sábado, 31 de mayo de 2014

Paraíso



     De todos los significados encontrados de la palabra "Paraíso"...

     1.- Lugar hermoso y tranquilo donde, según la Biblia, vivieron el primer hombre y la primera mujer después de la creación.

     2.- En ciertas religiones, lugar en que viven las almas de los justos después de la muerte y donde gozan de felicidad completa y, según religiones, de la presencia de Dios o los dioses.

    3.- Lugar muy hermoso y agradable.

    4.- Lugar idóneo para el ejercicio de una actividad.

    5.- Conjunto de asientos del piso más alto de algunos teatros.

     ... es esta última a la que hace referencia este capítulo. 

     El año pasado, con Matías todavía dentro de la barriguita de mamá, asistimos, por primera vez en Noruega a un concierto de Año Nuevo. Fue en Lillestrøm, en la sala donde hace un par de años fue la confirmación de Erik y en la que había trabajado antes, grabando una obra de teatro. Las entradas tenían precio único, un precio normal, tirando a barato, en Noruega y carísimo si pienso en los precios de mi Gran Teatro de Córdoba. Teníamos butacas cercanas al escenario y recuerdo que disfrutamos de un repertorio, soprano incluida, bastante clásico y festivo (polcas, valses, la Carmen de Bizet...) ; muy correcto para la ocasión. 
     Sim embargo, tengo que ponerle dos grandes "pero" al evento: el primero se refiere a la fecha del mismo. No se puede llamar "Concierto de Año Nuevo" a un concierto que se celebra en febrero. No tiene lógica, ni sentido. El segundo "pero" es que no se puede terminar un concierto, llamado de Año Nuevo sin tocar, antes, en medio o en el bis, la Marcha Radetzky.

     En la noche del primer día de este año en curso, en la lluviosa noche cordobesa del 1 de enero, tuvimos el privilegio de asistir a un Concierto de Año Nuevo como Dios manda. 
     Matías, Kevin, Nathaly y mamá ocuparon las reglamentarias cuatro plazas de un taxi. Yo subí caminando bajo una constante y fina lluvia que dejó mi abrigo empapado. La temperatura en el exterior era agradable, en el interior del teatro calurosa y en el "paraíso" un infierno. Después de colocar, como mejor pudimos, abrigos y paraguas; le sacamos a Matías casi toda la ropa para que pudiese soportar el sofocante calor de aquella última planta del teatro. 
     La primera parte del concierto estuvo dedicada a temas muy representativos de la lírica española. Se interpretaron piezas de Bretón, Chueca, Chapí y Sorozábal, entre otros. El repertorio de la segunda parte estuvo dedicado a Johann Strauss II, Franz Lehar y Josef Strauss. Un digno concierto, parecido a los que recordaba de La Orquesta de Córdoba bajo la batuta de Leo Brouwer. A pesar de mi afición por la música, tengo que reconocer mi pésimo oído para la misma. En una película reciente, Grand Piano, el director de la orquesta le dice al pianísta, protagonista de la película, que puede errar en una nota, que el público nunca se da cuenta. Puedo asegurar que conmigo podrían errar en casi todas las notas y ni me enteraría. De hecho, Nathaly yo todavía tenemos la duda de si el tener que escuchamos, meses antes y en este mismo escenario, interpretando Carmina Burana; estaba borracho o las notas estridentes que cantó eran las correctas. Reconocido esto, no puedo decir mucho sobre la Orquesta de Córdoba y su director, Lorenzo Ramos, o sobre la soprano invitada para la ocasión, Amanda Serna. Puedo decir poco más de que, a pesar del infernal calor que soportamos, con sus piezas más conocidas y con alguna que no habíamos escuchado antes, el concierto nos gustó mucho.

     Pero fue en los bises cuando Lorenzo Ramos y Amanda Serna nos conquistaron. El primero por dirigir con entusiasmo a Orquesta y público con la Marcha Radetzky, y la segunda por decir, antes de interpretar la pieza final, que lo de la Radetzky está muy bien y todo lo que tu quieras y claro que se tiene que tocar, faltaría más, pero que estamos en España y que a ella le parece oportuno, justo y necesario, terminar este bonito concierto deseándonos los mejor para el 2014 y cantando una pieza española. Ole tú!


