domingo, 21 de septiembre de 2014
Sonrisas y lágrimas
Después de grabar 4 funciones de The sound of music y de editar el showreel, las ganas de ver Sonrisas y lágrimas (ese es el título con el que la conocemos en España, en Latino America se la llamó La novicia rebelde), son enormes. Tantas, que en esta ocasión, adelanto a la noche del sábado una película perfecta para la tarde de un domingo.
En este tiempo que compartimos, querido Matías, es así de fácil. No era así cuando yo era un niño. No recuerdo cuando vi Sonrisas y lágrimas por primera vez pero imagino que debió ser una tarde de sábado o domingo. En mi infancia sólo existían dos canales de televisión y, en casa, compramos nuestro primer vídeo poco antes de que yo cumpliera los catorce años. En ese tiempo las grandes películas, y Sonrisas y lágrimas es una de ellas, se programaban los sábados o domingos por la tarde. Por eso, creo, que debí verla, por primera vez, una tarde de sábado o domingo, entre los doce y los trece años. Si la memoria no me falla, creo, que no la había vuelto a ver entera hasta la noche de ayer.
Antes de ver el musical en Lillestrøm, conservaba el recuerdo de algunas de las melodías, muy poco de las letras, la poderosa presencia del paisaje de los Alpes austriacos y la idea clara de que, al final de la película, la familia huye del nazismo. Viendo el musical a través de la pequeña pantalla de mi cámara, aunque es poco lo que logro entender de las letras de las canciones y los diálogos, refresco las melodías y algunas secuencias olvidadas de la películas van acudiendo a mi memoria.
La película es larga, casi tres horas. Yo la veo del tirón, acurrucado en el sofá en una noche otoñal de sábado. Mamá, contigo en brazos, se duerme a ratos. Al principio de la película quizá has reconocido alguna de las melodías que escuchaste en tres funciones interrumpidas (las interrumpiste tú mismo, te recuerdo) del musical. Quizá no las reconozcas, puede que sólo sea que te gustan. Miras la tele y te mueves siguiendo del ritmo. Poco después caes rendido en los brazos de mamá.
Todavía eres muy pequeño, querido Matías. En algunos años más volveremos a ver esta película, probablemente un domingo por la tarde. Quién sabe, quizá la adelantemos a un sábado por la noche. Quizá recordemos que debe haber una copia de un DVD que hicimos para un grupo de teatro aficionado, puede que buscando un poco lo encontremos y, del tirón, nos lo miremos también o lo dejemos para el día siguiente. Puede que ese día tus hermanos también se apunten. Ellos todavía no la han visto (ay, ay, mamá, mamá). La noche de sábado de ayer, Erik la pasó jugando en casa de su amigo Magnus y Kevin, recién llegado de interpretar al As de corazones en Alise i Eventyrland, decidió que no era el momento oportuno para sentarse con nosotros en el salón a ver una película antigua y larga.
Seguro que, cuando volvamos a verla, las melodías se te pegan en un santiamén y capaz que te pasas días tarareándolas. De seguro también que al final de la película te cuento un poco acerca de porqué la familia Von Trapp tuvo que huir de Austria.
Rebuscando un par de datos en Google, me encuentro con que María von Trapp y su historia fueron reales. María, "la novicia rebelde", escribió un libro en el que cuenta la verdadera historia de la familia Von Trapp y su huída del nazismo. Ojalá que mamá caiga en la cuenta de que no tenemos ese libro y decida que puede ser un buen regalo para un futuro cumpleaños o día de Sant Jordi.
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