martes, 19 de enero de 2016

Juletrefest

Ultimo acto de la navidad noruega: la fiesta del árbol de Navidad. Se organiza desde el barnehage y Nathaly y yo nos apuntamos del inmediato. El domingo está muy frío (-22) y a cuesta un poco sacar a Matías de casa.
La fiesta: llevar comida de casa para compartir, niños salado y niñas dulce. Pagar cincuenta coronas por persona (Matías incluido). Un pequeño y más bien triste arbolito escasamente decorado a la entrada del gimnasio del instituto y un montón de mesas, casi todas ya aculadas, para que los padres de los más pequeños se conozcan entre ellos. Un acordeón, una guitarra y un puñado de canciones para bailar alrededor del árbol. Esto a Matías no le hace ninguna gracia.

Tiempo para comer

Nisse

Al final, mientras yo empiezo a calentar el coche, Nathaly me cuenta que Matías le ha "parado los pies" a un crío que había empujado a una niña más chica.

martes, 12 de enero de 2016

Charles Dicken´s Oliver



Termino el libro el domingo (nieva todo el día)
Me lo regaló Nathaly.
Mi libro de esta Navidad.

Hay una parte muy importante del libro que queda fuera en todas las adaptaciones. Personajes secundarios que no aparecen.


Veo la película de Polanski el lunes para comprobar si ha sido más fiel al libro, si aporta algo nuevo.

Polanski se centra en las desventuras de Oliver y Obvia todo lo referente al parentesto de Oliver. La primera secuencias, obviando su nacimiento, es una declaración de intenciones. Sí esta la secuencia del robo. No aparecen tampoco los personajes secundarios.










viernes, 8 de enero de 2016

B (Bárcenas)






     Hoy Matías se ha levantado un poco mocoso. Estos últimos días hemos tenido una temperatura de -20 grados y, aunque ha pisado poco la calle. algo le ha afectado. Está mimoso. Quiere que me pase el día con él el sofá viendo La abeja Maya y Tarzán. Después de jugar un rato a perseguirnos por el salón, cambiarle el pañal y limpiarle la nariz cientos de veces me dice que quiere ver Pepa Pig en el iPad. Aprovecho ese ratito para ver yo esta película sobre el llamado "caso Bárcenas".

