Hace tantísimos años que no recorro estas calles que, reconozco, me hubiese costado encontrar el camino de mi casa al Santuario de la Fuensanta. Seguro que hubiese terminado por encontrarlo, Córdoba es una ciudad muy manejable y tarde o temprano nada tiene pérdida; pero seguro también que, sin mi hermano ejerciendo de guía, hubiese dado un par de revueltas hasta encontrar el Santuario y la Plaza del Pocito, donde, nada más llegar, el carácter popular y participativo de la fiesta se hace evidente: visitantes y vecinos del barrio hacen cola y guardan turno para participar en la "gran sardinada" que repartirá gratuitamente centenares de kilos de sardinas asadas. Aunque falten las brasas y el tempo lento con el que se asan los espetos malagueños, la plaza de secano se llena de un inconfundible olor marinero.
Sólo guardo el recuerdo confuso de alguna noche de "Velá", un recuerdo que tiene una parte de decepción. De pequeño me habían contado que la "Velá" era la feria de otoño de Córdoba, la segunda feria y, con mis ojos de niño, la comparación de esta feria pequeñita, con pocos "cacharritos", con casi ninguna caseta; con la Feria de Mayo de Córdoba resultaba un absurdo.
A pesar de la decepción inicial, conservo con cariño más de un momento: mirar atónito ese caimán inmenso que colgaba de la pared y que nadie acertaba a explicarme cómo había llegado hasta allí y el regreso a casa soñoliento y en brazos o caminando -qué frágil es la memoria- colgado de o junto a mis padres.
Pasaron los otoños cordobeses y la "Velá" quedó en mi infancia cada vez más eclipsada por la Feria. Quedó, eso sí, una vieja campanita, cada año más amarilla, adornando una estantería de mi armario.
El barrio de la Fuensanta es un barrio obrero que se ubica en el distrito sureste de la ciudad. La "Velá" es su fiesta mayor y no es ni la feria de otoño, ni la segunda feria de Córdoba. La "Velá" se celebra alrededor del día 8 de septiembre en honor de la Virgen de la Fuensanta, copatrona de Córdoba. Al igual que el día de San Rafael, el día de la Virgen de la Fuensanta está señalado en el calendario cordobés como fiesta local.
Desde su origen, allá por el año 1420, por motivo de unas curaciones milagrosas y el descubrimiento-aparición de la imagen de la Virgen a un cardador, la "Velá" ha pasado por momentos de esplendor y de prohibición, de mayor o menor participación, pero manteniendo siempre sus signos de identidad religiosos y paganos, representados por el culto a la imagen de la Virgen de la Fuensanta y la visita al Caimán; intentando siempre que los vecinos del barrio se involucren en una fiesta que intenta trascender lo puramente religioso y servir de lugar de encuentro para generar debate y propuestas entre los vecinos de Córdoba.
El día 8 de septiembre Córdoba celebra el día de la Fuensanta, copatrona de la ciudad.
Cuenta la leyenda que Gonzalo, un pobre artesano de principios del siglo XV, tenía a su mujer e hija muy enfermas y que una tarde de verano, no sabiendo ya qué más hacer por ellas, se puso a andar sin rumbo fijo y que a la orilla del río se encontró con dos mujeres y un muchacho y que una de las jóvenes se le acercó y le dijo "Gonzalo, toma agua de aquella fuente que está bajo los árboles y dásela a tu mujer y a tu hija para que la beban y sanarán de sus enfermedades".
Gonzalo, que era muy devoto de la Virgen María, enseguida quiso creer que era Ésta quien le hablaba y que los jóvenes que la acompañaban no podían ser otros que San Acisclo y Santa Victoria, patronos de Córdoba. El joven desconocido vino a confirmarlo en su creencia al hablarle de este modo: "Haz lo que te dice la Madre de Jesús, que mi hermana Victoria y yo somos los patronos de esta ciudad".