 

     Decía al principio del capítulo que el título hacía referencia a la última de las definiciones encontradas. Aquella de "conjunto de asientos del piso más alto de algunos teatros". Durante muchos años huía del infierno del Derecho y buscaba refugio en el paraíso de mi Gran Teatro. Desde allí, a la mitad del precio de la entrada (las sucesivas matriculaciones en la Facultad de Derecho sólo sirvieron para acceder a aquel 50% de descuento en las entradas del Gran Teatro) me escapaba de una realidad personal que empezaba a no gustarme nada. Por asiduo y por precario no podía, salvo gran excepción, pagar más de aquellos 3 o 4 euros por espectáculo que costaba el paraíso. 
     Hoy, abandonado el Derecho, abandonada la política, lejos de mi ciudad, felizmente casado y felizmente padre, podríamos pagar un poco más y estar más cerca del escenario, pero me apetece volver por una noche a mi paraíso y empezar el año de la mejor manera posible. 

     Quizá ante la avalancha de conciertos del Festival de la Guitarra, esta vez más por economía que por nostalgia, decido volver a alguno de los asientos de la última planta de mi teatro. Será verano y las calles de Córdoba parecerán arder, seguro que la chaqueta, la rebeca o el jerseycito son necesarios en el paraíso. Apuesto a que el aire acondicionado estará al gusto de los pingüinos. 

     

martes, 27 de mayo de 2014

Saber perder



     David Trueba fue, sin ninguna duda, el triunfador en la última Gala de los Goya. Aunque hasta ese día acumulaba un buen puñado de nominaciones, todavía no había conseguido llevarse un "cabezón" a  casa. Su discurso de agradecimiento fue uno de los más brillantes, sinceros y coherentes que recuerdo.


 



     Empezó reconociendo que no se lo esperaba, y supongo que lo decía de verdad porque todo el mundo daba como favorita de la noche a La gran familia española de Sánchez Arévalo. Dijo, no sólo que no se lo esperaba, sino también que estaba acostumbrado a perder, que era del Atleti y que incluso había escrito una novela con ese título: Saber perder.

     Dijo, también, una de las cosas más lúcidas que he escuchado últimamente acerca de la difícil relación entre España y Catalunya o, más bien, entre españoles y catalanes. Vino a decir David Trueba que, quizá, lo mejor sería que los madrileños, los extremeños, los castellanos, los andaluces... nos diésemos un paseo por Catalunya para decirle a los catalanes lo hermosa que es su tierra y lo mucho que los queremos. En este tiempo de amenazas contra la expresión libre, democrática, soberana y pacífica de la voluntad de un pueblo, no recuerdo a muchos diciendo algo tan sencillo y coherente como lo que vino a decir David Trueba con su Goya en la mano. 

     Hace cuatro o cinco años compré y leí su novela, después de escuchar su discurso de agradecimiento en la Noche de los Goya decidí releerla. Durante algo menos de una semana volví a encontrarme con unos personajes que ya conocía y volví a recorrer con ellos el camino hacia sus pequeñas y grandes derrotas. De todas ellas la más brutal, la más desoladora, es la de Leandro; porque su derrota llega cuando ya debería haber aprendido de la vida, porque su derrota llega cuando ya no queda tiempo para remontar. La de Lorenzo es la derrota del hombre mediocre que, queriendo ganar un poco más, lo fue perdiendo casi todo sin darse cuenta. Lorenzo comete un acto abominable y, sin embargo, con su derrota a cuestas, con el deseo de aprovechar el tiempo extra concedido; no soy capaz de juzgarle y condenarle. David Trueba es del Atleti, sin embargo, a Ariel, el personaje futbolista de esta novela, no lo imagino más que jugando en el Real. Ariel sufre sus pequeñas derrotas en la cancha y en la grada, pero su gran derrota esta por llegar cuando se dé cuenta de que, futbolista excepcional o no, no fue capaz de salirse del guión que otros van escribiendo por él. Y queda Sylvia, y a Sylvia le quedan un montón de años para llenar su mochila de derrotas cotidianas que dolerán menos cada vez porque Sylvia, quizá, cuando llegue a vieja se de cuenta de que ha conseguido ganar. 

