viernes, 28 de marzo de 2014

El niño con el pijama de rayas



     Temo no equivocarme si sostengo que la juventud, hoy y en general, lee poco; al menos lee pocos libros. Erik, con sus jovencísimos 16 años no es una excepción. Por eso me sorprendió cuando llegó a casa un día, contándome que acababa de leer un libro en la escuela, que lo había leído en muy poco tiempo, que no era muy largo, la verdad sea dicha; y que le había gustado muchísimo. Después de atinar con la traducción, me acerqué a la estantería y saqué El niño con el pijama de rayas. Ahora el sorprendido fue Erik, al ver que yo también había leído su libro y que además lo teníamos en casa.

    Estoy seguro, bueno, casi seguro, de que los niños, hoy y en general, casi no leen. Kevin es una excepción. Desde los 7 años ha leído casi todas las noches un buen rato, antes de quedarse dormido. A veces, noches de viernes o sábado, ha leído hasta pasadas las doce; a veces, noches víspera de colegio, ha pedido poder leer un par de páginas más antes de tener que apagar la luz. Kevin leyó El niño del pijama de rayas unos cuentos años antes de lo que algunos recomendarían. Le gustó leerlo y comprendió la historia. Su profesor, sorprendido, sólo pudo felicitarlo.
      Ahora, con sus todavía 11 años de niño, Kevin lee menos, anda un poco distraído con su iphone, su ipad mini, su portátil... demasiados rivales tecnológicos para la humildes páginas de un libro. 

     Quería empezar este capítulo con un resumen del libro, escrito por Erik y Kevin. Me interesaba saber qué recordaban, qué se les había quedado fijado en la memoria y cómo lo contaban. Me interesa que empiecen a escribir porque, temo no equivocarme si sostengo, que los jóvenes y los niños, hoy y en general, no escriben. Erik y Kevin no son una excepción. Las cosas que recuerdan del libro, mezcladas con las cosas que recuerdan de la película me las han contado en la cena y así, si quiero, las puedo escribo yo. 

     La semana que viene quedaré con Erik a la salida del instituto, iremos juntos a la biblioteca y buscaremos un libro, corto, entretenido, interesante y en noruego. La semana que viene intentaré sacar un poco más de tiempo y subir al cuarto de Kevin, antes de que llegue la hora de apagar la luz, para terminarle de leerle el libro de Los Cinco que dejamos sin acabar antes de la mudanza. 
    






     A mí sí que me apetece volver a releer esta pequeña-enorme historia de John Boyne. Es la tercera vez que lo leo y podría hacer un buen resumen. Pero comparado con el resumen que podrían haber hecho Erik y Kevin, el que puedo hacer yo me parece muy poco interesante. Lo mejor es que me lo ahorre de escribir, no por pereza, y mis familiares y amigos íntimos no pierdan tiempo en leer mi poco interesante resumen de un libro que, supongo, la mayoría ya habrá leído. Sí no lo han hecho, deberían correr a la librería más cercana, comprarlo y empezar a leerlo hoy mismo.

    Aunque, en realidad, supongo que todos los familiares y amigos íntimos que leen este cuaderno virtual, ya habrán leído El niño con el pijama de rayas, por si alguno no lo hubiera hecho todavía y en un arrebato decidiese salir corriendo a la librería más cercana, comprarlo y empezar a leerlo hoy mismo, y por si a alguno de los familiares y amigos íntimos que leen este cuaderno virtual y no han leído El niño con el pijama de rayas es muy sensible y no le gustan las historias tristes; debo advertirles que esta es una historia muy triste y que, además, esta triste historia de Bruno y Shmuel, capítulo tristísimo de uno de los periodos más tristes, oscuros, enfermos y malignos de la historia de Europa, acaba mal. Coincidiendo con la última página no hay un rayo de esperanza, no hay final feliz ni nada que se le parezca, sólo un final triste y demoledor.

     En las primeras páginas, Bruno se pregunta por el trabajo de su padre. Bruno tiene claro a qué se dedican los padres de sus amigos: un carnicero, vende carne; un carpintero, hace muebles; pero Bruno no sabe cuál es el oficio de su padre. Bruno sabe que su padre viste un elegante uniforme, pero no sabe en qué consiste su trabajo y, además, nadie tiene tiempo y ganas de explicárselo o, quizá, es que nadie quiera o sepa explicar el trabajo del elegante padre de Bruno.
     Después de releer estas primeras páginas, pienso algo en lo que no había reparado antes. Qué les habrán contado a sus hijos personajes como Urdangarín o Bárcenas. Porque, no tengo miedo de afirmar que los niños y los jóvenes tienen una curiosidad infinita y una de las cosas qué más les interesa es saber a qué se dedican sus padres. A los niños les gusta correr al colegio y decir aquello de mi padre es bombero, apaga incendios y ayuda a la gente, el mío cocinero, cocina unos platos riquísimos y tiene un bar en...; pero imagino lo triste que tiene que ser para un niño eso de llegar al colegio y decir mi padre es banquero, hace que crezca el dinero de los que más tienen, él mismo gana mucho dinero, y hace que los que menos tienen tengan cada vez menos; mi padre es político, no hace nada, pero habla y grita mucho y viaja un montón y gana bastante dinero y el que le sobra lo pone en unos sobres y lo reparte con sus colegas, mi padre dice que tiene una fundación..., uff, terrible, no, no, sin duda es mejor que los hijos de estos personajes, heridos de ambición, no tengan que pasar la vergüenza de tener que explicar a qué se dedican sus padres. Les basta con saber que sus papás visten trajes elegantes, total, parece que las mamás de estos niños inocentes también desconocen a lo que se dedican sus maridos.