Al pie de una higuera, Gonzalo encontró el agua milagrosa, pero al volver la vista atrás ya no halló ni rastro de los tres aparecidos. Corrió a su casa y dio de beber el agua milagrosa a su mujer e hija que al poco tiempo se curaron de su enfermedad y, al igual que ellas, otros muchos vecinos que, padeciendo males diversos, bebieron de las aguas milagrosas.
Cuenta también la leyenda que la imagen que se venera en el Santuario y que procesiona cada 8 de mayo fue hallada de la siguiente manera: años después de la aparición de la Virgen a Gonzalo, un ermitaño moribundo fue a beber de las aguas y resultó curado. Escuchó el ermitaño una voz que le dijo que en el tronco de la higuera que crecía junto a la fuente milagrosa los cristianos habían ocultado la imagen de una Virgen para salvarla de los moros. El ermitaño contó al Obispo lo que había oído y éste mando cortar la higuera, apareciendo allí la talla de la Virgen.
Sobre la aparición del caimán son varias la leyendas que circulan y, aunque hay quien apunta que apareció misteriosamente en el Guadalquivir, lo más probable es que, vivo o muerto, lo trajese algún aventurero que regresara desde "las Indias".
El caso es que, cada día más deteriorado, cuelga junto a una costilla de ballena, de una de las paredes laterales del Santuario, que es visita obligatoria para niños y mayores y que se ha convertido en uno de los símbolos de Córdoba.
Primer día de Matías en Córdoba y, guiados por mi hermano, llegamos a la Plaza del Pocito, huele a sardinas, hay una larga cola de vecinos que esperan su racion. Llevo en brazos a Matías y le enseño el caimán, compramos algunos recuerdos y entramos a ver a la Virgen, Fuensanta, María Auxiliadora, Rocío... paseo con Matías por el Santuario, le cuento de la Señora y hacemos planes.
En la Plaza cuesta encontrar mesa y sillas libres, la cola en demanda de sardinas asadas ha crecido y los platos con raspas se van acumulando. Mi hermano caza una mesa y pescamos cuatro sillas entre las mesas que nos rodean. Cambiamos las sardinas por unas cervezas muy frías y unos pinchos morunos. Matías acaba de comer y ahora está en mis brazos, en el escenario canta el grupo cordobés "Oro y Plata", de repente parece que no hay nadie en la plaza y me veo regresando a casa soñoliento a ratos de la mano, a ratos en brazos, caminando junto a mamá o colgado de papá y veo la vieja campanita amarillenta en una estantería de mi armario; miro a Matías y los recuerdos y los sueños se me amontonan en los ojos y no puedo pararlos y Nathaly se ríe entre lágrimas y mi madre me dice tonto y mi hermano también se emociona pero pone cara de "no me lo puedo creer" y Matías me mira y yo no paro de besar su cabecita y la Plaza recobra vida y una feliz bulla nos rodea.
Aparecen los "Salado" y Paco Pacheco y familia, el círculo de sillas crece en torno a la mesa y Matías, tan chiquitito, en el centro, tiene ya hasta su primera pretendiente.
Para ayudar a la frágil memoria quedan estas fotos de una de las mejores "Velás" de la Fuensanta que recuerdo.
Quién sabe cuándo tendremos la oportunidad de volver otro 8 de septiembre a Córdoba, quién sabe si quiera si podremos volver alguna vez en septiembre, por si acaso Matías ya tiene una pequeña campanita de la Fuensanta que se irá poniendo cada año más amarilla y que mirará de vez en cuando mientras le contamos la historia de la Virgen, del caimán y de su primera visita a Córdoba.
Es una de las fiestas más bonitas y emotivas de Andaolucía! Muy buen artículo y preciosas fotos, ¡felicidades!. Yo también escribí un poco sobre esta preciosa fiesta si les interesa: http://www.delejuventudcordoba.es/que-hacer-en-cordoba/feria/vela-fuensanta/
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