     Leyendo sobre estas derrotas ajenas se comprenden mejor las propias. Porque es innegable que todos, "todos llevamos una derrota escondida".




 
     "El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento. Es el deseo de desear". 

     Así arranca esta novela de David Trueba, este es su primer párrafo. Recomiendo a los familiares y amigos íntimos que leen este cuaderno virtual que continúen leyendo, que aprendan con cada derrota, que celebren con euforia desmedida cada victoria y que al final, cuando lleguen a viejos, se den cuenta de que han ganado.


viernes, 23 de mayo de 2014

La casa del propósito especial



     Este cuaderno virtual sigue acumulando retraso. En notas escritas o dictadas al móvil se amontonan capítulos no escritos. El mismo retraso que se va acumulando, cuando el tiempo libre es un bien escaso, en los libros nuevos no leídos. En nuestras estanterías de Ikea, con cada viaje, con cada cumpleaños, se van amontonando nuevos libros que, pacientemente, esperan ser leídos.

   

   
     Compré este libro mirando sólo el nombre del autor. Reconozco que no le presté mucha atención a la breve sinopsis escrita en las páginas de la revista del Círculo. Mirando la foto de arriba se advierte claramente que el nombre del autor destaca, por tamaño y color, sobre el título del libro. Ese John Boyne en letras grandes y rojas, después de haber disfrutado tanto leyendo El niño con el pijama de Rayas, fue un reclamo perfecto para mí.

     Cuando el libro, por fin, llegó a Noruega, volví a leer la sinopsis escrita en su solapa. Esa vez tampoco le presté mucha atención. Coloqué el libro en su estantería, junto a El niño..., y allí lo dejé unos meses, retrasando gustosamente su lectura.

     Hace más o menos dos años pensé que ya era el momento de leerlo. Lo saqué de su estantería y esta vez sí leí con atención la breve sinopsis de la solapa. La sinopsis me gustó tanto que decidí que ese no era un buen momento para empezar a leer el libro. No puedo recordar ahora qué andaría haciendo en ese momento dos años atrás, pero imagino estaría liado con el montaje de algún vídeo, liado hasta el punto de necesitar un libro más "fácil" o más corto. El caso es que La casa del propósito especial fue devuelta a la estantería con la esperanza, eso sí, de un pronto regreso a mis manos y de una lectura concentrada.

     Imposible recordar cuantos meses pasaron hasta que decidí que ahora sí. Saqué el libro y volví a leer la sinopsis. Satisfecho y feliz por el viaje que me iba a pegar por la Rusia de los Romanov y la Revolución bolchevique, empecé a leer el libro. Creo que no llegué a la tercera página. Los nombres de Zoya y Georgi Danilovich Yáchmenev se me atragantaron, no fui capaz de digerirlos y en aquella primera o segunda página terminó el viaje. El libro fue, de nuevo, devuelto a la estantería; esta vez sin promesa ni fecha de regreso.

     Como ya señalé en este cuaderno virtual, hace pocos meses releí El niño con el pijama de rayas, y al llegar al final enlacé, sin pensarlo,  su última pagina con la primera de la historia de Zoya y Georgi. Me olvidé de los apellidos, me concentré en los nombres y empecé a viajar. Recuerdo que era de noche, que Nathaly veía algo en la tele, que Matías dormía, Kevin estaba en su dormitorio y Erik tumbado en su sofá. Pasado el segundo capítulo: "El príncipe de Kashin", la lectura empezó a tomar velocidad de crucero y en apenas 4 ó 5 días el viaje llegó a su fin. Fueron 4 ó 5 días hermosos, muy hermosos; sentado al calor de mi chimenea, viendo la nieve en el jardín, pude sentir el frío de los caminos en la Rusia de los Zares.

     No me costaría nada hacer un resumen del libro un poco más largo que la sinopsis de la solapa. Pero no quiero quitarle el placer de descubrirlo a futuros lectores. Por cuánto tiempo habitará, de nuevo, el libro en la estantería. Quién sabe. Quizá una tarde cualquiera Nathaly lo rescate, quizá Erik más adelante, tal vez Kevin en unos años o puede que Matías muchos años más tarde. Hasta cuando permanecerá el libro dormido. Quién sabe. Puede que, en algún tiempo más, yo decida hacer de nuevo el mismo viaje. Siempre me gustó regresar a algunos lugares.