     La historia de Bruno se pone triste cuando su elegante padre asciende y con el ascenso llega un traje más elegante y una mudanza a un lugar horrible. Bruno ni siquiera tiene tiempo de despedirse de sus tres mejores amigos para toda la vida. Lástima que los hijos tengan que pagar el coste de los trajes elegantes, de las brillantes carreras y del tiempo-oro de sus padres.




     Yo estuve en Auschwitz, era el director de fotografía de un documental sobre Violeta Friedman, una niña que pudo sobrevivir al horror. Rodamos en primavera, el Sol era intenso, el aire limpio, los colores brillantes. Aunque vi las alambradas, los barracones, las literas apiñadas, las vías del tren, las cámaras del gas, los hornos, la enorme chimenea, las maletas, las gafas, los cabellos; aunque vi todos los restos de la tragedia, con aquel Sol intenso, aquel aire limpio, con los colores brillantes de la primavera era difícil pensar que en realidad toda aquella maldad, todo aquel espanto había sido posible, que no era sólo la triste historia de un momento tritísimo que un buen novelista imaginó.



martes, 25 de marzo de 2014

Jakten på Juleskurken



     En mitad de nuestra Navidad española, entre los regresos a Barcelona y Córdoba, pasamos unos días en casa, en nuestra nueva primera casa que apenas hemos empezado a disfrutar. Sólo once días entre viaje y viaje. En estos días tenemos que grabar una nueva obra de Skedsmo Amatørteater, el montaje queda para la vuelta.

     Noruega es un país grande, relativamente poco poblado, un país con un envidiable sentimiento nacional que cohesiona su multiplicidad de dialectos; un país, en definitiva, amante y defensor de sus tradiciones. 
     Jakten på Juleskurken o Buscando al ladrón de la Navidad es una obra que suele representarse por todo el país en los días previos a la Navidad. El argumento podría resumirse así: uno de los ayudantes del Nisse (Papá Nöel o Santa Claus, para nosotros) es terriblemente vago, y mientras el resto de ayudantes se afana para terminar a tiempo los regalos que el Nisse dejará en cada hogar; él duerme y escucha música. Su plan consiste en robar los regalos que los padres, abuelos y tíos dejan en el árbol de Navidad y entregárselos al Nisse como si él los hubiera fabricado. Así viene haciéndolo año tras año, ayudado por el pobre Piperenseren, otro ayudante que muchos años atrás cometió el error de poner sal en el arroz con leche del Nisse, y que desde ese día es chantajeado por el vago Juleskurken. El plan del Juleskurken se vendrá abajo cuando el Nisse sea arrestado por la policía al entregar en una casa los mismos regalos que habían sido robados la noche anterior. Piperenseren, viendo al Nisse encarcelado, se arrepiente de colaborar con el Juleskurken y lo confiesa todo. Gracias a su confesión y a la fe que la niña de la casa tiene en el Nisse, el Juleskurken será finalmente descubierto y arrestado, Piperenseren perdonado, y el Nisse podrá repartir los regalos a todos los niños, deseándoles una muy Feliz Navidad.




     Este entretenido musical navideño ha sido la primera obra de teatro que ha visto Matías. Es obvio que sólo ha prestado atención a la música y a los colores, pero Nathaly me dice que ha pasado un buen rato, que le gustaba escuchar la música y que se asustó un poco en un momento en que se producía un ruido fuerte y repentino. La segunda vez que vio la obra Nathaly ya estaba preparada para taparle los oídos y la tercera vez ya ni se inmutó por el estruendo.
     Ojalá que en el futuro a Matías le guste el teatro tanto como a sus padres, desde ya tiene que acompañarnos cada vez que grabamos; confío en que esa asiduidad vaya fomentando en él la afición. Dentro de unos años seguro que tenemos la oportunidad de volver a ver este ladrón de la Navidad y Matías ya podrá disfrutar de mucho más que la música y los colores.




     Erik ya tiene 16 años y, ahora que tenemos dos cámaras en nuestra diminuta productora, ha empezado a aprender y ayudarme, de paso. Como a todo chaval de 16 años le gusta cargar con el trípode y la cámara, y entrar al teatro diciendo que pertenece al equipo de grabación. Yo, con su edad, casi no sabía lo que era una cámara de vídeo, pero es fácil imaginar cuánto habría presumido si hubiese podido tenerla.
     No sé si Erik querrá ser cámara o trabajar en televisión algún día, a su edad yo quería ser político y abogado, cosas normales de los 16 años, esa "edad que debería estar prohibida"; pero de momento se siente orgulloso de poder ayudarme, intenta aprender, hace lo posible por ser un poco más disciplinado y, por supuesto, le gusta ganarse algún dinerillo. Para el verano ya tiene tres días de trabajo remunerado conmigo y puede que salgo alguno más.




     Ésta es la tercera vez que grabamos para Skedsmo Amatørteater y para septiembre ya tenemos contratada la grabación y edición de su nuevo proyecto: el musical Sonrisas y lágrimas. Como puede verse en el showreel de abajo, para mí, de amateur tienen poco. La voz y la música es en directo y lo hacen tan perfecto que puedo utilizar la pista de audio de un show y la imagen de cinco. De verdad que son muy buenos. 


