viernes, 23 de agosto de 2013

La vuelta del 7

    
      La habitación de Kevin está llena de pósters del Real Madrid, entre ellos destaca uno de CR7, para Kevin Cristiano Ronaldo es, sin duda, el mejor jugador del mundo. La opinión de Kevin es subjetiva, faltaría más, quién puede atreverse a pedirle a un niño de 10 años que emita un juicio objetivo en un asunto tan importante como decidir quién es el mejor futbolista del mundo. Tengo que reconocer que, en este particular, la opinión de Kevin además de subjetiva está muy influenciada por mi propia opinión que, a pesar de la edad, tampoco es, ni quiere ser, objetiva.

     Cristiano Ronaldo, el mejor jugador del mundo según Kevin, lleva el número 7 a la espalda, un número que en el Madrid tiene mucha historia y un peso descomunal; tanto que hasta el grandísimo Alfredo Di Stéfano -para mucho que le vieron jugar, objetivamente el mejor jugador de fútbol de la historia- lució este dorsal alguna vez. Yo no nací a tiempo para verle jugar y disfrutar de aquel Real Madrid campeón de campeones, pero tuve la suerte de poder hablar con él en la sala de juntas del Santiago Bernabéu con motivo del programa sobre Kubala que realicé para TV3. 

     El primer 7 de mi historia es Juanito -Illa, illa, illa Juanito maravilla-. Juanito fue la primera persona en la que yo soñé convertirme de mayor. Cuando la palabra merchandising podía sonar hasta a insulto, mi padre me consiguió una camiseta auténtica -lo oficial tampoco se llevaba entonces- de los alevines del Real Madrid con el 7 de Juanito a la espalda. Mi amigo Martín se pidió el 9 de Santillana y los dos las estrenamos en una calle de Fuente Tójar con una pelota de plástico duro y zapatos de domingo. La felicidad era tan indestructible que el sentido del ridículo apenas podía rozarla.

     Juanito era como ese amigo del alma, cargado de defectos menores, pero que es de los tuyos. A Juanito los del Madrid lo adorábamos pero entendíamos que los otros lo odiaran y justo por ese odio de los otros, nosotros lo amábamos más. Juanito era imprevisible y auténtico, era un artista bohemio en su banda, era la expresión de la furia y la locura del arrebato sobre el césped, Juanito era capaz de echarse al Madrid entero a sus espaldas en una mala tarde. A Juanito se le quería jugase como jugase porque se partía el alma en cada jugada. Juanito: humilde y provocador, tierno y feroz, amado y odiado, generoso y pendenciero, de corazón enorme; contradictorio, como todos los hombres. 
      Juanito se convirtió en un mito, incluso antes de que la muerte le sorprendiera, dormido en el asiento del copiloto, a la vuelta de ver a su Madrid, en el km 161 de la NV camino de Mérida. Cada año se busca un imposible con el convocar su espíritu indomable, cada minuto 7 en el Bernabéu se hace "molto longo" y se rinde un merecido homenaje a un futbolista eterno. 

     Raúl González Blanco heredó el 7 de Emilio Butragueño y lo agrandó hasta el infinito. Se decía de Raúl que no tenía físico ni velocidad, ni desborde ni regate ni técnica. Cada verano se empeñaban en traer un fichaje de relumbrón que compitiera con él y le robase la titularidad, cada verano los raulistas sufríamos pensando que ese año Raúl, sí o sí, era carne de banquillo, pero cada año, Raúl, se ganaba al entrenador de turno y, ya en la pretemporada, salía vencedor indiscutible en su duelo con el nuevo aspirante a ídolo del Bernabéu. Raúl siguió jugando y marcando goles blancos.

     Le sobraba a Raúl casta, orgullo, coraje, dignidad y señorío en el campo -qué pocas, poquísimas veces he visto a Raúl tirarse a la piscina- y le faltaba afán de notoriedad y exhibicionismo. Raúl, un hombre familiar alejado de los flashes que ama el fútbol y al Real Madrid. 

