domingo, 2 de febrero de 2014
Mr. Smith goes tu Washington
Tarde tranquila de domingo en el salón. A pesar de que los -3 grados que marca el termómetro no son el frío aterrador que esperábamos para esta fecha, la chimenea está encendida y la calidez del sofá invita a ver un clásico. Matías juega en el suelo y yo, sin pensarlo mucho, me decanto por esta versión doblada y traducida como Caballero sin espada de la original Mr. Smith goes to Washington de Frank Capra, a los 10 minutos Nathaly me pregunta si de verdad quiero ver esto esta tarde de domingo casero; a los diez minutos estoy seguro de que no podía haber elegido mejor.
La película de Capra, muy valiente para su época (1939), narra las peripecias del joven Mr. Smith en el Senado de los Estados Unidos. La inesperada muerte de un viejo senador lleva al joven idealista y patriota Mr Smith directamente al Senado, gracias a la inexperiencia e ingenuidad que le suponen los políticos-títere de su estado y el magnate que mueve sus hilos. El idealista y patriota Mr. Smith, de la manera más inexperta e ingenua, redacta y presenta a la Cámara un proyecto que choca frontalmente con los intereses del magnate. El joven Mr. Smith demuestra ser más idealista y patriota de lo que se le suponía y se niega a formar parte de la maraña de políticos corruptos que ha ido tejiendo y alimentando el magnate. Comienza una lucha desigual entre el joven Mr. Smith, apenas ayudado en su inexperiencia e ingenuidad por la secretaria del anterior senador, y los políticos corruptos que le dieron el cargo, el Senado conservador y el magnate; quien además de controlar a los políticos, manipula a la opinión pública a través de las mentiras que publica en la mayoría de los medios de comunicación, de los cuales es dueño y señor absoluto. Injustamente acusado y a punto de ser expulsado del cargo de senador, el joven Mr. Smith pondrá sobre la mesa todo su idealismo, patriotismo, entusiasmo y testarudez hasta la extenuación, consiguiendo, por sorpresa, la confesión redentora del otro representante de su estado en el Senado. El su lucha desigual, y cuando al joven Mr. Smith todos le habían asignado el papel de villano, sólo los jóvenes que le conocen y creen en su inocencia, tan idealistas como él, se pondrán de su lado y harán todo lo posible para que el resto de la población consiga acceder a una verdad que nada tiene que ver con lo publicado en la prensa del poder.
Estos días le escucho al Presidente no electo de la Comunidad de Madrid decir que las protestas y que la resistencia civil no son una opción. Dice, el Presidente no electo de la Comunidad de Madrid, que el pueblo elige a sus representantes mediante votación, delegando en ellos la elaboración de las leyes y el gobierno de la sociedad. Sostiene, el Presidente no electo de la Comunidad de Madrid, que éstas son las reglas del juego. Olvida, sin embargo, este personaje no elegido por los ciudadanos de la Comunidad de Madrid que el pueblo no entrega, sólo delega el poder, y que el pueblo tiene todo el derecho a mostrar su disconformidad ante las leyes y la ejecución de las mismas que considere injustas, que el pueblo tiene derecho a oponerse a la injusticia, que el pueblo tiene la obligación de resistirse ante el dictado caprichoso e interesado de aquellos que, una vez elegidos por el pueblo en las urnas, se olvidan impunemente de que no son más que empleados de esos votantes que los eligieron.
Olvida, este personaje al que ningún madrileño votó para Presidente de la Comunidad de Madrid, las promesas que desde su partido se hicieron como cantos de sirena en el tempestuoso mar de la crisis; promesas que, una vez sentados en su respetable escaño, en su honorable sillón presidencial, no tardaron en olvidar.
Veo como el barrio de Gamonal en Burgos se echa a la calle y con huevos, claro que sí, con muchos huevos, consigue desenmascarar la corrupción en su Ayuntamiento y paralizar las obras que querían llenar su barrio de un sospechoso hormigón. Leo que al parecer en Burgos hay un jefe, un magnate, que es dueño de la prensa y de la mayoría de los contratos de obra pública. Los vecinos del Gamonal le señalan y demuestran, con huevos y papeles, que detrás de las obras en su barrio se esconde la mano, presta para recibir el dinero público, de quien se cree dueño y señor de Burgos.
Respecto de este mismo asunto leo que la Alcaldesa no electa de Madrid, aquella del "cup of café con leche" habla de los atentados de Burgos, y no puedo evitar preguntarme sobre el contenido de su café con leche. Yo que ella cambiaría de cafetería o de marca de café porque estas alucinaciones y deformaciones de la realidad pueden acabar resultando muy perjudiciales.
Leo, con gran satisfacción, que los trabajadores de la sanidad en particular y los madrileños en general, han conseguido parar la privatización caprichosa e interesada que el Presidente no electo de la Comunidad de Madrid daba por segura.
Estas alegrías compensan el mal sabor de boca que me dejó el último montadito que compartí con mi amigo José Javier el último día del año. Recordábamos, mi amigo y yo, viejas batallas de juventud, inútiles batallas en las que acabamos tirando la sucia toalla de la política juvenil. Poco tiempo después emigré a Barcelona y aceleré el proceso de la amnesia. Del olvidó se salvaron algunos nombres y algunos rostros, buena gente anónima que, curtidos en mil batallas, decidió no tirar la sucia toalla, esperando tiempos mejores, nuevas ideas para volver a ilusionarse, un nuevo cambio dentro del cambio que nos devolviesen la S y la O de las siglas de nuestro partido.
Sin proponérselo, mi amigo José Javier, me pone al día y rescata un par de nombres de mi amnesia política. Dos nombres que de jóvenes no fueron idealistas, ni contestatarios, ni leales, ni capaces de soñar con un mundo mejor, a menos que ese mundo fuese el diminuto mundo de su yo. Mientras mi amigo José Javier me cuenta, imagino las reverencias, las deslealtades, la hipocresía, las mentiras y las medias verdades, los asentimientos y las manos alzadas según el dictado que toca; no me cuesta imaginar el gran trabajo que tuvieron que hacer los dos nombres que había olvidado para conseguir que el pueblo les pague una mensualidad vitalicia.
Mi amigo y yo sabemos que acabamos tirando la toalla por no hacer la reverencia a los jefes, por contestarle a los mayores, por la lealtad que nos debíamos a nosotros mismos, porque soñábamos con un mundo mejor. Sabemos, mi amigo y yo, que vivimos al día y que nadie nos asegura el mes que viene, sabemos que no merece la pena arrastrarse; pero a pesar de todo, no puedo negar que, sin quererlo, hoy mi amigo José Javier, me ha dado el último día del año.
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