miércoles, 13 de noviembre de 2013

Vive la vida




     Para gran disgusto de mi amigo Juanma, éste fue el primer disco que compré con mi propio dinero.
El plan, perfectamente urdido por mi amigo, era salir una tarde, pasarnos por Fuentes Guerra,  y comprar un par de LP´s. El primer problema fue que en Fuentes Guerra no tenían el disco que yo buscaba, el segundo que, cuando le dije a Juanma que yo estaba buscando el último disco de Manolo Escobar, casi le da un bahío. No recuerdo si él compró su LP en Fuentes Guerra o no, pero si que me acuerdo de que fue todo el camino hasta SIMAGO (en mis tiempos Córdoba era una ciudad de la categoría "sin Corte Inglés), dándome la tabarra. Allí, por fin encontré mi disco,  y me lo compre con gran felicidad por mi parte y estupor y cabreo por la parte de Juanma. Él se compró un disco de The Communards, dúo inglés del que hasta ese momento yo desconocía su existencia.
     El cabreo de Juanma se debía a que él quería un 2x1 (me compro el mío y me hago una copia del tuyo),  y con mi compra estrafalaria le había arruinado el plan. Para él era impensable, inimaginable y de todo punto incomprensible, que a un "tío" de 15 años le pudiese gustar Manolo Escobar, que encima se gastara el dinero en un disco suyo, debía parecerle merecedor de prisión preventiva por lo menos. El caso es que para mi tampoco hubo 2x1 porque ni tenía idea de quienes eran esos Communards ni, después de escucharlos, me gustaron.
     Afortunadamente Juanma y yo nos perdonamos nuestros respectivos malos gustos musicales y seguimos siendo unos de los "mejores amigos para toda la vida" hasta el día de hoy. Mierda de enorme distancia!




     En casa gustaba Manolo Escobar, gustaba bastante. Teníamos algunos discos suyos y mis padres solían ponerlos cuando yo era pequeño. Supongo que de aquellos años de tierna infancia me quedó el gusto por las canciones y la voz de Manolo Escobar. Había dos discos a los que le tenía un cariño especial: uno de canciones de películas y otro de villancicos. Me entusiasmaba aquello de "Manuela la de Motril, ay Dios, ay Dios y que le aproveche, tiene en un viejo barril, trágala,
 franchutes en escabeche..." y aquello otro de "por el espacio infinito un niño bendito con una estrellita, cruzando los cielos se anuncia en Belén..."

     Mi familia era un familia humilde que vivía en una barriada humilde de Córdoba, y supongo que en muchos pisos de familias humildes había dos o tres discos de Manolo Escobar. Porque en aquel tiempo gris la gente humilde necesitaba refugiarse en la amnesia colectiva, necesitaba olvidar que hubo una guerra de poder, una guerra de clases, una guerra de ricos contra pobres en la que perdieron los que siempre tienen todas las de perder. Una guerra cruel en la que la mayoría del ejército se alió con el capital, con los terratenientes y con una gran parte del poder eclesiástico para derrocar un gobierno democrático, libremente elegido por una mayoría de gente humilde. Terminada la guerra se perpetuó la injusticia y la mayoría de humildes familias españolas se decidió a seguir viviendo, vivir con el miedo pegado a la solapa, pero seguir viviendo cada día; intentando ser felices con su cine de barrio en la última fila, con un pasodoble de Manolo Escobar "bien agarrao" o con su cafelito con aguardiente, su tertulia de bar o de vecindario, con las Copas de Europa del Real Madrid, con la certeza de que todo tiene un final y no hay salud que resista cien años, por muy Dictadorísimo que se sea; con el sueño de un futuro mejor para sus hijos.

     Soy hijo de una familia humilde, de una barriada humilde de Córdoba. Crecí con las canciones de Manolo Escobar. Con 15 años gasté mi dinero mensual en su último disco, y llegué a casa con la ilusión de escucharlo yo, pero también de ponérselo a mis padres, y decirles de esa manera que lo habían hecho muy bien, que ahí estaba yo con 15 años queriéndolos y orgulloso de las cosas que me habían enseñado, cantando a todo dar eso de "la vida tienes que tomarla igual que el vino, igual que el vino, a tragos para que te dura y andar felices por el camino..."

     Pasaron los años y me fui a Barcelona y claro que me siguió gustando Manolo Escobar, faltaría más. 
Tuve la suerte de poder verle en directo en el Gran Teatro de Córdoba, y ahora le canto a Matías algunas de sus canciones.  
     Manolo Escobar murió hace unas semanas, poco antes del último "clásico"; culé confeso lo disfrutaría desde el cielo. Aunque mi Madrid perdió, yo disfruté el partido en casa de una humilde familia portuguesa que también vive en esta distancia enorme. Manolo Escobar ya no está más entre nosotros pero su música sigue viva en un montón de corazones y hogares humildes que, aunque guardan el mejor de los recuerdos, saben que no todo tiempo pasado fue mejor. Este año, como el estudiante, el militar y el turrón, volvemos a casa por Navidad y nos vamos a hartar de cantar villancicos del Coro Yerbabuena y de Manolo Escobar. 







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