martes, 15 de octubre de 2013

El llanero solitario


         
     Bastante ruido, un poco de acción, alguna gracia que consigue arrancarme una risa y la sensación de estar viendo a un Jack Sparrow, cada vez menos simpático, disfrazado de indio. Poco más.
     En este caso la película era lo de menos y, sin embargo, esta película pasará a nuestra historia familiar como la primera película de Matías. En realidad no es ni más ni menos que la primera vez que Matías estuvo en un cine.
     Aunque mi deseo era que el primer cine de Matías fuese un cine de verano cordobés, siempre imaginé que sería en el verano próximo, alrededor de su primer año de vida, cuando lo llevásemos por primera vez a una sesión de "cine bajo la luna". Yo no tengo idea de cuando fue la primera vez que pisé un cine y nunca he interrogado a mi madre sobre este asunto. Pero sí que recuerdo muy bien que, más o menos con cinco años, era asiduo a las sesiones matutinas de cada sábado en un cine de Moguer, a las que, casi siempre, me llevaba mi abuelo Agustín. Teniendo en cuenta este primer recuerdo cinematográfico, llevar a Matías al cine con apenas un año ya era de una precocidad considerable.
     Sin embargo, Erik y Kevin empezaron a ir al cine a los 6 meses y, en principio, Nathaly no estaba muy por la labor de esperar todo un año para llevar a Matías a las sesiones de cine especiales para bebés que se dan en Lillestrøm.
     El conflicto entre el deseo de Nathaly y el mío quedó resuelto cuando, a nuestra llegada a Córdoba, descubrí que la temporada de cines de verano continuaba durante las primeras semanas de septiembre. Así, el primer cine de Matías sería el Delicias y, de regreso a Noruega, ya no pondría yo inconveniente en ir a todas las sesiones de cine para bebés que hicieran falta.
   



     Ya no existe casi ninguno de los cines "de invierno" en los que busqué refugio y en los que encontré la motivación necesaria para escapar de las leyes, decretos, normativas, catedráticos, profesores titulares, becarios de departamento, empollones de familia bien, apuntes a la carrera, fotocopias y tedio, mucho tedio y la ausencia de sueños que a punto estuvo de engullirme de una u otra manera. 
    Cerraron el Góngora, el Lucano, el Isabel la Católica, el Santa Rosa, hasta el Alcázar cerró. Ya no quedan cines en el centro de Córdoba. Sólo el Arcángel sobrevivió a la masacre, pero tan, tan deteriorado que apenas reconozco el cine en el que pasé tantas matinales y tantas "golfas". 
     A pesar de los precios, la crisis económica y la crisis de ideas, el capitalismo y la especulación; sobreviven en el centro de Córdoba cuatro maravillosos cines de verano, cuatro oasis que hacen soportable el tórrido verano cordobés, cuatro patios a la luz de la luna que hacen de las noches de verano cordobesas una delicia.
     Cuando la sola mención de la palabra vacaciones dolía, y los recuerdos de otros veranos en Nerja, en Roquetas, en Chipiona, en el pueblo, hasta en el "Berrecomosediga" o en Torreviaja, se hacían tan insoportablemente necesarios; cuando internet era inimaginable, yo hacía mi ruta cada mañana, temprano,  a la hora en la que el Sol de Córdoba es agradable porque las calles estrechas apenas le dejan paso; y me pasaba por los cuatro cines de verano para descubrir el nuevo estreno y decidir a cuál iría esa noche. 
   



      Y al final, la película era lo de menos, igual veía una repetida, que una que no se me debió escapar en la temporada de invierno, que la que me juré que no vería por nada del mundo y, sin embargo, ahí estaba yo, entregado a mi paquete de pipas y mi cerveza helada y el bocadillo que traía de casa, mirando la pared encalada que cobraba vida a la luz del proyector y tratando de olvidar que no era feliz, que no estaba donde quería estar y que no estaba cumpliendo lo que alguna vez soñé. 
     Y de vez en cuando, la película no fue lo de menos, y las pipas quedaron olvidadas en el asiento de al lado y la cerveza me quemó la garganta y el diálogo ofreció respuestas y la historia abrió una ventana por la que escapar y la noche en el patio de un cine de verano me devolvió un par de sueños que había estado a punto de olvidar.





     No podía ser de otra forma: tu primer cine, querido Matías, tenía que ser un cine de verano cordobés. Y no importa que sólo prestes atención a la pantalla durante los trailers de inicio -ya es mucho más de lo que yo imaginé- y que poco después de empezar la película tú ya duermas en tu carrito, ajeno a la feroz vigilancia con la que intento protegerte del posible ataque de un grupo de gatitos que intentan robar algo de comida, ajeno a que la cerveza helada sea como agua en mi garganta y a lo buenísimos que resultaron estar los bocadillos de lomo del Delicias, ajeno a la pausa "visite nuestro bar" que nos trae más cervecita y bocadillos, ajeno a esta mala película que ya forma parte de nuestra historia y que algún día volveremos a mirar con cariño.
    El año que viene volveremos con tus hermanos y con el tito y la abuela y quizá la tita y los primos también se puedan pasar unos días por Córdoba o, tal vez, ya hayan culminado su camino de regreso, quién sabe. El año que viene volveremos y seguirás siendo pequeño y la película será lo de menos y yo intentaré estar muy, muy atento y no perderme ni un gesto de tu cara para así poder contarte, muchos años más tarde, cómo fueron los primeros cines de tu vida. Porque como canta Luis Eduardo Aute: "Cine, cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine, que todo en la vida es cine y los sueños cine son".




      En la Fnac de Sevilla he intento comprarte un comic de El Llanero Solitario para guardártelo de recuerdo y leértelo dentro de unos años. No he tenido éxito. De momento. Seguiré buscando. 





     A punto de cerrar nuestras vacaciones de septiembre volvimos al Delicias para ver "El hombre de acero". Fue la última película de la temporada, y si tardo dos minutos más en levantarme en la pausa, nos hubiésemos quedado sin los últimos bocadillos de lomo de la temporada.
     En la Fnac de Sevilla si tienen el cómic. Mejor película, pero no fue tu primera. Igual te compré el cómic.


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