     Tengo el recuerdo, esta vez sí perfecto y cristalino, de haber querido ser Presidente del Gobierno desde mis años de segundo ciclo de EGB. Mi madre, por desgracia, también tiene este recuerdo perfecto y cristalino y más de una vez me lo echa en cara con ese típico reproche de madre insatisfecha con el presente de sus hijos. El caso es que me recuerdo, perfecta y cristalinamente, partiéndome mi infantil pecho de preadolescente defendiendo a Felipe González frente a algunos de mis compañeros de colegio católico, colegio de modesto y de barrio, pero colegio "de curas" al fin y al cabo.
     En mi etapa de Bachillerato Unificado Polivalente en Salesianos, otro colegio católico, menos modesto y menos de barrio, descubrí, con más sorpresa que espanto, que quedaban grupos de chavales de mi misma edad que lucían orgullosos la bandera franquista en sus carteras y relojes, y para los que no era tan normal ser "facha" como para mí ser "rojo". Mis batallas dialécticas con mis compañeros "los fachas" llegaron a su punto álgido, ante el pasotismo general del resto de compañeros, en una clase de religión en la que el castigo, más que previsible, por referirse a alguien como "el hijo de puta de…" quedó en suspenso porque quien empezó la pelea fue uno de los "fachas" nombrando como tal a Felipe González; a lo que yo respondí, delante del profesor de religión y director del colegio, que si el compañero podía referirse en esos términos al Presindente del Gobierno Español, elegido democráticamente, bien podía yo usar la misma terminología "de barrio" para referirme a todos los "fachas" que todavía quedaban en España. La sangre no llegó al río, el director no nos apuntó en el parte y en el descanso el compañero y yo, de posturas claramente irreconciliables, convenimos que no era necesario continuar con los insultos ni hacer esfuerzo alguno en intentar convencer al otro de las virtudes del llamado "antiguo régimen" o del gobierno socialista del cambio.
     Con el ímpetu de aquellos primeros años de juventud y en aras de un brillante futuro político que, sin duda, debía desembocar en la Moncloa, decidí militar en el Partido Socialista Obrero Español. Mi padre fue el encargado de atemperar un poco ese ímpetu y permitirme la afiliación al PSOE sólo después de cumplir los 18 años. Así pues, con la mayoría de edad recién estrenada, me convertí en militante del "SOE" de pleno derecho. Fueron años de desencanto: no entendí nunca que la "O" de obrero fuese la letra más difusa de las siglas de mi partido, no me llevé bien con los dirigentes de las Juventudes Socialistas de Córdoba (a mi juicio sólo jóvenes sin valor para contradecir al poder que emanaba de un partido cada día menos de izquierdas y más embarrado en corruptelas varias; jóvenes que parecían no aspirar nada más que a ocupar el sillón que los mayores tuvieran a bien cederles), no entendí las luchas por el poder dentro del propio partido, los trapicheos y las puñaladas por la espalda. Llegué a presidir una Asociación Juvenil, dentro del Partido, llamada Pablo Iglesias, asistí a Congresos Provinciales y fui interventor en varios procesos electorales. Mi carrera política empezaba justo cuando yo más dudas tenía y cuando mi ídolo demostraba tener pies de lodo y una X terrible le señalaba por acción u omisión. Dejé de ser "felipista" y, para seguir creyendo en el Partido, me hice "guerrista" sin tenerlo del todo claro. Más empeñado en ser de izquierdas cuanto más veía a mi Partido virar a la derecha. Me ofrecieron condiciones muy favorables para hacer la prestación social sustitutoria por motivos de objeción de conciencia al servicio militar y me invitaron a un viaje de intercambio a Paris para todos los miembros de la Pablo Iglesias a cambio de no armar jaleo durante la conferencia de un diputado sevillano que venía a convencernos de las bondades para los jóvenes de una reforma del mercado laboral daba entrada en nuestra legislación a los contratos basura. En un tradicional perol cordobés con los compañeros y amigos de la asociación juvenil dije que González había traicionado el socialismo y llegué a referirme a él en términos tan poco amistosos y tan "de barrio" como los que años antes había empleado mi compañero "el facha" en una clase de religión. Aquellas palabras mías llegaron, gracias a un mediocre aspirante a poltrona disfrazado de amiguete, a oídos del Secretario General de mi agrupación. Ante su amenaza de abrirme un expediente en Ferraz me referí, muy poco elegantemente por mi parte a su escasa estatura (mira quien fue a hablar) y a su prematura alopecia (mira quien fue a hablar otra vez) y a su ridículo bigotito (de esto sí que no uso). Y así puse punto y final a una incipiente y brillante carrera política que debería, sueños de infancia que recuerdo perfecta y cristalinamente, haber terminado en La Moncloa.

     De aquel tiempo recuerdo también perfectamente a un hombre, Paco Torres, que fue mi mentor y, tal vez, el motivo porque el que no abandoné antes. En él descubrí a un tipo íntegro, capaz de dar un puñetazo en la mesa para defender sus ideas, claramente de izquierdas, para llamar a cada cosa por su nombre, para denunciar los trapicheos, las componendas, el barrizal. Paco, que fue mi amigo en aquel tiempo, no era un político de profesión, su sueldo se lo ganaba trabajando como funcionario en un puesto ganado en oposiciones públicas. Su consejo fue siempre que estudiara, que fuera independiente económicamente, que la política fuese siempre para mí una vocación para ayudar a construir una sociedad próspera más justa y más libre. Al final lo que me decía mi amigo Paco se parecía bastante a lo que me habían dicho algunos amigos curas de los colegios en los que tuve la suerte de estudiar. El día que envié mi carta de renuncia y abandoné el Partido, Paco me dijo: "niño, haz lo que tengas que hacer, lo que te pida el cuerpo y recuerda que socialismo es mucho más que estos cuatro "sociolistos" que mandan ahora".
     A Paco me lo encontré hace un par de años en uno de nuestros regresos a Córdoba. Poco le habían cambiado los años. A los dos se nos notó en la mirada la ilusión que nos hizo el inesperado reencuentro. En pocas palabras nos pusimos al día de las cuatro cosas que de verdad importaban. Quedamos en llamarnos y tomar una cerveza. No lo hicimos. Quizá a los dos nos da pereza recordar las viejas batallas que perdimos y hablar de que, visto como está la cosa, cuanta razón teníamos. Seguro que en algún otro regreso nos volvemos a encontrar y tal vez, a parte de volvernos a poner al día, en cuatro frases, de las cosas que de verdad importan; sacamos tiempo para esa cerveza y para reconocer, ahora sí, cuánto nos dolieron las batallas que perdimos y cuánto nos jode tener casi la certeza de haber perdido la guerra.