     He visto jugar a Raúl dos veces en el Camp Nou de Barcelona: la primera ganamos y poco me faltó para saltar al campo desde la línea de banda donde estaba trabajando para una televisión irlandesa y abrazarme a Roberto Carlos y Ronaldo que, con sus goles el 7 de diciembre de 2003, ponían fin a una maldita racha de 20 años sin doblegar al Barça en Liga en el Camp Nou. El año siguiente me tocó trabajar para Al Jazeera, de nuevo a pie de campo, a pocos centímetros de la raya de cal y con la misión de grabar sólo al público, perdimos 3-0 y con lágrimas de rabia, impropias en mi edad, a punto de estallar, grabé a pocos centímetros los rostros de la afición culé celebrando el pitido final. Sentí que allí no éramos un rival deportivo sino un enemigo irreconciliable al que con cada insulto se pretendía insultar a la terrible dictadura que todos los pueblos de España sufrieron durante tantos años y que nada tiene que ver con nuestro escudo y valores. No quise volver al Camp Nou a grabar otro partido del Madrid y entendí de golpe todo el significado que encerraba el gesto, valiente y rabioso de Raúl que, con sólo 22 años, mandó callar a todo el estadio gigante del Barcelona el 13 de octubre de 1999.

   



     Volví a ver a Raúl con motivo de un partido benéfico en el Camp Nou, me lo crucé en el la escalera que da acceso a los vestuarios y, por unos instantes, dejé de ser un profesional de la televisión para volver a ser un niño tímido que mira embobado a su ídolo.
     En 2007 vi de nuevo a Raúl, esta vez desde el fondo norte del Santiago Bernabéu, celebrando la liga de Capello y el "clavo ardiendo".

     Raúl sobrevivió a "los galácticos" y parecía predestinado a retirarse en el Madrid pero, cuando su casta y generoso derroche empezaron a no bastar en un equipo acomplejado por los éxitos del eterno rival, hizo la maleta y se llevó a su familia a Alemania, para seguir disfrutando del fútbol en un equipo mediano de una ciudad minera. El señor Raúl lo dio todo por una camiseta que no es la suya y conquistó a una afición que no habla su idioma, en el Shalke 04, en Gelsenkirchen, Raúl agrandó su leyenda.

     Ayer Raúl volvió a casa y llenó el estadio para un partido homenaje, ayer Casillas le cedió el brazalete y Raúl volvió a ser el gran capitán del Real Madrid, ayer Raúl marcó su último gol con la camiseta de su vida, camiseta que en el descanso le regaló a Cristiano Ronaldo.
     Ayer Matías dormía mientras yo vi la primera parte del partido -no me gusta ver a Raúl vistiendo otra camiseta- pero confío en que pronto Matías comparta conmigo muchas tardes de fútbol y un montón de clásicos, el partido del siglo de cada año y la remontada imposible sin la que los madridistas no sabemos vivir, Matías elegirá, el solito y de forma subjetiva, su mejor jugador del mundo, pero seguro que también me pedirá opinión -yo me moría por ver un partido de fútbol junto a mi padre y me hacía tan feliz que también él fuese del Madrid y me hablara de algunos jugadores que yo no conocí-.
     Para cuando llegue ese día mi respuesta es tan subjetiva como rotunda: sin ninguna duda Raúl González Blanco es el mejor jugador de la historia, capitán por siempre de mi Real Madrid.
 



miércoles, 21 de agosto de 2013

Sonajero de filigrana

        

  La filigrana cordobesa es una antiquísima técnica con la que la que los joyeros cordobeses, desde los tiempos de Al-Ándalus, trabajan la plata. Dicha técnica consiste en estirar la plata hasta formar finísimos y delicados hilos trenzados con los que se realizan figuras y pequeños adornos con los que se rellenan las estructuras que conforman la pieza, consiguiendo un entrecruzamiento de efectos calados que se asemeja más a un encaje textil que a una superficie metálica.

     El trabajo del filigranero cordobés era, hasta hace sólo unos años, totalmente artesanal y comenzaba con el diseño y dibujo de la pieza a la que posteriormente el artesano daba vida con la labor de sus manos y la ayuda de unas pocas y básicas herramientas.

     Hoy día una parte del proceso se ha mecanizado mediante la introducción de moldes de caucho que permiten la reproducción de las distintas piezas, sin embargo tanto su diseño como su montaje final continúa siendo una actividad enteramente artesanal, que requiere de la experiencia y habilidad del artesano platero cordobés, quien pone su don y su ingenio al servicio de la creación de una pieza singular y frágil, inspirada a veces en motivos naturales y en ocasiones en elementos arquitectónicos.