     Terminado el libro, el nombre de Zoya queda en la memoria para siempre. Queda también el deseo de que Zoya hubiera sobrevivido, de que Zoya, antes de serlo, hubiera sido la niña apasionada, sincera, bondadosa y valiente de esta historia; y que, de haber sobrevivido, siendo ya Zoya, se hubiese convertido en la anciana apasionada, sincera, bondadosa y valiente de esta historia.

     Recuerdo perfectamente que terminé el libro una noche. Nathaly buscaba información sobre un medicamento en su Ipad y le daba el pecho a Matías. Erik y Kevin estaban en casa de su padre. Cerré el  libro, cogí mi móvil y busqué indicios y pistas de la verdad. Encontré especulaciones, sospechas, mentiras, fraude y un montón de viejas e impresionantes fotografías.

   


     Pocos minutos después de publicar el capítulo El niño con el pijama de rayas, mi amigo Fernando dejaba un mensaje de Whatsapp recomendando La casa del propósito especial. Ni él sabía que yo lo había leído, ni yo sabía que él tenía este libro. Hace unos meses, Matías estaba a punto de llegar, recomendé a Fernando leer Hacia rutas salvajes y dio comiendo un frenético envío de fotos de libros leídos y por leer. En momentos como ese echo de menos esa cervecita apresurada o esa copa de fino y tiempo infinito para poder hablar de los libros que leímos, de los que estamos leyendo y de los que, pacientemente, esperan su turno en las estanterías de casa. Suerte que tenemos Whatsapp. 
     
     Desconozco si mi amigo Fernando también deseó que Zoya hubiera sobrevivido; pero sé, el mismo me lo "whatsappeo" que, el mismo día o noche en que terminó el libro, buscó indicios, pistas y viejas fotografías. 

viernes, 16 de mayo de 2014

Fin de liga


     Como lo prometido es deuda, madrugo un poco este sábado 17 de mayo, en el que Atleti y Barcelona jugarán a las seis de la tarde una final en el Camp Nou para decidir el campeón de Liga.
El Madrid enterró todas su opciones, que no eran pocas, en los últimos tres partidos. Desde el regreso de Munich, donde vapuleó al Bayern de Pep, no le ha ganado a nadie. Los rivales tampoco estuvieron finos, pero el Madrid o no creyó que fuesen a pinchar tanto y dio la Liga por perdida antes de tiempo o desde el pitido final en Munich sólo es capaz de pensar en final de Lisboa.

     Hoy, 17 de mayo, Día Nacional de Noruega, a pesar de que el Madrid no está en la pelea; reconozco que se juega el final de Liga más apasionante que recuerdo. Hoy tengo un trabajo importante en el Opera de Oslo y no sé si llegaremos a casa antes de las 18.00. En caso de llegar a tiempo para ver desde el inicio o para ver desde el minuto que sea, estaría fantástico que MAX TV me diera el partido y así poder disfrutar en la "tele grande" sentado en mi salón de este partido de fin de Liga, de este partido ajeno, de esta tarde de sábado futbolera sin nervios.

     Podría haberme ahorrado esta media hora de despertar antes que el resto de la casa y cumplir con lo prometido esta tarde, más o menos a las 20.00, señalando y felicitando al justo campeón. Porque el campeón, si no hay árbitro mediante, siempre lo es con justicia; independientemente del tipo de fútbol que su filosofía o sus jugadores le permitan u obliguen a practicar. Podría haberme ahorrado estos tres párrafos anticipados, decía, pero entiendo que no sería valiente por mi parte no mojarme en estas horas previas a una tranquila tarde de sábado futbolero, de fin de Liga en la que mi Madrid no se juega nada.

     Tengo amigos del Barça, más de un lector de este cuaderno virtual lo es, por ellos y por el zas en la boca a muchos estaría bien y tendría su morbo que ganase el Barça. Además con una victoria del Barça los nervios y la moral del Atleti pueden quedar hechos trizas. Y no olvidemos que en sólo una semana la mañana de sábado será muy distinta a la de hoy: levantarse con el Hala Madird, poner la bandera en el porche, ir a comprar con la camiseta puesta, preparar la comida para los invitados que vendrán a ver la final y destrozarme las uñas cuando se vaya acercando la tarde, una tarde de fútbol que ya no será tranquila, ni ajena. Pero dejemos lo de Lisboa, para el 24.