     B (Bárcenas) es para mí una película de terror por representar la punta del iceberg de un sistema profundamente corrupto, institucionalizado y hasta bien visto en el seno de los partidos políticos que ostentan el poder sin el más mínimo respeto por sus votantes. La desvergüenza y la mentira ha llegado a tal extremo que los nuevos casos que nos asaltan cada día en el telediario ya ni nos sorprenden.
     Ahora miro la política con curiosidad, sin apasionamiento, como si estuviese en un teatro viendo una ficción; pero deseando que de pronto aparezca un nuevo actor que me sorprenda esta vez para bien,
   
     Película imprescindible con una magistral interpretación de Pedro Casablanc.


           

martes, 5 de enero de 2016

Home for Christmas





     Hoy, querido Matías, es tu cumplemes 2.6. Dos años y medio ya! Las fotografía de arriba las tomé el pasado domingo mientras mamá y Erik te intentaban ayudar a pintar una casita de cartón. Para poner el suelo perdido, manchar el sofá y quedarte "hecho un cristo" apenas necesitaste un par de brochazos de Erik. Te lo pasaste bien, te reíste mucho y todas las manchas (bueno no todas, la del sofá sigue ahí) salieron con un poco de agua y jabón. 

     Hoy te hemos dejado en la guardería. Mamá se ha ido a trabajar a la farmacia, tus hermanos están enfermos con vómitos, en cama; y yo estoy preparando mi primer roscón de Reyes casero. Antes de ir a recogerte a la guardería, he pasado por el buzón. No ha llegado el paquete de los Reyes Magos. Se ve que aquí no tienen muchos ayudantes. Se los ha quedado todos Papa Nöel.

     Como muestran las fotos de abajo, estoy más que satisfecho con el resultado de mi roscón. Tú te has negado a probarlo. En el próximo medio año espero que empecemos a avanzar bastante en el tema comida. El año que viene intentaremos escribir antes la carta a los Reyes Magos para que su paquete llegue a tiempo y empezaré a contarte quiénes son esos tres personajes que tan felices hacen a los niños de España y espero que quieras ver conmigo la Cabalgata. 






     Hay dos frases, pequeñitas, que me dices unas cien veces al día: "aúpa.ne, papá, aúpa-ne" cuando quieres que te tome en brazos y te suba a mirar que hay sobre la encimera o en alguno de los muebles de la cocina; y "papá, ven, venga papá" cuando quieres que te acompañe, normalmente también a la cocina.
     Ya sabes distinguir perfectamente entre lo que es grande y lo que es chico. Esto lo haces en noruego: "stur" es grande y "bitenliten" es pequeñito. También has aprendido a decir en noruego que no quieres algo: "ikke" y que tienes caca: "bæsj". Pero, sin duda, tu palabra favorita de este mes ha sido "Nisse" aunque tú le has cambiado un poco el nombre y le dices "nikke".

     Este mes has empezado a esconderte. A veces sólo te tapas los ojos como si con eso fuera suficiente para hacerte invisible antes los nuestros. Otras veces te tumbas en el sofá y te tapas con la manta o detrás de una cortina o corres hasta la cocina y te metes debajo de la mesa. Desde allí nos llamas y esperas a que digamos: "dónde está Matías, dónde está?" para salir gateando y gritando: "aki ta".

     Tienes también dos nuevos personajes animados favoritos: la abeja Maya y Enmanuel Desperados, para ti "mono grande".






     El tema que te regalo este mes es un tema que he escuchado muchas veces. Es la canción que pone música a los créditos finales de la película A casa por Navidad, y hace dos años me tocó escucharla muchas veces trabajando en el showreel del concierto de Navidad Desembertoner. Además de porque me gusta y es una canción de Navidad noruega, la elijo porque el año que viene me gustaría que viajásemos a Córdoba por Navidad.


  

domingo, 3 de enero de 2016

Indiana Jones



    Cada inicio de año intento que la primera película que veo sea especial o simbólica por algún motivo. Es una especie de ritual cinematográfico para empezar bien el nuevo año. Gracias a Matías, este año he recuperado aquello de ir al cine el día de año nuevo. Después de muchas comidas, visitas y eventos navideños, después también del virus estomacal que fue saltando de uno a otro para terminar el año conmigo afiebrado y arrumbado en el sofá; este fin de semana no tenemos más planes que descansar, ver las primeras películas del año, leer algo, preparar la comida que se quedó en la nevera en nochevieja y mirar por la ventana al verdadero invierno recién llegado.

