martes, 19 de noviembre de 2013

Bésame mucho



     El día 9 de octubre le pusieron a Matías sus primeras vacunas. La ATS encargada de ponérselas, siguiendo el protocolo establecido,  quería que le diésemos agua con azúcar. Según el protocolo y ella, el agua azucarada obraría el milagro de mitigar el dolor de los pinchazos. Nathaly se negó. Matías tomaría el pecho mientras le vacunaban. La ATS nos recordó lo del protocolo, y amablemente nos indicó que estábamos comportándonos extraprotocolariamente. 
     Matías, agarrado al pecho, feliz, apenas se enteró del primer pinchazo. La ATS, algo sorprendida, nos avisó de que era el segundo el que más dolía. Matías cambió de pecho y siguió comiendo mientras le ponían la segunda vacuna en el otro muslito. Esta vez, Matías sí que se enteró, debió dolerle más de verdad. Matías dejó de comer y empezó a llorar. Nathaly me lo pasó y yo empecé a cantarle una canción de Luis Fonsi, una que escuché mil veces por tener que montarla en una boda y que empieza diciendo: "Me quedo callado, soy como un niño dormido que puede despertarse con apenas sólo un ruido..." En mis primeros meses en Noruega, Erik, Kevin, Nathaly y yo cantábamos esta canción en el coche, cada mañana, camino del colegio; y la letra casi olvidada y la melodía desafinada volvieron  a aparecer cuando Matías empezó a mirarme con ojos atentos. A Matías pareció gustarle mi desafinación, y así pasamos muchos ratos, él tumbado en nuestro viejo sofá y yo de rodillas cantándole y dejándole a él hacer los coros. 
     Matías sigue llorando cuando empiezo a cantarle, pero a la segunda estrofa detiene el llanto y me dedica una mueca entre el puchero y la risa. Ya no llora más. Le acuno en mis brazos y repito y repito la canción. Nathaly nos sonríe y la ATS hace un comentario final acerca de la posibilidad de cambiar el protocolo.
    
     




     En un mundo ideal no deberíamos haber olvidado cómo cuidar de nuestros hijos, no deberíamos necesitar un libro como éste, para recordarnos cosas tan elementales, cosas tan instintivas, conocimientos tan atávicos. En un país decente, el dinero de nuestros impuestos debería invertirse en mejorar la vida de los ciudadanos, y no sería un mal comienzo entregar un ejemplar de un libro como éste a todos los padres primerizos. Como, por desgracia, no es el caso,  políticos, banqueros y otros pájaros sin escrúpulos, roban nuestro dinero, nuestro tiempo y nuestro futuro. En una sociedad despierta,  el boca a boca debería ser un arma eficaz para compartir conocimientos, para ayudarnos unos a otros a recordar las cosas esenciales que una poderosa minoría quiere que olvidemos.

     Por sorpresa, mientras todavía estaba leyendo "Un regalo para toda la vida", encontré este nuevo libro de Carlos González en una pequeña librería de Nerja.
     "Bésame mucho" pone desde el inicio sus cartas boca arriba. Es un libro escrito absolutamente a favor de los niños. Nos recuerda que los niños son:
 desinteresados
 generosos
 ecuánimes
 valientes
 diplomáticos
 sinceros
 sociables
 comprensivos
 y saben perdonar.

     Se atrevería alguien a decir lo mismo de cualquier adulto, de nosotros mismos?


     Dicen algunos padres agradecidos: "El otro día mi mujer y yo encontramos el libro de Carlos González y... qué cambio, qué delicia, un libro que explica cómo funcionan los niños, por qué hacen lo que hacen, en definitiva, una espléndida guía de comportamiento infantil con consejos y observaciones bien documentados. Muy recomendable".
                                                              "Creo, sinceramente, que los padres lo harían mucho mejor si no hubieran existido todos esos manuales que incitan a desconfiar de los niños y a tratarles con total desprecio".
                                                               "Nos introduce en el respeto al bebé, nos enseña a respetar a nuestro hijo como persona y como ser humano, a no dejarlo llorar, a cogerlo en brazos, amarlo y besarlo. Nos lo demuestra con estudios en la mano, referencias bibliográficas y con un toque especial de ironía y humor".


     Desde que nació Matías soy más padre que hijo, desde que nació Matías entiendo mucho mejor a mis padres. Ellos no necesitaron leer un libro como éste para saber que ser padre es amar hasta que duele, que lo del "tiempo de calidad" es autoengañarse o mentirle a tus hijos porque no hay mejor regalo para un hijo que el tiempo de sus padres y porque todos los minutos, absolutamente todos los minutos que pases con tu hijo son el mejor tiempo de tu vida. Mis padres nunca necesitaron dejarnos en brazos abuelos, chachas, vecinos... para disfrutar de una escapadita, de un descanso. Cómo iban a querer mis padres descansar de nosotros, cómo íbamos a querer Nathaly y yo descansar de Erik, Kevin y Matías.

     Doctor González, gracias por darnos más seguridad para rebatir algunos "consejos", por hacernos saber que no estamos locos.
     Mamá, papá, gracias por todo el amor, el cariño, los besos, los brazos y los abrazos, por todo el tiempo que nos regalasteis.
     Erik, Kevin, Matías, gracias por hacer que cada día sea especial, gracias por cada minuto junto a vosotros, gracias por dar sentido y felicidad a nuestra vida.


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