     Decía que por mis amigos "culeristas" y por el pinchazo a la moral del Atleti si gana el Barça, pues mira, hoy no me va sentar tan mal; pero, a pesar de lo dicho, honestamente yo hoy voy con el Atleti. Creo que se lo merecen, creo que han hecho mejor temporada, creo que en los últimos partidos, cuando era tan fácil haber sentenciado, simplemente les entró el vértigo de la víctoria; pero se lo merecen. Paso de esa memez de que son el equipo del pueblo, qué chorrada, también paso de eso de que tienen más huevos que nadie, otra tontería; pero es verdad que hoy, esta tarde creo que se lo merecen. Y además, si pienso en el último partido del Barcelona en Elche, creo que Atleti gana hoy. En Elche no estuvo Mesi, como casi en todo el año, (sólo le dio por aparecer un rato en el Bernabéu), no hubo pasión, no hubo garra, no hubo lucha, no hubo rabia y eso que sabían que un postrero gol del Atleti frente al Málaga (que a punto estuvo de llegar y que una mano fantástica de Willy Caballero convirtió en córner) los dejaba sin Liga y los condenaba a un bochornoso pasillo al campeón en la tarde de hoy.

     Sea como sea, la final es esta tarde y nada vale todo lo hecho hasta aquí: todo lo bueno se puede convertir en nada y todo lo malo puede quedar olvidado. Noventa apasionantes minutos que espero disfrutar tranquilamente en el salón de casa. Al terminar el partido consignaré el nombre del campeón, felicitaré a mis amigos si fue el Barça y pondré una foto del Atleti. Si gana el Barça no hay foto, por ahí no paso.

     Y mañana, hablamos de libros y puede, Dios lo quiera, que también de baloncesto.

   

jueves, 8 de mayo de 2014

Gol de Bale

               
       
     El Real Madrid ganó el pasado Miércoles Santo su décimo novena Copa del Rey. Aunque lo celebré como un niño chico, grité el segundo gol como un poseído y me abalancé sobre Matías y Kevin para comérmelos a besos; no pensaba escribir nada sobre este título. Y no pensaba hacerlo porque el miedo a lo que quedaba pesaba más que la alegría por lo conseguido.

     Cada año hay tres títulos importantes en juego: Champions, Liga y Copa del Rey y, para qué engañarnos, este último es sin duda el menos valioso. Por eso, teniendo en cuenta que en la Liga no dependíamos de nosotros mismos y que nos había tocado el temido Bayern de Pep en semifinales de Champions, era lógico y comprensible que estuviese un poco cagado con lo que se avecinaba.

     Dos semanas después de celebrar esta décimo novena Copa del Rey, mi Madrid le dio un señor repaso a sus dos bestias negras: el Bayern de Munich y Pep Guardiola. Un día después el Atleti de Madrid se deshacía del Chelsea de Mou. Habrá final española en Lisboa. Será la Décima o la Primera. Morbo y mucho miedo a perder, miedo a que gane el otro.

    Ayer, miércoles 7 de mayo, mi Madrid enterraba, con un postrero gol del Valladolid, casi todas sus opciones de luchar por el título de Liga y, lo que es peor, resucitaba al peor Barça de los últimos años y lo convertía en aspirante que depende de sí mismo. Más miedo, mucho miedo. Porque, para que engañarnos, en una temporada en la que el Barça no gana nada, nosotros ya ganamos algo. Ganar la Copa y que el Atleti gane lo demás es malo; pero ganar la Copa y que el Barça gane la Liga y que el Atleti nos gane en Lisboa es pésimo.

     Sería idiota no reconocer que hay miedo y que el miedo conduce a la superstición y que la superstición genera más miedo. Pero también hay que suponer que los demás también tienen miedo, el mismo miedo a perder, miedo a que gane el otro.

     Por eso dando la Liga por perdida y confiando en que los once que jueguen en Lisboa lo hagan de maravilla, desde ahora mismo le doy la espalda al miedo y la superstición, y celebro como se merece la décimo novena Copa del Rey y el majestuoso Gol de Bale que da título a este capítulo futbolero.

