Soy del Madrid casi desde que tengo uso de razón. Podría contarte un par de hechos de la infancia que quizá me decantaran hacia el color blanco, pero en realidad no me parecen relevantes, tengo el convencimiento "ronceril" de que un madridista ya nace con su corazoncito latiendo al son del Hala Madrid.
Cuando tu abuelo tuvo la certeza de que mi madridismo no era una cuestión de moda o una fiebre pasajera, empezó a traerme pequeños tesoros que poco a poco iba recolectando de entre sus compañeros de trabajo y amistades. Hoy hay tiendas enteras dedicadas sólo a la venta de camisetas y objetos de todo tipo relacionados con el Madrid, hoy es facilísimo tener mil fotos, leer, escuchar y ver las entrevistas de los jugadores o los partidos. Mi tiempo de niño, querido Matías, fue muy diferente. Mi padre me consiguió un banderín del Real Madrid y un pequeño cuaderno con la firma de algunos jugadores. Guardé aquellos tesoros durante mucho tiempo y siempre los miré con gran cariño. El desorden que provocó su ausencia o, quizá, alguna mudanza los extravió; puede incluso que algún día aparezcan en alguna caja olvidada para que tú los tengas.
Éramos una familia sencilla y las cosas sencillas nos hacían felices. Uno de los regalos de tu abuelo que más disfruté fue una simple cinta de radiocasete regrabada por un compañero de trabajo suyo que poseía el vinilo original. La cinta, de un transparente tintado de azul oscuro, y en la que con mi letra de niño, escribí en mayúscula con un rotulador rojo un sencillo "R. Madrid"; contenía el testimonio de varios socios, jugadores y entrenadores, además del himno, el único que teníamos entonces: el de las mocitas madrileñas. Tendría más o menos doce años y me gustaba escuchar y escuchar aquella cinta.
Había un socio de toda la vida, un señor mayor, de apellido Chicote, que relataba emocionado como había sido del Madrid desde siempre y hablaba de Bernabéu con fervor. Tengo grabada una frase de aquel viejo socio: "yo sigo al Madrid a todas partes, ahora hasta lo sigo en baloncesto, que por cierto hace poco fui a Rusia y les ganamos a los rusos, la primera vez que los rusos perdían en su campo".
Un clásico de nuestra Navidad era el torneo de baloncesto que organizaba el Real Madrid en esas fechas tan entrañables. Era un torneo cuadrangular y se invitaba a tres de los mejores equipos de Europa. A la hora del partido, tu abuelo y yo teníamos la silla y la televisión reservada en el diminuto salón de la casa de Tójar o en el Bar de Tomás.
Dice mi amigo Fernando, y las cifras de la audiencias parecen darle la razón, que el baloncesto no está de moda, que ya casi nadie lo ve. Qué pena! A mí me gusta, me entusiasma en realidad, y confío en que tú compartas mi entusiasmo dentro de pocos años. Imagino que nos sentaremos frente al ordenador -única posibilidad de ver un partido del Madrid en Noruega- y, mientras se presentan los equipos o aprovechando algún tiempo muerto, te contaré las batallas que en mi tiempo lidiaron los Corbalán, López Iturriaga, Rullán, Romay, Fernando Martín, Petrovic, Sabonis, Arlaukas, Chechu Viriukov, Llorente, Laso, Herreros...
Ayer, con tus siete meses, te senté un ratito junto a mí al inicio del partido. Final de la Copa del Rey contra el eterno rival, el FCB Barcelona. Llegábamos a la final con una hoja de ruta inmaculada: ningún equipo en España nos ha ganado este año. El equipo saltó a la cancha con la vitola de favorito y todos los madridistas del baloncesto deseábamos ver jugar al "Chacho", a Rudy, a Mirotic, a Llul..., deseábamos verlos tumbar al Barcelona con el juego rápido y espectacular que Pablo Laso le ha inculcado a este equipo que tiene pinta de hacer historia.
El Barcelona plantó cara desde el inicio y llevó el guión de la final a su terreno: juego lento y dura batalla en los tableros. El partido caminó igualado hasta los minutos finales. La máxima ventaja obtenida en cada bando era sólo +4. A dos minutos del final el Madrid consiguió abrir brecha y con un +7 parecía todo decidido. Una falta personal de Felipe Reyes, bastante discutible, hizo que el Barcelona
se colocase a tan sólo dos puntos a falta de 30 segundos para el final. El "Chacho", uno de los mejores, uno de los más grandes, uno de los pocos que sabe hacer magia en una cancha de baloncesto, tiene la bola y de manera incomprensible comete un error y la entrega al rival. Canasta y tiro libre adicional. Si encestaba el tiro libre el Barcelona se pondría un punto arriba a falta de sólo ocho segundos. Lo normal sería que Pablo Laso pida tiempo libre y prepare una jugada de pizarra a vida o muerte.
Llegados a este punto dramático del partido, ya llevaba yo varios minutos paseando arriba y abajo, nervioso y barruntándome lo peor. Es lo que tienen las rachas, tantos partido ganados consecutivamente para terminar perdiendo cuando y contra quien más duele. Mamá hacía wafles y tú estabas sentado junto a Erik, ajeno a ésta, tu primera Final de una Copa del Rey de Baloncesto.
Los vídeos que siguen explican mucho mejor que yo, que pasó a partir del punto en el que dejé la historia unas líneas más arriba.
Cómo no me a gustar el baloncesto. No puedo imaginar que a ti no te guste cuando tengas 6 ó 7 años. Confío en que las audiencias se recuperen, este Madrid de Pablo Laso haga historia y este maravilloso grupo de jugadores siga jugando un puñado de años más para que tú y yo podamos sentarnos frente al ordenador y saltar y gritar y aplaudirles y ponernos nerviosos y al final...
Hasta ahora no he conseguido que a mamá y tus hermanos les guste el baloncesto y eso que he puesto todo mi empeño. Ellos prometen preparar algo rico para cuando termine el partido.
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