      Uno de los encantos de pasear por las callejas que rodean la Mezquita consiste en detenerse frente a los escaparates de los variados comercios que las pueblan y contemplar las piezas de filigrana que exhiben. Destacan los pendientes, broches, colgantes, peinetas y pulseras y no hay regreso  a Córdoba en el que no compremos un par de pendientes nuevos para Nathaly.

     Esta Semana Santa paseábamos disfrutábamos de una tarde de solecito y de la tranquilidad de no tener que hacer nada urgente, de no tener que llegar a ningún lugar a una hora concreta. Probablemente habríamos terminado de comer una tapa de tortilla en el Santos y es muy posible que estuviésemos buscando algún pequeño regalito con el que regresar a Noruega; el caso es que sin buscarlo, nos tropezamos con este sonajero de filigrana y no dudamos un segundo en comprarlo para Matías, un Matías pequeñito que apenas tenía seis meses en el vientre de su mamá y que ya ocupaba casi todo mi pensamiento, un Matías pequeñito que daba saltos y pataditas mientras escuchaba los sones de las marchas procesionales que volaban por la ciudad.



     Matías está a punto de cumplir siete semanas y cada día está más despierto, cada día nos presta más atención y está multiplicando sus sonrisas y la variedad de sus gestos. Matías manotea el aire mientras le hablamos, fija la mirada en mí o en su mamá y hace todo lo posible por emitir un sonido, tan pequeñito y ya está intentando decirnos cosas. Pensamos que era el momento oportuno para que Matías estrenara su primer juguete, el sonajero de filigrana cordobesa que con tanto cariño le compramos hace unos meses recorriendo las callejas que rodean la Mezquita, pensando que no había mejor juguete para nuestro bebé, un niño que nacería tan lejos de mi, de su, de nuestra Córdoba.

     Matías sigue el sonido con la mirada y mueve su cuello mirando el brillo del metal, agarra con fuerza el asidero y agita la esfera hueca que contiene el mágico tintineo que tanto asombro le causa; pero todavía no es capaz de relacionar el sonido con el movimiento de su mano.  Seguro que en los próximos días Matías empieza a ser consciente de que agitando o golpeando el sonajero se produce un sonido alegre y así a este primer descubrimiento le seguirán muchos otros y llegará un día en que el sonajerito ya haya cumplido su misión y dé paso a nuevos juegos y nuevos retos para nuestro niño.
Con el mismo cariño que lo compramos lo guardaremos en una cajita que lo proteja del paso del tiempo para que, algún día, su descubrimiento nos provoque un feliz recuerdo y le contemos a Matías como durante unos días este fue su juguete de cuna y, quizá, sobreviva muchos años y otras manitas infantiles lo hereden de su papá.

     Un juguete que no se usa no tiene sentido y, a pesar de la belleza de éste, Matías lo tendrá sin restricción para hacerlo sonar, para arrojarlo, incluso para en un descuido, más nuestro que suyo,  perderlo. Por si acaso, sirvan estas fotografías de recuerdo del que es el primer juguete de Matías.



lunes, 19 de agosto de 2013

Mecalimb





     10 de agosto, sábado por la mañana y Matías ha tenido una de esas noches inquietas a las que ya nos vamos acostumbrado. He dormido poco pero no estoy cansado. Nathaly, Matías y yo salimos a desayunar y hacer la compra para el fin de semana. A las 12.00 recojo a Erik y nos vamos dirección Askim. Erik tiene las mismas pocas ganas que yo de ir a grabar esta mañana de sábado: él está cansado, lleva toda la semana trabajando en casa de su bestemor, yo no estoy cansado pero no tengo ganas de separarme de Matías, sé que hoy estará quejoso por culpa de los gases. En cualquier caso me alegra que Erik haya decidido cumplir su palabra y acompañarme a pesar del cansancio que acumula y con el que no contaba cuando se comprometió a venir conmigo.