     Antes de la fotografía de abajo hay una jugada eléctrica, un contragolpe improvisado, un pase medido de Coentrao y un toque en largo, una falta desesperada, una carrera de vértigo, un persecución inútil y un gol heroico. Vi el gol en directo, en la pantallita de mi ordenador y lo canté y lo salté y besé a mi pequeño Matías que no entendía qué ataque de locura le había dado a su papá y besé a Kevin y me puse a imitar el ratatatá de Sergio Lull.
     Al día siguiente antes de salir para Sjusjøen lo vi y lo vi y lo volví a ver otra vez y se lo enseñé a Erik y Kevin y no descansé hasta que Nathaly también lo vio y, cuando llegamos a la cabaña en Sjusjøen, se lo puse a Martin y lo vi, lo vimos y lo volvimos a ver y todavía no me canso de verlo. Por eso, familiares y amigos íntimos seáis del equipo que seáis mirad el vídeo del gol del Bale y escuchad como lo canta Camacho. Qué maravilla! Mi amigo Fernando me sugirió, vía whatsapp, que le dedicara unas líneas en este cuaderno virtual a los tres últimos goles de Mesi en el Bernabéu; supongo que mi amigo Fernando no dudará en reconocer que, puestos a hablar de fútbol,  este gol de Bale merece mucho más esas líneas.
     Resulta gracioso y un poco esperpéntico que el comentarista de TVE intente justificar el grito de un madridista ante un golazo que vale una décimo novena Copa ante el eterno rival. Camacho no es, no puede ser neutral, aunque su contrato así lo diga, como tampoco lo sería o podría serlo el "Lobo" Carrasco. Y qué bueno que así sea.






                              



      Celebrada como se merece nuestra décimo novena Copa del Rey y el majestuoso gol de Bale, prometo volver a anotar en este cuaderno virtual los resultados de Liga y Champions, sea cual sea el ganador porque, en la euforia de la victoria y en la tristeza por la derrota, hay que saber ganar y perder.
Qué esto no es más que un juego, un bendito juego, pero no más. Y si hay que escribir de los goles de Mesi que pueden valerle una Liga al peor Barça de los últimos tiempos, pues se escribe; y si hay que escribir de la primera Champions del Atleti, pues se escribe también. Pero miedo, quién dijo miedo.





martes, 6 de mayo de 2014

Sjusjøen


   
     Salimos un poco más tarde de lo previsto y el día está algo lluvioso. Este año no hay viaje a mi Semana Santa andaluza, no hubo Domingo de Ramos esperando a la Borriquita y no habrá Madrugá en Sevilla. El Miércoles de Pasión se cerró con un carrerón de Bale y un triunfo. Hoy, jueves,  ponemos rumbo a unas vacaciones de Pascua diferentes, cuatro días en Sjusjøen en una cabaña, una Påske a la noruega que nos recibe este Jueves Santo con un día frío y neblinoso.




     El frío y la neblina desaparecen nada más pisar el interior de la cabaña. Terje y Waleska tienen el fuego encendido y la cabaña tiene todas las comodidades imaginables. El lugar y la compañía son perfectos para disfrutar de una Semana Santa diferente: más de un metro de nieve en la calle, buena comida, chucherías y chocolate por kilos y películas de zombies y Poirot.

   

     El segundo día en Sjusjøen amanece con un Sol espléndido que nos acompañará ya durante todas las vacaciones. Aunque el metro de nieve que tenemos en la puerta parezca indicar otra cosa, a partir de hoy resulta innecesario encender la chimenea.




     Martin, Erik, Kevin y Stefan, pueden dormir hasta tarde y cuando despiertan están de buen ánimo para posar delante de mi cámara. De vez en cuando hasta dejan a un lado los múltiples dispositivos móviles que se han traído y nos acompañan a pasear bajo este fantástico Sol primaveral.
     Matías está feliz de estar rodeado de tanta gente, esta feliz de poder jugar con sus hermanos y primos y de tener su nueva silla de IKEA que le permite estar más cómodo y más cerca de la mesa (ahora ya no tenemos miedo de que tire del mantel y arrample con todo). Todos estamos pendientes de sus carreras por el suelo, de sus subidas a la mesa chica, y de sus reclamos a la hora de la comida para que le pongamos miguitas de pan en la bandeja de su silla. Bien protegido del frío y del Sol, acostumbrado ya a sus gafas, se duerme de inmediato cada vez que salimos a pasear.

