Fue también en el aeropuerto del Prat, regresando del bautizo de tu prima Vera, con las últimas monedas y billetes pequeños que nos quedaban, donde compramos esta edición de Sostiene Pereira. Mamá eligió La bibliotecaria de Auschwitz y yo no pude resistirme a recuperar esta obra de Antonio Tabucchi que ya comprado y leído en otra edición y que debí perder en alguna mudanza.
Aunque comprado en un aeropuerto, usando los últimos minutos y monedas antes de embarcar, no es, éste, un libro de aeropuerto. En él importa tanto lo que se dice como lo que se intuye, importan tanto la historia que cuenta como la forma en que Tabucchi la narra. Con aparente inocencia, con el aparente desagrado que la política y sus ruidos provocan en el neutral Pereira; Tabucchi nos habla de cosas tan importantes como la Lisboa de Salazar, la guerra de Franco, el papel de la iglesia católica y la mirada de los escritores y periodistas sobre este tiempo fascista. Tabucchi nos cuenta la historia del viejo Pereira, periodista neutral al que sólo le interesa la literatura y que dirige la sección cultural de un diario "neutral" que sólo publica aquello que conviene al régimen dictatorial. El viejo y neutral Tabucchi se cruza con el joven y comprometido Monteiro Rossi quien le contagiará al viejo y neutral periodista su juventud y compromiso. Pereira, que calificó de impublicables las necrológicas de Monteiro Rossi sobre literatos comprometidos; pondrá fin a su vieja y neutral vida con una artículo valiente, sincero, apasionado, doloroso; un artículo que, seguro, no deseo escribir nunca, un artículo imprescindible para denunciar la tiranía, la injusticia y la falta de libertad.
Una novela publicada en 1994 que, refiriéndose a un tiempo pasado, nos recuerda lo urgente y necesario de un periodismo honesto y sincero, un periodismo que cuente los hechos con neutralidad y que a partir de ellos, sea capaz de dar una opinión y otra y otra y otra diferentes.
En 2014 leo sigo leyendo la prensa, sigo viendo las noticias en los telediarios de España y veo que no hay neutralidad en la narración de los hechos, que para unos hubo diez mil y para otros un millón de asistentes en una manifestación. Salvo honrosas excepciones, que las hay, claro que las hay, veo una indolente falta de opinión en la mayoría. Y lo peor es que cuando algún periodista se aventura, parece envalentonarse y publica o proclama en televisión lo que parece ser una idea propia, una opinión, una interpretación de unos hechos que deberían ser los mismos hechos a la luz de todos los colores; lo que en realidad leo o escucho no es la voz del periodista. Lo que leo y escucho no es más que la voz del amo, del patrón o del que controla al patrón, la voz del capital en definitiva, moviendo los hilos del que escribe o haciendo de ventrílocuo del, perfectamente vestido y maquillado, presentador.
El viejo rejuvenecido, sincero, honesto y no neutral Pereira nos recuerda que quizá no todo está perdido y que las canciones, la poesía, el ensayo, la novela, el cuento... son, citando Gabriel Celaya, armas cargadas de futuro.
Disfruto enormemente releyendo este Sostiene Pereira con el que, por sorpresa, me reencontré en un aeropuerto, mi entrañable y querido Pereira regresa a mi estantería y a mi vida. Busco la película y en ella no encuentro la genialidad narrativa de Tabucchi. La película cuenta fiel y neutralmente la historia del Sr. Pereira, pero le falta la genialidad y grandeza, el alma que sólo Antonio Tabucchi pudo poner entre sus líneas.
De la película me queda, eso sí, la imagen del gran Marcello Mastroianni vestido para la eternidad con la piel de Pereira.
Si alguno de los familiares y amigos íntimos que lea este capitulo, ha leído o visto Sostiene Pereira, que por favor no deje de compartir conmigo su opinión.
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