     Llegar a Askim es fácil, ya conocía esta ruta de acompañar a Nathaly un par de veces a trabajar. A partir de Askim el mapa de repsol, que ayer me imprimí con "claras indicaciones", falla más que una escopeta de feria. Mitad por intuición, mitad por suerte terminamos llegando a la iglesia de Tomter a la hora prevista. Dos componentes del grupo nos están esperando, el "look metalband" los hace inconfundibles. Les seguimos durante un par de kilómetros y llegamos al almacén donde grabaremos el vídeoclip.

   


       Aunque no pertenece al grupo, allí está Geir, profesor de música de Erik y nuestro contacto con la banda. Todos los miembros de la banda se presentan, imposible recordar sus nombres. Cinco minutos después tengo claro que las apariencias engañan. Son buena gente y se preocupan por facilitarme el trabajo.

     Cuando entro a la locación tengo la sensación de haber saltado atrás en el tiempo, me vuelvo a sentir un alumno de fotografía del CECC luchando con la falta de medios: el lugar es pequeño, apenas se puede disimular que no es más que un triste rincón de un almacén de piezas de metal de utilidad para mí desconocida y sólo disponemos de cuatro focos de leds y una potente lámpara de trabajo; no hay ningún tipo de soporte para las lámparas. Para ocultar el blanco sucio de las paredes se han usado tres tipos de material negro: tela, papel y bolsas plásticas. Los techos son muy bajos y para colgar los focos usamos unos trozos de cuerda con los que los sujetamos a las pequeñas tuberías que recorren el techo, para dirigirlos buscamos un punto en la pared en el que intentar un precario equilibrio que dirija el haz de luz al rostro de cada componente de la banda. La lámpara de trabajo sirve como contraluz tirado desde el suelo e intentando que no contamine la pared de fondo.

     A las 14.30 estamos listos pero Marius, el bateria, tiene que ir a su casa. Desconozco el motivo. No pregunto. Tendremos que esperar una hora antes de empezar a grabar. Decidimos aprovechar el tiempo comiendo, al lado del almacén hay un grasiento Kebab y un bonito café. La opción café no tiene ninguna oportunidad. Termino comiendo uno de los pocos, y sin duda el peor, kebabs de mi vida.

     Terminada la comida, estamos listos para empezar con las fotos. La sesión no dura más de media hora y todos acabamos satisfechos con el resultado.




    Alrededor de las 16.30 estamos listos para empezar a grabar. Es la primera vez que grabo con dos cámaras, estoy estrenando la cámara de segunda mano que compré el mes pasado. Erik se encarga de dar play al CD. Empiezo a grabar y de repente veo que el grupo detiene sus movimientos de cuello y mira en la dirección de Erik. Pienso: mierda que pasó. Erik dice: yo no hice nada. Ellos miran el reproductor de CD y hablan entre ellos. No entiendo lo que dicen pero veo que ponen una caja de cartón debajo del reproductor. Pienso: pasé lo que pasé esto no va a funcionar. Tengo razón. Nuevo intento fallido y por un momento tengo la sensación de que esta tarde de sábado no vamos a grabar nada. El problema es que el CD está sucio o rallado o el reproductor está estropeado. El iphone de Marius, el batería, salva la situación y a partir de ahí todo va como la seda.

     Grabo 3 veces con las dos cámaras y después una vez más para cada integrante de la banda. En total  escucho el tema 8 veces y reconozco que, aunque no es para nada el tipo de música que me gusta, las guitarras y la batería no suenan nada mal. Al final le termino cogiendo cariño al tema y se me pega la melodía. Poco más tarde de las 18.00 ya hemos terminado. Queda recoger y regresar a casa con Nathaly y Matías.