                                 



sábado, 22 de marzo de 2014

Quim y Vera






     Quim, Vera, y Matías entre ellos dos, son los nuevos miembros de nuestra pequeña gran familia española (hispano-chilena con un toquecito noruego en mi caso). Con Matías me estreno como padre y con Quim y Vera como tío. Siempre he pensado que los padres son para sus hijos algo así como los dueños del Olimpo, los tíos vendrían a ser los dioses menores que habitan ese Olimpo que yo me imaginaba de pequeño.

     Una tarde terrible descubrí que mi padre, vuestro abuelo, queridos Quim y Vera y también el tuyo querido Matías, no compartía con los dioses el don de la inmortalidad. Pero tanto él como vuestra abuela Matilde fueron para mi y mis hermanos nuestros dioses particulares, los que nunca nos fallaron, los que conseguían que todo fuera fácil, los que no dudaban en acometer pequeños y grandes sacrificios por vernos felices y por hacer de nosotros buenas personas. Papá y mamá, vuestros abuelo y abuela heredaron la grandeza de los dioses. En aquel pequeño Olimpo de pueblo que yo imaginaba, vivía también un montón de dioses menores: habitaban mi pequeño santuario las chachas de mi madre, parecían eternas en su vejez tan bien conservada, tan igual de verano a verano; también algún chacho, siempre de menos palabras. Mamá, vuestra abuela, sólo tuvo un hermano que nació y murió antes de que ella viniera al mundo. Tenía, a cambio, más de una decena de primos hermanos. Sus primos siempre fueron para mí "los titos". Papá, vuestro abuelo, era el segundo hijo de una familia de 8 hermanos. Todavía no he conocido a nadie que quiera tanto a sus hermanos como mi padre, él supo ser el mejor de los hijos, el mejor de los hermanos y el mejor padre que pueda imaginar. Sus hermanos eran los dioses menores más importantes que habitaban mi pequeño Olimpo infantil.

     Con los años, poco a poco, a veces casi sin darnos cuenta, a veces de golpe, a menudo con la erosión suave que va dejando la lluvia y una vez con la furia de un tsumani; a mi pequeño Olimpo infantil se le fue desconchando la pintura y le nacieron grietas en los pilares. Papá, vuestro abuelo, era grande, enorme, bueno, pero no inmortal. A algunos dioses menores se los llevó una edad más corriente para morir, para algunos la distancia resultó insalvable en el día a día,  y a otros una ola de capitalismo salvaje los borró de nuestro futuro. Y pese a todo, el pequeño Olimpo infantil sigue en pie, se asienta en el recuerdo, lo habitan los dioses menores que siempre estuvieron y que todavía siguen ahí, demostrándonos su cariño en la distancia, en el reencuentro y en los mensaje de whatsapp. Titos, titas, gracias por acompañarme todos estos años.
     Mi pequeño Olimpo infantil sigue vivo porque mamá, vuestra abuela, sigue siendo grande, enorme, buena, imprescindible, necesaria cada segundo. De sobra sé que no es inmortal, por eso le pido cada día al Dios y los Santos que habitan por encima de mi pequeño Olimpo infantil que le regalen a mamá, a vuestra abuela, muchos, muchos años de vida.

     Ahora que ando estrenándome como papá y como tío me gustaría ser para Matías un papá bueno, grande y enorme como lo fue el mío, y para Quim y Vera ser un diosito menor como lo fueron para mí alguno de mis tíos. No soy inmortal, por supuesto, pero ojalá les dure muchos años (tengo oficialmente solicitados 42 más) y ojalá que, a pesar de la distancia, esté presente en su día a día, y ojalá que ninguna ola de capitalismo feroz o cualquier otro pecado capital me borre de su futuro.

     Como soy primerizo en esta aventura de ser tío, me he escrito un decálogo:

     1.- Recordar siempre, siempre, siempre que Quim y Vera tienen a su papá y mamá, que son ellos los que toman las grandes decisiones, que Nathaly y yo somos sólo diositos menores.
     2.- No comparar. Por favor, por Dios, por todos los Santos, que no se me ocurra nunca preguntar con aparente inocencia cargada, en realidad, de cierta malicia, por las notas, por la estatura, por las clases de solfeo, por las clases de chino mandarín, con el objetivo de comparar a Matías con sus primos.
     3.- Alegrarme por cada pequeño éxito, por cada pequeña conquista de mis dos sobrinitos.
     4.- Intentar ayudar a papá y mamá con algo que yo sepa, con algo en lo que yo tengo otra experiencia; pero sin ser un hermano-cuñado terriblemente "pesao"
     5.- Respetar la personalidad de las dos personitas.
     6.- No manipular emocionalmente. Ejemplo práctico: yo soy madridista, muy, muy madridista, pero prometo no hacer nada de nada para que a Quim y Vera les guste el fútbol y mucho menos para que sean del Madrid. Que les guste lo que les de la gana y que sean del equipo que quieran. Faltaría más.
     7.- No hacerles sufrir. Esto parece obvio, pero pondré otro ejemplo práctico para explicarme. Una vez vi un partido de fútbol, un partido de mi Madrid, junto a mi padre y mi tío. Semifinales de Champions contra el Milán. La noche prometía, yo era feliz por el partido y porque estaba con mi padre y mi tío. El Madrid perdío 5-0, una terrible catástrofe en aquel momento de mi infancia. Mi tío no supo entender que aquello, de verdad, era una catástrofe para un niño.
     8.- Decirles la verdad. Vamos, tratarlos siempre como personitas primero, y después como  personas inteligentes. Hablar y hablar, hablar mucho con ellos, contarles de mi vida, de mis libros, de mis películas, de mis recuerdos, y preguntarles por su vida, por sus aficiones, por sus amigos, por sus juegos...
     9.- Quererlos. Quererlos mucho, quererlos como la parte imprescindible, la parte urgentemente necesaria de nuestra familia que son. En sus ojos, en sus sonrisas, en su personalidad habrá un montón de cosas que me recordará a mis padres y otro montón que me recordará a mi hermanita, la niña que tantos años dio sentido a todo lo que yo hacía, la mujer que hoy sigue manteniendo la sonrisa cuando a los demás se nos agria un poco la mirada.