     Dedico un buen rato a repasar la lista de películas intentando elegir una. Después de un par de repasos sin decidirme, detengo el mando a distancia en Indiana Jones, interrogo a Nathaly con la mirada y espero su respuesta: no está interesada en volver a ver ninguna de las pelis de Indiana, mucho menos dobladas al castellano (única versión de la que ahora mismo dispongo) pero tampoco está muy interesada en ver cualquier otra película. Así pues, y con la perspectiva de un largo fin de semana hogareño por delante, acordamos que yo las iré viendo por orden y a trozos y que ella quizá les eche un ojo mientras pega una cabezadita o va haciendo otras cosas.

     Indiana es, sin duda, una buena elección para empezar cinematográficamente este año. Si no me falla la memoria la primera vez que vi En busca del Arca perdida fue en el autocar camino de Italia. Y, como ocurriera con Star Wars, quedé impresionado por aquella combinación de aventuras, historia, arqueología, Egipto, nazismo… Aquella película quedaba muy por encima de las películas de kun-fú y aventuras que me gustaba ver en vídeo con mi padre y mi tito Francisco: El mono borracho en el ojo del tigre, Conan, Thor o El Señor de las bestias, entre otras.
     Es probable, aunque no puedo asegurarlo, que también viese El templo maldito en ese mismo viaje.  Otro inicio trepidante para una aventura históricamente menos interesante y mucho más sangrienta que la primera.
     La última cruzada sí que la vi en un cine de Córdoba, aunque no puedo asegurarlo probablemente fue en el Alcázar. Sin duda una nueva aventura de Indiana Jones merecía estrenarse en el que fue el  mayor cine de Córdoba antes de que lo trocearan y lo convirtieran en un mediocre multicines. De nuevo con el cristianismo y el nazismo de fondo, y a pesar de verla en pantalla grande, aquella nueva aventura de "Junior" carecía de la magia subjetiva de los 14 años y de un visionado nocturno camino de Italia. Me gusto, obvio, pero ya no me impresionó.
     Y, cuando ya parecía que Harrison Ford no volvería a tomar más su látigo y su sombrero, Spielberg decidió mezclar en una cuarta aventura el mundo Maya, la guerra fría y los alienígenas. El Reino de la calavera de cristal fue la primera película que Nathaly y yo vimos juntos. Fue en El Dorado, un cine de Oslo que durante la ocupación nazi sirvió para las grandes reuniones de los ocupantes y que hoy, al igual que el cine Alcázar de Córdoba, ha dejado de existir. 













     El fin de semana pasa lento, perezoso, y yo vuelvo a disfrutar de estas cuatro películas recordando momentos, lugares y secuencias. Hacía bastante tiempo que no las veía. Matías a ratos juega y a ratos duerme, no presta atención a la pantalla; quizá algún ruido estruendoso le llama la atención pero en seguida vuelve a lo que estaba haciendo. La próxima vez que las vea, quizá en un fin de semana largo y perezoso de apertura de un nuevo año me gustaría que Matías ya estuviese en la edad de quedar impresionado por las aventuras de este héroe viejo y clásico, quizá el mejor de los héroes creados para el cine. 





sábado, 2 de enero de 2016

Solan og Ludvig. Herfra til Flåklypa



     En la madrugada del lunes, Nathaly empezó a sentirse mal. Pasó toda la noche vomitando y durante el día apenas tuvo fuerzas para beber algún líquido. Matías y yo pasamos el día en el salón. A media tarde Nathaly empezó a bajar la escalera y Matías se dio cuenta de que mamá no había ido al trabajo. Me miró sorprendido y exclamó interrogativo: mama min? El martes por la noche Matías vomitó poco después de acostarnos. Nathaly, todavía en proceso de recuperación, y yo nos temimos una noche larga. Por suerte no se cumplieron nuestros pronósticos y a la mañana siguiente Matías parecía estar perfecto. Igualmente, por precaución, decidimos no llevarle a la guardería. El miércoles, Nathaly regresó al trabajo y Matías y yo pasamos el día comprando los ingredientes que faltaba para el fantástico menú de Nochevieja que llevaba días pensando.
     Sin embargo, como dice el dicho: uno propone y Dios dispone. A partir de las 3 de la mañana empecé a sentirme mal: acidez y presión en el estómago, fuerte dolor de cabeza y fiebre, debilidad y falta de apetito. Pasé todo el día tirado en el sofá y nuestra cena de Nochevieja se fue al carajo. A partir de las 10 de la noche empecé a sentirme un poco mejor y al menos pudimos comernos las uvas (lo único que comí en todo el día) retransmitidas por el chef Alberto Chicote desde la Puerta del Sol de Madrid. Matías vio los fuegos artificiales desde la ventana del salón y poco más tarde nos fuimos a dormir.
     