     En resumen: hemos pasado una buena tarde -olvidemos el asunto del kebab-, el trabajo ha resultado más fácil de lo esperado y el entendimiento con la banda ha sido muy bueno. Este es el primer vídeo clip que me sale en Noruega, algo que llevábamos tiempo persiguiendo y que hasta ahora no había fructificado. Nathaly y yo confiamos en que a partir de ahora salgan más. Mecalimb y yo estamos felices con el resultado final de Bitten. 
     




jueves, 15 de agosto de 2013

Primer día de Videregåendeskole




     Hoy Erik comienza una nueva etapa en su vida, es su primer día de instituto. Aunque llevaba un rato despierto, se ha levantado con el tiempo justo de tomar unos cereales y poner su pelo en orden. El día amanece soleado, pero el imprevisible verano noruego puede esconder una lluvia molesta en el horizonte. Erik decide dejar aparcada la bicicleta y bajar conmigo en coche -hoy me toca trabajo en la farmacia-, Nathaly, Kevin y Matías se quedan en casa durmiendo un poco más; a Kevin le quedan apenas un par de días más de vacaciones de verano, a Nathaly unos meses de permiso de maternidad y a Matías unos cuantos años de tierna infancia.

     Erik no está nervioso, al menos no lo aparenta. Al acercarnos al instituto se ven varios autobuses de los que bajan grandes grupos de chavales de su edad. La mayor parte son jóvenes de otros pueblos a los que Erik no conoce. Hoy, después de un largo verano sin vacaciones en España,  se reencontrará con sus amigos de toda la vida y supongo que cruzará los dedos, deseando que alguno caiga en su misma clase; en las próximas semanas tendrá que conocer y adaptarse a sus nuevos compañeros, tendrá que buscar su lugar en la clase y decidir en qué grupo se encuentra más cómodo. 

     Una de las novedades que Erik celebra es la supresión del "matpakke" casero. A partir de ahora Erik puede gestionar por su cuenta una pequeña cantidad de dinero y puede decidir si baja y sube caminando o en autobús, o si come en la cantina o se compra algo en el súper, si se compra algo de ropa a su total elección o si ahorra algunas coronas para...

     Hace ya más de 25 años yo dejé atrás mi etapa en Trinitarios con mis amigos de toda la vida, con mis buenas notas, con mi veteranía de alumno de octavo y un maravilloso viaje a Italia en la memoria para empezar de cero en Salesianos. El cambio en realidad no era fácil: los alumnos de Trinitarios disimulábamos mal la envidia que las fantásticas instalaciones de los Salesianos nos provocaba: sus pistas deportivas, pabellón multiusos cubierto y con gradas incluído, su cine-teatro, su campo grande de tierra...; pero, en realidad, lo que más envidiábamos era la alegría y seguridad que siempre derrochaban los alumnos salesianos. Comparados con ellos, los niños de Trinitarios éramos más sobrios, tal vez algo acomplejados. Con 14 años yo era feliz en mi colegio y pasar a Salesianos para hacer el Bachillerato era lo más parecido a pasarse al enemigo o cambiar de equipo de fútbol, la mayoría de mis compañeros de colegio dejó los estudios o hizo FP (formación profesional) y los que continuaron estudiando lo hicieron en un instituto público, la mayoría de ellos en el temido Blas Infante.

     Sólo dos compañeros de colegio cometieron la misma deslealtad que yo: Castillo y Escobar. Reconozco que verlos aquel primer día de instituto fue un pequeño alivio pero, poco después, me sentí totalmente integrado en la familia Salesiana y no tardé en hacer amigos, algunos de los cuales siguen siendo hoy mis amigos para siempre, mis amigos de toda la vida. Fernando tardaría un poco en llegar, pero aquel primer día reconocí a Juanma, el del cuartel de Lepanto,  algunas filas a mi derecha y descubrí a Blanco Polonio justo detrás de mí. Amigos con los que compartí cuatro años, muchas noches de viernes y madrugadas de sábado, desencuentros políticos y vanos intentos por arreglar el mundo, algunas certezas y todas las dudas de la "edad prohibida". Amigos que se mantienen y cumplen años en la distancia, amigos que permanecen imborrables y 20 años más jóvenes en el recuerdo. 

     Erik empieza la Videregående y aunque la localización, la estética y el tiempo quedan tan lejanos de mi colegio Salesiano; la edad y las inquietudes no serán tan diferentes a la edad y las inquietudes que yo compartí con mis amigos.