   


     A la vuelta del paseo es tiempo de preparar un aperitivo y tomarlo tranquilamente en la terraza. No falta el vino, la cerveza o el café para acompañarlo. Aunque Matías parece querer ayudar a preparar la cena, tenemos que reconocer que el mérito de lo fantásticamente bien que hemos comido lo tienen Waleska y Nathaly, que hasta consiguieron multiplicar el escaso pescado que llevamos para el Viernes Santo. Lo de la falta de pescado se debió a un malentendido que hizo que llevásemos la mitad de pescado y el doble de cordero. Por cierto, qué maravilla de pierna, asada con sus hierbitas y sus patatitas al horno SIN mahonesa. Y después de las cenas pantagruélicas más vino, más cerveza y más chuches y chocolate. Tampoco está tan mal esta Semana Santa a la noruega, ahora que lo pienso.




     Los días pasan rápido, pero alcanzan para mucho. Hacemos un poco de turismo y damos largos paseos hasta descubrir un bar en lo alto de la montaña. Terje y todos los críos se atreven con la sauna como Dios manda, con salida y revolcón por la nieve incluidos. Como las fotos van quedando bien los críos le cogen gusto a eso de posar y todos reclaman copia de la foto para subirla a su Facebook o Instagram.

      Precisamente la valla de madera en la que posan en la foto de abajo, me convirtió, sin lugar a dudas, en el ganador del premio a la mejor anécdota del viaje. Debo reconocer que el premio también podría llamarse el premio a la caída más tonta, o a la pasada de frenada más estrepitosa. El caso es que me dio por emular a mi madre en aquello de hacer piruetas a destiempo, y durante un rato me sentí orgulloso de poder sentarme en la valla de un brinco y sin usar las manos. Sobre todo me sentía orgulloso porque los críos, tantísimos años más jóvenes y con tantísimos kilos de menos no eran capaces de hacerlo. Los mayores finalmente lo consiguieron y volvieron al interior de la cabaña y  a sus dispositivos móviles. Mientras Kevin y Stefan lo intentaban una y otra vez, a mí me dio por hacer una última exhibición. Terje, que no me había visto saltar hasta entonces, me ofreció una ayuda que yo rehusé con algo así como "pero que me estás contando...". Puse tanto ímpetu en el salto que me pasé de frenada y a partir de ahí controlar todos mis kilos y mis años de más fue misión imposible; de manera que mis huesos y kilos fueron a dar en el suelo al otro lado de la valla. Como por suerte no me rompí nada y Nathaly no vio la caída, después de un primer momento de susto general (imposible olvidar la cara de Terje y los gritos de Kevin) el descojone fue apoteósico. La caída no está grabada, pero sí las risas y un último salto, para recomponer mi orgullo magullado, que esta vez no acabó en fracaso. Para alivio de los familiares y amigos íntimos y sobre todo mi madre, que leen este cuaderno virtual, sostengo que la caída, pese a su espectacularidad, no dejé secuela alguna y que, en el momento en que esto escribo, estoy en plena forma, deseando empezar a patear pelotas con Kevin y Matías en el jardín.




     El resumen es que pasamos unos días estupendos en los que disfrutamos del Sol, de la nieve, de los largos paseos, de la comida, del vino y la cerveza y de los kilos de chuches y chocolate que nos metimos en el cuerpo; pero lo mejor de todo, sin duda, fue la compañía. Muchas, muchas gracias, tusen, tusen takk Terje og Waleska por invitarnos.




   
 Y dicho todo esto debo añadir que en uno, dos o tres años me gustaría regresar por Semana Santa a Córdoba y salir el Domingo de Ramos con mi niño de la mano, siguiendo a la Borriquita con su Jesús triunfante desde y hasta San Lorenzo y pasando por la puerta de mi casa. Terje, Waleska, estáis invitados a la mejor Semana Santa del mundo, la de mi Andalucía.  Prometo que no faltará el potaje de bacalao, el fino de Montilla, la cervecita fresquita y las pipas.


lunes, 5 de mayo de 2014

Micifuz y Robustiana






     Hoy Matías cumple 10 meses y, como se puede ver en la foto de arriba, la gran novedad es que por fin tenemos un diente. La foto es de hace unos días. Ahora sigue siendo un diente solitario en su boquita, pero un poco más grande. Matías le va cogiendo práctica a eso de dar mordiscos y a la que te descuidas te clava su diente único en cualquier parte del cuerpo. Tengo motivos para asegurar que a veces es bastante doloroso.

