible de lectura de la obra; después de la palabra FIN. 

     "El final más popular de Grandes esperanzas, aquel con el que se ha editado la novela desde su origen hasta la actualidad es el segundo escrito por Charles Dickens y cuya última y esperanzadora frase es […] 
     En 1861, al terminar la obra, Dickens dio a leer a su amigo Edward Bulwer-Lytton, aristócrata y popular novelista, las pruebas de imprenta de los dos últimos capítulos. Al parecer Bulwer-Lytton aconsejó a su amigo concluir el relato de una forma más feliz. […]
     Cada uno de estos finales cuanta con sus correspondientes partidarios y detractores. George Bernard Shaw defendía la validez del primer y más oscuro final. El autor norteamericano John Irving tiene al final "feliz" de la novela como su preferido: "… un final tremendamente trágico, mucho más terrible que el final original y supuestamente triste: porque…"






     Antes de leer Cuento de Navidad, el año pasado, conocía la obra de Dickens sólo por haber visto diversas adaptaciones cinematográficas de Oliver Twist, David Copperfield y el mismo Cuento de Naviad. Sin embargo, y pese a haber sido también adaptada en varias ocasiones, el argumento de Grandes esperanzas me era totalmente desconocido. Terminado el libro, y todavía fascinado por lo leído, selecciono y decido ver tres de las adaptaciones que de la novela se han hecho.

     Empiezo por la última: Mike Newell, 2012. Es muy fiel al libro, pero como película la encuentro mediocre, con aspecto de telefilm. El final es un tanto precipitado (secuencia de la huída). Recuerdo que algunos compañeros de EGB, sin ningún interés por las letras, optaron por ver la serie de dibujos animados en lugar de leer El Quijote. Si Grandes esperanzas fuese un libro de lectura obligada ver esta adaptación alcanzaría para redactar un resumen suficiente para aprobar.

   



     En segundo lugar veo la versión de David Lean de 1946. Figura como una de las 1001 películas imprescindibles del libro que esta Navidad me regalaron Erik y Kevin. Encuentro muy acertado el uso de la voz en off para adentrarnos en los pensamientos de Pip al principio y final de película. También es muy fiel al texto, pero modificando alguna de las subtramas y dándo menos relieve a los personajes secundarios: Bidy, Joe, Pumblechoch, Herbert, Wemmik… No se muestran flahsback de la boda de Miss  Havisham.
     Memorable la frase fiel al texto: "De todas las estafas que se cometen en el mundo, sin duda, la peor es la que escoge como víctima al propio estafador". Memorable también el final, no tan fiel al libro, en el que por un momento parece que no habrá final "feliz"

     


     Dejo para el final la versión que, a priori, parece más iconoclasta: Alfonso Cuarón, 1998. Mantiene el uso de la voz en off y comienza con una advertencia al espectador conocedor de la novela de Dickens: "No voy a contar la historia al pie de la letra, sino como yo la recuerdo". Obviamente no es fiel al texto más que en lo esencial. La obra de Dickens es reconocible en la película pero hay abundancia de cambios, empezando por el lugar y el tiempo. Me gusta la secuencia del avión de juguete y no me gusta el encadenado de la secuencia del baile. No entiendo porqué Cuarón no hizo un plano secuencia de verdad. Reconozco que paso un buen rato viendo la película y descubriendo la visión personal que Cuarón tiene de la novela.
     Si Grandes esperanzas fuese lectura obligada y yo profesor de literatura, estoy seguro de que habría pasado una tarde muerto de la risa corrigiendo los resúmenes de los alumnos, desafectos por la lectura, que hubiesen visto esta adaptación y se la hubiesen creído a pies juntillas.





      Si alguno de los familiares o amigos íntimos que lean este capítulo ha leído o visto, o piensa leer o ver en el futuro Grandes esperanzas, por favor, que no dude de compartir su opinión.

     Ojalá que Nathaly tenga a bien elegir Oliver Twist o David Copperfield para celebrar alguno de los próximos Sant Jordi y así el hueco de mi  estantería dedicada a Charles Dickens se vaya completando de a poco.