     El día uno de enero del año pasado el paisaje era muy parecido al de este 2016 recién estrenado. El año pasado encendí el ordenador al despertar y empecé a escribir un capítulo de este cuaderno: 

     Amanece este primer día del año con un paisaje menos blanco que el que ayer despidió 2014, el año, dicen, más cálido de la historia. Los fuegos artificiales que anoche poblaron el cielo de Bjørkelangen iluminaban el paisaje monocromo que nos dejaron las bajas temperaturas y las nevadas de los últimos días del año, ya pasado. Amanece con uno o dos grados de temperatura que nos dejan un paisaje moteado de blancos y marrones en el que el blanco de la nieve deja de ser, por unas horas o por unos días, el protagonista único de las vistas que disfruto desde esta ventana a la que me asomo cuando escribo.

     El resto del capítulo iba a ir referido a mis deseos o mis buenos propósitos o mis retos personales para el año entrante. El resto de habitantes y huéspedes de la casa se fue despertando poco a poco,  y con el tercer o cuarto lavavajillas, el desayuno, la pereza y la barbacoa de salchichas en la terraza; el primer propósito: no dejar más capítulos pendientes en este cuaderno virtual, se fue al traste. Quizá por ello el resto de pequeños grandes propósitos también fueron incumplidos durante 2015. Así pues para este 2016 tengo la misma lista de buenas intenciones que tuve para el 2015: aprender a comunicarme y entender noruego; perder algo de peso y escribir algo más que estos capítulos, un puñado de cuentos para empezar, por ejemplo. Ahora que han quedado por escrito y que no empiezo el año sumando más capítulos en espera, si no al contrario, empezando a recuperar algunos de los que quedaron esbozados; confío en empezar 2017 con una nueva lista, quizá más ambiciosa, de deseos, buenos propósitos o retos  personales. 

     El caso es que este día 1 de enero de 2016 el paisaje vuelve a estar moteado de morones y blancos, la temperatura es de sólo -2 grados y yo me encuentro mucho, mucho mejor. Ayer los ingredientes para la cena se quedaron en el refrigerador, pero hoy podemos utilizar las entradas de cine que ya habíamos comprado hace unos días. 
     En Córdoba solía celebrar el 1 de enero acudiendo al Concierto de Año Nuevo en el Gran Teatro. Para los próximos años es una buena alternativa celebrarlo llevando a Matías al cien en Lillestrøm. Matías ha ido mucho al teatro, acompañándome en mi trabajo las más de las veces, también a varios conciertos y bastante a los cines de verano de Córdoba y Garrucha; pero hoy es su primera vez en un cine de los que en Córdoba llamábamos "de invierno". 





     Matías ha disfrutado desde el primer momento en que ha pisado el cine: ha corrido sorprendido mirando todos los afiches que anuncian los próximos estrenos y elegido todas las chucherías posibles para meter en su bolsa. También se ha empeñado en entregar él mismo su entrada. Ha bajado despacito las escaleras, acostumbrando su visión a la penumbra propia de los cines, y ha exclamado "ohhh" cuando ha visto la enorme sala llena de asientos por poco tiempo vacíos. Después de encontrar nuestras butacas, Nathaly le ha explicado que la gran pantalla era como una tele grande. Hemos querido sentarlo entre nosotros pero él ha preferido ir pasando de las rodillas de uno a otro. Hay que comprender que para él esta es su primera vez, y todas las primeras veces suelen inspirar algo de temor, algo de vértigo cuanto menos. 




     Matías se ha portado muy bien. No se ha dormido ni un segundo y ha prestado atención a todo lo que la gran pantalla le mostraba. Ha salido encantado de la película hablándonos, en su peculiar enredo de idiomas, del mono, el pato y el queso. Por el pasillo de salida Matías se para ante cada afiche que promete una buena película para él. Quizá la siguiente sea en Córdoba.

     Aquí dejo el trailer de este muy buena película noruega que es un pequeño milagro en la producción actual.