     A Erik le deseo que mantenga en lo posible a los amigos que heredó de su etapa en el colegio y que haga nuevos amigos con los que compartir este nuevo momento de su vida; le deseo que en estos tres años que tiene por delante consiga esforzarse todo lo necesario para que el futuro se presente menos áspero y que el porvenir le encuentre lo más preparado posible para burlar los contratos basura y los abusos del capital. Le deseo que, al tiempo que colecciona datos, fechas, fórmulas, ecuaciones, nombres y definiciones, aprenda a pensar por su cuenta y a tomar decisiones por sí mismo; le deseo que no se deje arrastrar por ninguna corriente, tenga la dirección que tenga. Pero, sobre todo, a Erik le deseo que sea feliz, muy feliz, con las pocas respuestas que obtendrá y las muchas dudas que le saldrán al paso, que sea tremendamente feliz en estos años que nunca más volverá a tener.





     El futuro es siempre incierto pero lo más probable es que Kevin y Matías estudien en Noruega y en cinco y quince años también tengan su primer día de Videregående. Parece que faltan muchos años, pero no me cuesta nada recordar al Erik que conocí con diez años y, mirando la foto de arriba, comprobar cuanto ha crecido. Si pudiera elegir, sin duda, elegiría para Matías un colegio Salesiano; pero, como es muy probable que esto no resulte fácil, de a poco le iré hablando de Don Bosco y María Auxiliadora, el único secreto a voces de la felicidad de los niños salesianos.

viernes, 9 de agosto de 2013

Nana para un niño con suerte


     Matías ya tiene un mes, pesa 4.640 gramos y mide 56.5 centímetros; ha crecido bastante desde que nació y ya tiene alguna ropita que le que queda pequeña. A Matías le gusta que le tengamos en brazos después de comer y, si ha quedado llenito, incluso se queda dormido en mi barriga mientras veo una película por la tarde. A Matías le tranquiliza que le cantemos mientras espera su comida. Matías está cada día más fuerte y despierto y ya empieza a esbozar una sonrisa cuando le hablamos y a intentar producir algún sonido que no sea una queja o un reclamo.
   
     Matías es un niño con suerte.



     Matías es un niño con suerte porque tiene el amor de sus padres, de sus hermanos y abuelas, tíos, tías, primos y un montón de familiares, amigos y conocidos. Si Matías sólo tuviese este amor, ya sería un niño muy afortunado. Matías tiene la suerte de que Nathaly y yo tengamos el trabajo suficiente con el que poder comprar las cosas que necesita y nos quede el tiempo necesario para disfrutar con él y sus hermanos, para hablar con ellos y escucharlos, para cuidarlos y enseñarles las cuatro cosas que sabemos y nos importan.

     En este primer mes de vida Matías ha acumulado más ropa de la que en un principio pensamos que tendría: nosotros le fuimos comprando de a poco y poco a poco ya se sabe, recibió muchos más regalos de los que esperábamos y, además, ya heredó un montón de su primo Quim. Nathaly y yo tenemos un gusto muy parecido a la hora de vestirlo y ahora ya tenemos claro qué ropa le va y qué ropa no. Antes de que naciera le compramos unos cuantos conjuntitos con pantaloncitos a rayas y gorritos con cuernitos, antenitas, orejitas... pocos días después decidimos que con su carita y su matita de pelo, a Matías no le pegaban para nada esos gorritos que seguro que a otros bebés les quedan de maravilla, pero a nuestro Matías la verdad es que no y como, gracias a familiares y amigos, durante los próximos meses tenemos donde elegir, de momento podemos vestirlo con la ropa que más nos gusta para él.
     Por ahora Matías apenas ensucia su ropa y la que le va quedando pequeña está como nueva después de lavarla, además creo que habrá prendas que tal vez se le queden pequeñas antes de estrenarlas. Guardaremos en una caja algunas de las cosas que más le hemos puesto al Matías de cada edad, alguna ropa que le confeccionaron a mano y algún regalo especial para que cuando sea mayor pueda descubrir esta caja de su infancia. A Nathaly y a mí nos gustaría que el montón de ropita que Matías va a ir dejando atrás, estrenada o no, pudiera servirle a otros niños que, mereciendo la misma suerte de Matías, como la merece cualquier niño;  viven en un país donde trabajar es un lujo -por desgracia España está cada día más cerca de ser un país así, eso si no lo es ya- o que no están rodeados de tantos familiares y amigos.


