jueves, 21 de noviembre de 2013

Kreps





     El otro día me dijo Fernando que soy algo así como un  "Doctor en Alaska" español.  La verdad es que nunca vi la serie,  y que no tengo más imágenes de Alaska que las que vi en algún documental de aquellos de sobremesa en La 2.  Con las sobremesas ya se sabe: entra un poco de sueño y uno se acomoda en el sofá y acaba pegando una cabezadita y al final el documental podría estar hablando de Groenlandia o de la Antártida. De todas formas es fácil suponer que este paisaje del sur de Noruega se parece bastante más a Alaska que la campiña o la sierra cordobesa.




     Tampoco soy doctor. No tuve ni valor ni vocación, y todos sabemos que un médico sin valor ni vocación termina por perder los escrúpulos y la vergüenza. 
     A mis alumnos solía decirles que nuestro trabajo es mucho más sencillo, que no se creyeran "alguien" por saber manejar una cámara ( en realidad más de uno sólo sabía transportarla dentro de la funda ). Les decía que no éramos médicos, ni construíamos puentes, que teníamos la suerte de no tener la vida de nadie en nuestras manos, y que de vez en cuando podíamos cagarla. Al mundo no le iba a pasar nada por nuestro error, y lo normal es que el mejor plano que pudiésemos hacer o imaginar tampoco serviría para salvar vidas, en estos tiempos casi ni para remover conciencias. 
     Sin embargo, les añadía, nuestro trabajo es un lindo oficio. Trabajar como camarógrafo (odio lo de cameraman) o como realizador nos da la posibilidad de conocer aspectos de la vida de otra personas que de otra forma ni siquiera intuiríamos. Con una cámara al hombro se nos abren las puertas de muchas vidas y sus protagonistas nos invitan a mirar y participar activamente en lo que hacen. Nuestro trabajo es estar atentos, ser honestos y escribir con nuestra cámara el relato de lo que ocurre.





     Madrugo esta mañana otoñal para empezar un nuevo proyecto en mi Kommune. Hace frío y fina capa de niebla cubre el lago, la humedad es intensa. No traigo la mejor ropa para la ocasión. 
     El proyecto consiste en realizar dos vídeos sobre la especie autóctona de cangrejos que, como tantas otras especies en el mundo, está en peligro por nuestros malos usos. 
     Con la llegada de Matías, este verano nos pasó volando. De pronto la temperatura del agua no era la más recomendable para meter la cámara en agua y observar la vida del cangrejo. No nos queda otra que esperar al próximo verano. Para ir ganando tiempo, y para tener más variedad en el paisaje, aprovechamos este día de otoño para ir al lago con unos chavales del instituto, y ver cómo preparan las jaulas y capturan los cangrejos. La idea es enseñarles que, si el cangrejo no tiene el tamaño adulto, debe ser devuelto al lago.

     Las jaulas quedaron sumergidas ayer al atardecer, y hoy toca ver cuantos cangrejos cayeron en el trampa.
     Subo a una barca, resbaladiza y helada, para seguir a los chicos. Por suerte, el tipo que me acompaña ha sido más previsor que yo, y ha colocado una chaqueta vieja en mi asiento para que no se he hiele el culo mientras grabo. Al subir pensé que la grabación de hoy sería una pesadilla, pero el tipo maneja muy bien los remos y comprende cuándo y cómo quiero acercarme a la barca de los chicos. Desde la distancia consigo muy buenos planos generales de aproximación a la otra barca. 
     Las primeras jaulas están vacías. Llego a pensar que el rodaje va a ser inútil, un día perdido. Si no hay cangrejos, las imágenes de hoy no sirven para nada. El tipo que maneja la barca está tranquilo. Sabe, quizá, que los cangrejos aparecerán en las jaulas que están más cerca de las rocas. El día no está perdido. Los chicos sacan cangrejos de varios tamaños y, después de medirlos, ponen algunos dentro de un cubo y devuelven los más pequeños al agua. 

     Cuando tengo material suficiente, regreso a la orilla, desde allí grabo los últimos planos generales del día y aprovecho para tomar estas fotos. La cámara y yo ya estamos a salvo en tierra.







     El día termina con un desayuno en el bosque. Animados por el café y los bollos, con la cámara ya en su funda, los chicos se interesan por mi trabajo y, a pesar de la dificultad del idioma, podemos hablar un buen rato antes de apagar el fuego y levantar el campamento. El próximo verano volveremos al lago a grabar. Antes de eso, cuando llegue la primavera, vendremos toda la familia a pasear por este rincón del bosque recién descubierto.




     
  



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