sábado, 15 de febrero de 2014
Cuento de Navidad
Recuerdo haber visto, de pequeño, un buen puñado de versiones de Cuento de Navidad. La mayoría eran diferentes adaptaciones en dibujos animados, pero también recuerdo algún Mr. Scrooge de carne y hueso. Lo normal es que cada Navidad alguna cadena de televisión programase alguna de las versiones de la obra de Dickens. Puedo recordarme, sentado frente al televisor, viendo como el endurecido corazón de Mr. Scrooge termina por ablandarse con la visita de los fantasmas de la Navidades del pasado, del presente y del futuro. Recuerdo incluso que, ya en plena adolescencia, no podía evitar detenerme frente a la tele si, pasando canales, descubría, siempre en fechas cercanas a la Nochebuena; alguna versión de Cuento de Navidad. Hasta la adolescencia, las Navidades siempre fueron las felices Navidades que revivía el Fantasma de la Navidad del pasado; hasta la adolescencia podía sentir que eso que llamaban el espíritu navideño realmente estaba presente. Después apareció un fantasma en el futuro, de la felicidad de las Navidades del pasado sólo quedó el recuerdo, el espíritu navideño desapareció y, tal vez, me transformé en un pequeño y joven Mr. Scrooge sin ilusión por la Navidad.
Lo más vergonzoso es que tengo que reconocer que hasta hace pocas semanas no había leído el libro de Dickens. No recuerdo si fue para un cumpleaños, un día del libro o, quizá, una Navidad, cuando Nathaly me regaló esta modesta edición del cuento de Dickens. Con la ilusión recuperada, con Matías sentado a junto a mí en el avión que nos lleva a Barcelona para el bautizo de Vera, con muchas ganas de que, con el aterrizaje, dé comienzo nuestra primera Navidad juntos; empiezo a leer, por primera vez, este Cuento de Navidad.
Mi modesta edición comienza con esta introducción:
"Que las bendiciones recaigan sobre su bondadoso corazón..., puede estar seguro de que con esta pequeña publicación ha hecho más el bien, ha fomentado más sentimientos caritativos y ha impulsado más actos positivos de beneficencia que los que se pueden atribuir a todos los púlpitos y confesionarios de la cristiandad desde las Navidades de 1842 ." Lord Jeffrey a Charles Dickens tras la publicación de Villancico en prosa.
Todos los años salen a la luz innumerables escritos condenados a una efímera existencia. Poco importa que encabecen las listas de "más vendidos" o reciban premios y unánimes críticas elogiosas: las páginas de las antologías literarias están sembradas de sepulturas con epitafios impresos en letra pequeña, donde yacen para siempre autores y personajes que un día conocieron la fama y hoy no tienen otro valor que el meramente histórico. Pocas, muy pocas creaciones, consiguen atravesar el tupido tamiz del tiempo, impermeable siempre a cualquier forma del arte que no presente a las generaciones posteriores, de manera claramente identificable, la permanente huella digital del hombre. A punto de cumplirse los ciento veinte años de su fallecimiento, Charles Dickens sigue vivo.
Pasó ésta, tu primera Navidad, y el fantasma de las Navidades del pasado sólo apareció un instante. El breve momento de un villancico mal entonado nos advierte de que las Navidades que fueron ya no volverán. Con tanto pensar en el pasado, el presente me pilla desenfocado y fuera de juego. Termina la Navidad, regresamos a casa, termino el libro de Dickens y tengo una conversación con una versión mucho menos sombría del fantasma de las Navidades que vendrán. Le cuento que haré todo lo posible porque tus Navidades estén lo más alejadas posible de los centros comerciales, le digo que intentaré que sea tradición leerte primero y leer todos juntos después el Cuento de Navidad de Dickens, le aseguro que haré todo lo posible porque en nuestra casa celebremos más, mucho más, muchísimo más el nacimiento del niño Jesús que la visita de un simpático gordito que deja regalos y le prometo que haré lo posible por enseñarte que tan importante es dar como recibir. El fantasma de las Navidades que vendrán me sonríe antes de esfumarse educadamente, y en el rastro de magia que deja imagino unas Navidades con más palabras, abrazos, besos y música que llamativos envoltorios.
El año pasado Skedsmo Amatørteater presentó en "Scrooge" en Lillestrøm. Mamás, tus hermanos y yo estuvimos cuatro días viendo y grabando la obra. Después de editarla, conservo una copia que veremos, junto a otras adaptaciones en dibujos animados o con actores de carne y hueso, en las Navidades que están por venir. Ojalá te guste tanto como nos gustó a nosotros.
Aunque el año que viene leeremos la modesta edición que mamá me regaló en un cumpleaños, un día del libro o, tal vez, una Navidad; buscaré una preciosa edición con la pasta dura, por supuesto; puede que con ilustraciones, quizá una edición de segunda mano con algo de antigüedad e historia para añadirlo a la modesta biblioteca que mamá y yo hemos empezado a seleccionar para ti.
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