     Me quedé corto con lo del decálogo. Leches, me falta uno...

     10.- Como les van a comprar un montón de ropa, un montón de juguetes, sus titos de Noruega les regalaremos un libro en cada cumpleaños y añadiremos otro en su carta a los Reyes Magos.

     En esta época de redes sociales, teléfonos inteligentes y amigos multimedia, confío en que Quim, Vera y Matías encuentren siempre un momento para usar medios un poco más arcaicos: confío en que disfruten de una tarde de playa y se harten de correr por la arena y se nieguen a abandonar el agua aunque estén tiritando de frío y tengas los dedos con textura de garbanzo. Me gustaría que cuando se vayan haciendo mayores alguna vez hagan algo tan revolucionario como escribirse una carta. Me gustaría que usen el teléfono para hablar porque están lejos y no para jugar cuando están cerca. Deseo que sean tan buenos primos como hermanos. Al final parte de mi éxito como padre y como tío consiste en eso: que Matías quiera a sus primos, que quiera pasar tiempo con ellos, que esté por encima de equipos de fútbol, que sepa ser él y comprender cómo son sus primos, que ni la distancia ni las olas de la vida los mantenga alejados.


     Me he estrenado tarde como papá y como tío. No hay planes de darle un nuevo hermano a Erik, Kevin y Matías, aunque si Dios quiere uno nunca puede decir que no. Sobrinos que vengan cuantos más mejor, cada uno es una alegría diferente, y además en casa tenemos un tito que aún tiene que estrenarse como papá.



miércoles, 19 de marzo de 2014

La gran Familia Española








     Sábado noche, al día siguiente hay Noche de Goyas. Teresa se ha quedado en casa, y mientras Matías duerme, su abuela, Nathaly y yo vemos La gran Familia Española. Terminada la película, Matías ya ha despertado y no hay tiempo para comentar si gustó más o menos.

     Antes de verla, pensaba que arrasaría en los Goya. Después de verla, tengo mis dudas. No es que no me haya gustado, que sí que me gustado y bastante; pero... Y sé que es muy fácil decir esto a toro pasado, cuando ya sé que la Noche de los Goya no fue la noche de La gran Familia Española; pero prometo estar siendo fiel a lo que pensaba la noche del sábado, incluso la mañana del domingo. El caso es que aquel "pero" con puntos suspensivos de mi noche de sábado se confirmó en la noche del domingo. No puedo decir si estoy o no de acuerdo con el resultado porque aún no he podido ver ni Caníbal, ni Vivir es fácil.

     Me gustan las pelis de Sánchez Arévalo, su forma de empezar la película suele ser brillante, después de esa primera secuencia irremediablemente estoy enganchado con la historia que me quiere contar  y, más que con la historia, con los personajes. Personajes tan normales como excentricos, tan comunes como peculiares. Sus personajes tienen algo reconocible, algo que los acerca, pero también tienen algo extravagante, una personalidad algo anormal que los hace interesantes...

     Quizá el problema es que sus películas empiezan tan bien, tan, tan bien, que luego resulta muy, muy difícil terminarlas igual de bien. Entre ese principio y su final hay siempre una buena historia, mucho humor y buenísimos diálogos. Queda al final, el agradable regusto de haber pasado un buen rato y el deseo de volver sobre esa misma historia algún tiempo más tarde.

     El caso es que finalmente la Noche de los Goya sólo le trajo uno a La gran Familia Española. Lo ganó Roberto Alamo por su papel como el hermano discapacitado. A pesar de que su interpretación- creación es fantástica; pienso, en realidad, que cualquiera de los actores de esta gran Familia Española,  podría haber estado nominado y ganado merecidamente el premio.
     Unos días más tarde Sánchez Arévalo publica una foto en Instagram besando la cabeza de Roberto Álamo. En el texto que acompaña la foto se lee: "El hombre que salvó mi hornilla". Buen perdedor, quizá sabedor también de que más pronto que tarde vivirá su gran Noche de Goyas. Javier Cámara, el otro actor premiado de la noche, publica el siguiente comentario a la fotografía de Sánchez Arévalo: "Álamo da brillo a la excelente hornada de actorazos que siempre están estupendos en tus películas"

   
 
 
                              