     En el tema comidas, la verdad es que no hemos avanzado mucho; el progreso más significativo es que definitivamente a Matías, igual que a su papá, le gusta mucho el pan. Mientras nosotros comemos, le ponemos miguitas de pan en su sillita y él se las va comiendo solito. El otro día, utilizando el mismo sistema, probó los espaguetis y también le gustaron bastante.
     El problema que está presentado esto de darle miguitas de pan, es que él todavía no distingue lo que es pan y lo que es pelusa en la alfombra. Cuando está jugando hay que andarse con mil ojos para que no recoja cualquier cosa del suelo y se la eche a la boca.

      Matías no camina todavía pero cada día controla mejor su cuerpo. Se sigue encaramando a las estanterías y ahora ha descubierto que también se puede encaramar a la manilla de la puerta de la terraza. Le gusta ponerse de puntillas y mirar por el cristal. Otro de sus grandes descubrimientos de este mes ha sido el hallazgo de que puede gatear alrededor del sofá. Le gusta desaparecer por un costado y gatear deprisa, muy deprisa, a todo dar, hasta aparecer por el otro costado con la boca muy abierta, esperando ver nuestra cara de sorpresa. También ha aprendido que si tira de la funda del sofá se acerca el mando a distancia de la tele.

     Celebramos el 1 de mayo en Fetsund Lenser, el día estaba espléndido y el Sol, aunque parecía calentar poco, lucía radiante. El lenser estaba lleno de gente y el momento culminante llego con la interpretación de La Internacional por la banda de música del pueblo. Al día siguiente Matías tenía la carita bastante colorada y una especie de reacción alérgica en todo el cuerpo. Kevin, a la vuelta de las vacaciones de Pascua, tenía los mismo síntomas. El médico le dijo a Kevin que era un eczema solar sin mayor importancia y que desaparecería a los pocos días. Como el mismo Kevin dedujo, Matías tenía lo mismo. El caso es que el 1 de mayo, aunque el Sol lucía radiante, Matías apenas estuvo expuesto a sus rayos; rayos que, a decir verdad, parecían calentar bien poco. Una interpretación más poética del caso vendría a decir que tal vez Matías, sabiendo que su papá es manifiestamente de izquierdas, decidió celebrar su primer 1 de mayo, poniéndose un poco más rojo de la cuenta.
     Para que los familiares, amigos íntimos y, sobre todo abuelas, que leen este blog, no se alarmen; tengo que decir que el enrojecimiento de sus mejillas ha ido desapareciendo poco a poco, que hoy su piel está casi perfecta y que ninguno de los días anteriores Matías estuvo molesto.

     Matías cumple hoy 10 meses y la idea era viajar a Córdoba y pasar allí el día de María Auxiliadora y la Feria y que cumpliera los 11 meses camino de El Rocío. Por motivos laborales y, porque, para qué engañarnos, la economía no nos alcanza para tanto, este año no va a poder ser. Esperemos que el año que viene SÍ.

     A modo de consuelo y para empezar a prepararnos para el año próximo, para celebrar su décimo cumplemes, hoy le dedicamos esta sevillana de los Cantores de Híspalis. A ver si el año que viene, por estas fechas, mi niño es capaz ya de chapurrearla un poquito.

   
     
                               



     Por lo demás, como puede verse en la foto de abajo, la primavera ha llegado a nuestro pueblo y Matías ya empieza a disfrutar del jardín. A partir de este domingo mamá tendrá un montón de tiempo para estar con Matías al aire libre: el tiempo se anuncia bueno y mamá tiene más de dos meses de segundo turno de permiso de maternidad. Eso sí, aunque los rayos del Sol parezcan calentar poco o estén ocultos entre las nubes, por si acaso le vamos a poner protección solar cada día.