     De momento Matías sólo juega con el agua y el aire que intenta abrazar antes de coger el sueño y con las palabras y caricias que le entregamos a cada instante. Nathaly y yo deseamos tener mucho tiempo para jugar con Matías, nos gusta buscarle cosas especiales con las que crecer jugando, pero no queremos que posea demasiados juguetes porque nos parece terriblemente injusto que haya niños que se aburran escarbando en una montaña de juguetes sin sentido, mientras otros niños no tienen ni tan sólo una caja de cartón o una pelota con la que jugar. Ojalá nuestro hijo sepa compartir y no use en exceso el posesivo "mío". 
                                             

María Dolores Pradera, Nana para un niño con suerte.


domingo, 4 de agosto de 2013

Tertitten

    
  
   

  Recién llegué a Noruega, Nathaly se esforzó todo cuanto pudo en presentarme el paisaje y el entorno de la mejor forma posible, intentando que todo pareciese menos aburrido y rutinario de lo que ella ya me había confesado acerca de la vida en un pequeño pueblo noruego. 
    A pesar de que mi llegada coincidió con el inicio del invierno noruego, durante los primeros meses intentamos que cada fin de semana hubiese algo nuevo que hacer o algún nuevo lugar que visitar. Con mi primera Navidad en puertas, fuimos a Sørumsand, una mañana de domingo, para montar en el Tertitten y recorrer los pocos kilómetros que ofrece su paseo turístico.



    
     El Tertitten es un tren de otra época, un tren con locomotora de vapor que con su traqueteo llegaba hasta Bjørkelangen, el pueblo en el que vivimos y en el que aún permanece su recuerdo en forma de Estación reciclada en oficina de turismo.



 
 El Tertitten perdió la batalla con la comodidad y la alta velocidad, pero se ganó el cariño de un grupo de románticos que invierten su tiempo e ilusión en mantenerlo vivo y hacer de él una atracción turística que entusiasma a niños y adultos.



     Era una mañana de diciembre y brillaba un sol débil, no la recuerdo como la peor del invierno, pero el frío era intenso. Erik y Kevin estaban en la edad en que cualquier excursión era motivo de expectación y alegría. Mientras Nathaly compraba los billetes en la estación, yo pude ir haciendo estas fotos. En el interior del vagón, la estufa de leña mitigaba el aire frío que se colaba desde fuera. Cuando el tren se puso en marcha,  Erik decidió salir de inmediato al exterior del vagón y pasar allí casi todo el trayecto, Kevin fue haciendo visitas intermitentes, Nathaly prefirió quedarse en el interior y yo fui entrando y saliendo para calentarme y hacer algunas fotos.


     Fue un precioso viaje que incluía una pequeña pausa en otra vieja estación en desuso. Allí tomamos un café y comimos waffles antes de subir a un carro tirado por típicos caballos noruegos. En el carromato recorrimos un par de kilómetros hasta rodear un enorme abeto que, a pesar de la ausencia de cualquier decoración artificial, representaba la mejor estampa navideña.


     Es muy tópico decir aquello de: "Cómo pasa el tiempo", pero, por tópico, no deja de ser una realidad y el hecho es que ya han pasado casi cinco años desde estás fotografías y que en estos casi cinco años, a pesar de lo rutinario de la vida en un pequeño pueblo noruego, nos han pasado muchas cosas. Matías tiene apenas unas semanas y hoy se monta en un tren por vez primera. Aunque sea algo meramente simbólico, Nathaly y yo hemos querido que este primer viaje, que no recordará, sea en un tren antiguo, de época,  como el Tertitten.
     El verano ha cambiado el paisaje, pero el recorrido es el mismo. Erik y Kevin están en una cabaña con su familia paterna y a Matías le acompañan en este primer paseo en tren su abuela Matilde y su tito Jose. No podemos evitar emocionarnos viéndole tan pequeñito moverse al compás del traqueteo del trenecito.


     Matías no conservará recuerdo alguno de este viaje, pero Nathaly y yo le enseñaremos estas fotos y un vídeo que grabé y que en estos días terminaré de editar. Deseamos que, en casi cinco años más, Matías viva con gran ilusión un nuevo viaje que haremos en el Tertitten, el viejo trenecito con locomotora a vapor que unos cuantos románticos se empeñan en conservar vivo para disfrute de padres e hijos.