     Éste es un nuevo año de Mundial, en el pasado, en Sudáfrica,  fuimos campeones, este año, en Brasil, todo esta por ver. La fotografía que queda más abajo fue tomada la noche de la final. Aquí, en Bjørkelangen, las noches de verano son muy luminosas, y recuerdo perfectamente que tuvimos Sol hasta bien mediada la segunda parte de la final. En casa, estábamos solos Nathaly y yo; a los pocos minutos de empezar el partido, nuestro vecino Olav apareció por la puerta del jardín ataviado con una camiseta de España, que durante todo el día había utilizado a modo de bandera; prometiendo regresar con una copa de vino en el momento en que España marcase el primer gol. El bueno de Olav no pudo esperar tanto, a los cinco minutos de su primera visita ya estaba de vuelta con la copa prometida. Obviamente, a pesar de que mis nervios aconsejaban ver el partido en soledad, me vi en la obligación de invitarle a pasar para ver juntos la final, chapurreando en inglés y esperando celebrar los goles de España. El bueno de Olav, nada más cruzar la puerta, reparó en que el tamaño de nuestra televisión, para nada extraplana, no era el correcto. Como la suya era mucho más grande, en pocos segundos me vi sentado en su sofá, con una copa en la mano,  mirando el partido, chapurreando en inglés y esperando que de una vez llegaran los goles.
     Pero los goles tardaron mucho más de lo previsto en llegar, tanto que el bueno de Olav ya se había cogido una buena corgorza antes de que llegara la milagrosa parada de Iker y el histórico gol de Iniesta que puso la primera estrella de campeones en las camisetas de La Roja. Tras los abrazos y los gritos pertinentes y necesarios, con el pitido final fue imposible hacer desistir al bueno de mi vecino Olav de la loca idea de hacer una barbacoa en Bjørkelangen de madrugada.

     Éste también es año de Mundial, puede, con un poco de suerte, que esta vez lo veamos en Córdoba. Para cuando termine, seamos o no campeones de nuevo, y ya de regreso en Noruega, me apunto a una retrospectiva casera de las pelis de Sánchez Arévalo. Espero que Erik, que ya tiene edad, se apunte al ciclo y que al final de esas luminosas noches noruegas, podamos tomar algo en el porche de nuestra nueva casa y charlar un rato, que ver y hablar de cine nunca está de más.




     La última foto de Sánchez Arévalo en Instagram es de hace seis días. En ella se ve un rayo de Sol entrando furioso por una ventana. Sánchez Arévalo escribe: "Muchas veces escribir consiste en tener la paciencia necesaria para que la iluminación se cuele por tu ventana de forma breve e inesperada"


viernes, 14 de marzo de 2014

Rømskog Spa & Resort 2

     

     Empecé a volar tarde, no tanto como mi madre, pero tarde; con 30 años tomé mi primer avión y crucé medio mundo hasta aterrizar en Katmandú. Recuerdo que, nada más despegar de El Prat, el avión se inclinó para girar rumbo a Alemania, y al mirar por la ventanilla vi el mar muy cerca. Desconocía que esa era la maniobra necesaria para girar en el aire. No me recuerdo especialmente nervioso. Pensé que no podía ser que apenas llevase dos minutos en el aire y aquel aparato fuera a caerse, y como vi que el resto del pasaje no se inquietaba, seguí ojeando la revista de la Lufthansa.
    Después he tomado un buen puñado de aviones, he tenido algún vuelo movidito a Bilbao y algún aterrizaje violento en Málaga. No me hacía mucha gracia volar, y siempre que era posible tomar otra opción, la prefería. Pero, tampoco puedo decir que tenga pánico a los aviones. Durante una época, cuando tenía que volar un mínimo de dos o tres veces por mes, hasta llegué a acostumbrarme; pero nunca tanto como Nathaly que siempre consigue quedarse dormida antes del despegue.

     Ahora sí tengo que confesar que me he vuelto mucho más miedoso. Esta Navidad, volando a Málaga, tuvimos turbulencias y lo pase mal. La primera vez que volé en helicóptero, al final de un vuelo tranquilo, al piloto le dio por hacer una broma: de repente el aparato se aceleró y pareció acercarse mucho más de lo necesario a la casa del piloto, donde estaban su mujer y unos amigos esperando que aterrizásemos. Instintivamente le solté un codazo tremendo y en un inglés nervioso y más acelerado que el helicóptero,  le pregunté si necesitaba algo. Nathaly estaba sentada en la parte trasera y se reía. Obviamente ella había entendido la broma y yo no. Además, maldita la gracia y vaya mierda de humor noruego. Me bajé del aparato con las piernas todavía temblando, echando puteadas contra el piloto y casi jurando no volver a volar en esos aparatitos. Durante el momento de pánico, cuando creía que nos íbamos a estrellar, sólo pensaba en Erik y Kevin y en lo tonta que había sido la idea de que Nathaly también subiese al helicóptero.

     Pero el caso es que, por trabajo, he tenido que repetir la experiencia un par de veces más, obviamente con otro piloto. Por suerte los vuelos fueron agradables, plácidos, tranquilos y sin estupideces de última hora. Decidí que Roar sería a partir de ese momento mi piloto de confianza.

     Desde que terminamos el primer vídeo de Rømskog Spa sabía que en verano me tocaría volver a volar, obviamente le pedí a Nathaly que hablase con Roar; pero, para mi desgracia, mi piloto estaba de vacaciones en España el día señalado para la grabación. Amablemente me recomendó a un compañero suyo. Seguro que mis familiares y amigos íntimos pueden entender los motivos de mi preocupación, sólo tienen que pensar un poco en ellos mismos: seguro que tienen un médico, un carnicero, un abogado... de confianza, y a que jode cuando de repente no está y tenemos que confiar en uno nuevo, por muy recomendado que venga.

     Así llegó la tarde de rodaje y me tocó volar durante una hora y media con un desconocido. Además del vídeo del hotel, tenía que grabar para tres vídeos más en la kommuna de Rømskog. La idea de unir los dos proyectos había sido mía: mis clientes ahorraban presupuesto y yo me evitaba un vuelo más.
     El piloto resultó simpático y profesional, pero no era mi piloto de confianza. Roar ya sabe que tiene que ir un poco más lento cuando saco la cámara por la ventanilla, sabe como aproximarse o dar vueltas en círculo sobre el objetivo y, sobre todo, sabe que no me gusta que el dichoso aparato se embale aunque ya hayamos terminado de grabar.

     El helicóptero despega y veo como Nahtaly y Matías se quedan en tierra. Paso hora y media grabando y como loco por aterrizar, darle un beso a Nathaly y un montón de achuchones a mi churumbel.

   




     Nathaly y Matías, durante la espera, han disfrutado de las comodidades y atenciones del hotel. Mucho más tranquilo y feliz, veo alejarse el helicóptero, le doy un beso a Nathaly un montón de achuchones a mi churumbel, le hago su primera foto junto a la cámara de papá y disfrutamos de una buena comida, junto a los alcaldes de Rømskog, en la terraza del hotel.

     Todo ha ido perfecto, pero igual tengo que hablar con Roar para que la próxima vez coordinemos mejor el tema de sus vacaciones en España.





     Entre las vacaciones, las indecisiones del cliente y que el vídeo no era necesario hasta que la nieve hubiese desaparecido, terminar definitivamente el vídeo tomó un poco más tiempo de la cuenta. Por fin está listo, la gente del hotel feliz con el resultado y  esperando que sirva para promocionar Rømskog Spa & Resort.


                       
                                


jueves, 6 de marzo de 2014

Linus i Svingen



     Ayer Matías cumplió ocho meses. Este ha sido el primer mes en el que él y yo nos quedamos solos en casa. Mamá se va a trabajar a la farmacia y sus hermanos al colegio. Matías suele despertarse entre las 8 y las 9. Salvo que haya mucho barullo o que escuche un ruido fuerte, no suele despertarse de golpe. Empieza con algún sonidito que a veces parece una queja y a veces una risa suave. De a poco va cambiando de posición y liberándose del nórdico. Si de verdad hemos entrado en la fase de despertar, cualquier intento de volver a cubrirlo terminará en fracaso. Poco a poco Matías va abriendo los ojos y cuando me descubre a su lado sonríe y a mí se me cae la baba. Le gusta quedarse un rato jugando en la cama antes de que bajemos a la cocina. En una de estar mañanas de juego Matías se ha descubierto en el espejo. Parece que le gusta lo que ve.




     Nuestra rutina comienza con un ratito de juego en la alfombra del salón. Matías no suele hacer pis por la noche y este momento de juego nos sirve para hacer tiempo mientras se hace necesario el primer cambio de pañal del día. Una vez cambiadito, Matías me mira, mientras desayuno, sentado en su silla. Mamá siempre me deja una reserva de leche en la nevera. La caliento, lo justo, al baño maría. A Matías no le gusta la leche caliente. La gran novedad de este mes es que Matías ya es capaz de beber del biberón. Al principio, como tiene un poco de hambre, traga con avidez y un poco de impaciencia, pero conforme va quedando satisfecho le gusta coger el biberón él solito, y terminárselo sin prisa, bebiendo de forma intermitente, golpeando el biberón, con mucho ritmo, con la mano derecha, riéndose a carcajadas de vez en cuando; sobre todo cuando aprieta la tetina con sus deditos y le sale un chorrito de leche que cae en la nariz, los ojos y el pelo.





     Lo que no hemos conseguido es que le gusten los potitos. Da igual los ingredientes, el espesor, que tengan más o menos tropezones, la temperatura... Todos los intentos han comenzado con una cara de lo más chistosa, han seguido con un echar la cabeza para atrás acompañado de un abrir la boca y empujar con la lengua las molestas gachas, y han terminado con un tajante cerrar de boca. Puede que el problema sea la cuchara. No el tipo de cuchara, los hemos probado todos, sino la forma, el concepto de cuchara en sí. 
     Por suerte hemos conseguido que tome smoothie de frutas -directamente a la boca-, de cualquier sabor y a ser posible ligeramente fríos;  y una especie de gusanitos de toda la vida, pero adaptados para bebés. Vamos, un poco mas grandes.





     El gran momentazo de este mes ha sido cuando, coincidiendo con el aniversario del 23-f, y mientras yo me disponía a ver lo que terminó siendo un timo de programa; Matías tuvo a bien ponerse de pie por primera vez el solito.
     Aquella primera vez su "Tiny" le sirvió de apoyo, ahora ya utiliza los distintos niveles de las estanterías para ponerse de pie y de paso sacar algunos libros. De momento la mesa de la televisión todavía le da un poco de respeto. Se acerca a ella, pone las dos manos en su superficie -el otro día ya consiguió barrerme un disco duro-, se pone de rodillas, inicia el intento de ponerse de pie; pero a mitad de camino algo le frena y decide volver a sentarse. Seguro que el mes que viene la mesa de la televisión dejará de ser una zona segura.



 

 
 
      En un programa de Campeonísimos, Karlos Arguiñano terminaba contando que una vez en Jerez, una señora se le había acercado y le había dicho que él no podía ser vasco, que tenía que ser andalú, andalú; él le contestaba que no, que qué le iba a hacer, que era vasco. Y Matías es noruego, ha nacido en Noruega y va a vivir en Noruega.
     Hoy hemos ido a ver a Kevin interpretar magníficamente el papel del poderoso Thor en una función escolar. Es tradición que cuando se llega a la Sexta clase, los niños representen una función sobre la mitología escandinava. Es la primera vez que Matías ha estado en la escuela de sus hermanos, y por mucho que a mí me hubiera gustado un colegio salesiano para él,  ésta misma será su escuela; y cuando llegue a la Sexta clase le tocará hacer de Odin, o de un vikingo, o de un príncipe de Jotunheim.

     Si Dios quiere, me gustaría estar en el patio de mi colegio el próximo 24 de mayo. Quisiera decirle a Matías, aunque no me entienda, que Ella lo ha hecho todo, y seguro que mientras le cuento se me caen dos lagrimones más grandes que el "poli" del colegio. Si volvemos a casa para el 24 de mayo habrán pasado ya más de cuatro meses desde nuestro último regreso. En sus primeros seis meses, Matías viajó a Córdoba, a Nerja, a Sevilla, al Rocío, a Barcelona, y otra vez Córdoba y El Rocío y Sevilla. Un ritmo imposible de mantener. Ojalá el 24 podamos estar recorriendo el barrio junto a María Auxiliadora, ojalá que veamos casi todo el Mundial junto a una playa de Cádiz o en Córdoba, antes de irnos al cine de verano; pero es seguro que nunca podremos regresar tantas veces como queramos. Es seguro que dentro de poco Matías escuchará mucho más noruego que andaluz, por mucho que cada fin de semana desayunemos en "La Calle de en medio" de Canal Sur.

     Por eso elijo esta canción de Odd Nordstoga para celebrar tu octavo mes. En nuestro primer trabajo importante en Noruega, mamá y yo le grabamos en la Domkirke de Oslo. Y tengo que reconocerte que me gustó mucho.



                              



     Pero igual que le dijo aquella jerezana a Karlos Arguiñano, yo le digo a mi niño que él también es andalú. Y, viéndole con el arte que da palmitas, quién me lo va a discutir.







martes, 4 de marzo de 2014

A partir de mañana.



     Recuerdo que un profesor de Trinitarios nos reveló el contenido de su Carta a los Reyes, cada año les pedía un único regalo: un año más de vida. Pudo ser don José, el padre Isidro, don Adolfo, don Diego...
     En mi inocencia y ambición infantil, copié parte de aquella revelación. Ese año llegaba tarde, mi Carta a los Reyes ya estaba camino de Oriente; pero el año siguiente les pediría a Sus Majestades vivir hasta los 80 años. En mi inocencia y ambición infantil, pensé que la cifra era razonable y añadí que, obviamente, quería tener buena salud durante ese tiempo. No pensé que quizá ese era un segundo deseo, pero la inocencia y la ambición infantil no tienen límites.

     El año pasado me aventuré a corregir ligeramente aquella Carta a los Reyes de mi infancia. Como Matías había tardado un poco más de lo previsto en llegar (de hecho, cuando el año pasado escribía en este cuaderno virtual un día como hoy, a Matías aún le quedaba un puñado de semanas para estar con nosotros), pedí una pequeña prórroga. El año pasado cumplí 41 y pedí 40 más.

      Se ve que o la inocencia y la ambición no tienen límite a ninguna edad o yo sigo siendo un chiquillo. Porque este año me atrevo a solicitar un poco más de tiempo extra. Este año les pido a Sus Majestades, evidentemente a destiempo, pero recordándoles también que yo no había escrito ninguna Carta en enero; que a partir de mañana de comienzo la mitad de mi vida. No soy una lumbrera en mates, pero si hoy cumplo 42  está claro que les estoy pidiendo vivir hasta los 84. Entiendo como razonable esta prórroga de cuatro años con respecto a mi primera Carta referente a este asunto. Añado, obviamente, que quiero tener buena salud durante esta segunda parte que me queda por jugar. Y, por si Sus Majestades desconociesen que la inocencia y la ambición no tienen límite o que yo no he madurado lo suficiente, y entendiesen que esto es un segundo deseo y que me estoy pasando de la raya; les prometo que cuando llegué el pitido final no volveré a pedir tiempo extra, les prometo que a Matías le contaré los bueno y maravilloso que son ustedes y que merece la pena esperar un poquito y que sean Sus Majestades quienes le traigan sus regalos y, por si no bastase con estas promesas o me estuvieran empezando a perder la confianza con dos años seguidos pidiendo prórrogas;  les regalo y me regalo, de paso, esta canción.
 


                       



     Esta mañana Nathaly, Erik y Kevin me trajeron el desayuno a la cama y me cantaron el Feliz Cumpleaños. Matías, recién despertado, estaba en mis brazos. Con el desayuno venía "El coronel no tiene quien le escriba" y la promesa de una buena comida y algún regalo más esta tarde.

     Muchas gracias por todos los mensajes que he ido recibiendo durante esta mañana. Me hace especial ilusión el que recibí, poco antes de que me llegara el desayuno a la cama, vía Instagram.


lunes, 3 de marzo de 2014

Fira de Santa Llúcia



    Recién estrenamos un marzo mucho menos frío de lo habitual por esta latitud. La Navidad no es ya más que un eco, no demasiado lejano, pero un eco al fin y al cabo. De la Navidad pasada conservamos  algunas imágenes y un puñado de recuerdos que, de a poco y a destiempo, iremos ordenando en este cuaderno virtual, para que las olas del olvido no arrasen la memoria de lo vivido. 

     Nuestra Navidad empezó con un cuento de Dickens en un avión. Aterrizamos en Barcelona, la ciudad que habité durante 11 años, la ciudad que me acogió y me enseñó nuevas perspectivas. Cada regreso a Barcelona es también una vuelta a casa. 

     Este año el Belén de la Plaza Sant Jaume es menos modernista, menos modernillo, menos postmoderno... mucho menos hortera que otros años. Este año me recuerda a una Barcelona que no conocí, que sólo he visto en fotografías, películas o cómics. Me viene a la memoria aquel "Prefiero el trapecio" de Manolo García. 


Con la hermanas Gilda duermo en una cama grande; 
bailamos con las canciones del Sisa y el Peret. 
En un edificio con ventanas sin cristales, 
Carpanta y yo vivimos a base de latas de calamares. 
...

Somos gente ficticia
náufragos urbanos, 
perdidos, renegados, inadaptados 
olvidados; gente ficticia, 
gente fetén. Si el mundo fuese de cartulina, 
prefiero el trapecio 
para verlas venir en movimiento



    El Belén de este año me gusta, me parece entrañable, me gusta que me haya traído a la memoria aquel "Prefiero el trapecio" de Manolo García; y no puedo evitar pensar que si Jesús hubiese querido nacer en esta época, José y María no habrían encontrado cerradas la puerta de la posada. Es posible que, durante un tiempo, el humilde trabajo artesano de José hubiese alcanzado para mantener una vivienda propia; pero, también es probable, que para ser fieles a las dificultades con las que el Hijo de Dios había de llegar al mundo, algún banquero eficiente les hubiese desahuciado en tan oportuno momento.




     En la Plaza de la Catedral, cada año por estas fechas, se instala la Fira de Santa Llúcia. Siempre me gustó pasear entre sus puestos y ver las figuritas para el Belén, los adornos para el árbol y los puestos de artesanía, aunque el presupuesto de estudiante tardío no alcanzase para comprar nada. Cuánto me hubiese gustado, la primera vez que paseé por la Fira de Santa Llúcia en la Catedral y en Sagranda Familia, que mi familia estuviese a mi lado. En aquella primera pre Navidad fuera de casa, no podía imaginar que toda mi familia acabaría viviendo un tiempo en Barcelona y que tendríamos muchas pre Navidades y Navidades en ese exilio voluntario.
     Ahora que vivo tan lejos, no sé cuándo volveré a tener una tarde de paseo por la Fira, quizá por eso, a pesar de lluvia intermitente, disfruto tanto esta tarde mirando todo lo que no voy a comprar, pero recordando aquellas modestas figuritas de plástico de cuando era un chiquillo. 
      Para Nathaly es su segunda Fira (mi hermana ha tenido a bien hacer coincidir sus bautizos con estas fechas) y para Matías la primera. Cuando sea un poco más grande volveremos y lo mismo empezamos a juntar un modesto Belén. 




     Reconozco que con lo de las tradiciones me estoy poniendo un poco cascarrabias. Lo peor es que lo sé y que no puedo evitarlo. A pesar de esta terrible distancia de mi Sur, me gustaría conservar mucho de lo que hacemos en casa. Los sabores y olores son inexportables, por desgracia. 
     A pesar de la fortaleza de mis raíces andaluzas, no tengo un carácter impermeable. Es posible que este año incluso haya echado de menos un trozo de "ribbe" en la cena de Navidad.
     El Caga Tió es una tradición catalana que probablemente incorpore a mis Navidades noruegas. El Tió es un tronco de pino cortado en diferentes tamaños, los grandes suelen pasar de generación en generación, con una cara dibujada, dos patitas y una barretina. En la cena de nochebuena o en la comida de Navidad, al Tió se le tapa el tronco con una manta y se le sirve un plato de comida. Después de la cena, los chiquillos golpean con bastones al pobre Tió, pidiéndole a gritos, más o menos melodiosos, que cague. Cuando la algarabía infantil va remitiendo, los padres, los abuelos o los tíos, retiran la manta del pobre Tió y en su parte trasera aparece un plato de chuches. 




     El Caganer es la otra gran tradición. En mis primeros años no recuerdo que hubiese tal cantidad de personajes pillados en tan íntimo momento. Este año me sorprende que hasta el Presidente de Chile, el derechista Piñera, se haya convertido en caganer.




    Matías, Quim y Vera están en sus carritos. Mamá, Rocío, Nathaly y yo, Alberto y Maribel, madrina de Vera posamos para congelar este momento. Mi hermano toma la fotografía. Erik y Kevin están en Noruega, esperando, quizá, un nuevo bautizo que mi hermana tenga a bien celebrar en estas fechas, y que, esta vez sí puedan venir, a pasear junto a nosotros por la Fira de Santa Llúcia.