Matías cumple hoy su segundo mes y mañana viaja por vez primera a Andalucía, por eso queremos regalarle esta Nana del Sur, una nana por sevillanas, una nana andaluza.
La historia que cuenta esta nana, sus detalles, tiene muy poco que ver con la historia de Matías, la de su padre, yo, y la de su abuelo, mi padre; pero si pasamos por alto los detalles, en el fondo, reduciendo la letra al estribillo, esta nana habla también de Matías.
La realidad, querido hijo, es que tu abuelo no tuvo que emigrar, ni siquiera tuvo que moverse de Andalucía y, aunque al principio sí que la recorrió en buena medida, desde que yo empecé "parvulitos" nos quedamos viviendo en Córdoba. Guardo, eso sí, el lejano recuerdo de esperarle cada viernes y abrazarme a él y recibir mi tebeo del pato Donald (con que facilidad entre él y mi abuelo Agustín me inculcaron el amor por la lectura).
La realidad, terrible y odiosa en este caso, es que tu abuelo, que sin duda habría sido el mejor abuelo del mundo mundial, no está con nosotros para cantarte una nana, o para achucharte y decirte cosas y quizá malcriarte un poquito, no demasiado, o para contarte un par de historias que al parecer ya hemos olvidado.
La realidad es que yo sí emigré, primero fue un exilio voluntario disfrazado de estudios bohemios y que terminó con un oficio bien aprendido y una forma holgada de ganarme la vida, después fue una carrera al norte por amor, amor sin el que tú no estarías aquí y sin el que yo no sería feliz.
La realidad es que no sabemos cómo serás, querido Matías, cuando tengas 14 años, ni si algún día te enamorarás o no en Andalucía, tampoco sabemos si la misma Andalucía será la que te enamore, mucho menos si terminarás viviendo en mi tierra, una tierra que tu madre también siente ya como suya. Ni lo sé ni, en realidad, me importa mucho, me basta con que, aquí o allá, querido hijo, encuentres tu lugar en el mundo y seas feliz.
Pero no es menos real que, siendo noruego por nacimiento y esas cosas que tiene el destino, tus genes, tu historia pasada, las voces que escuchas cada mañana al despertar y a cada rato en forma de canción desafinada son mitad chilenas, mitad andaluzas.
Y no es menos real que tu padre, yo, te contaré de mis abuelos, del coche del lechero, de la plaza de abastos de Priego, de cómo sabe un bocadillo de lomo de orza en la pausa de la aceituna, del frío que se pasa al lavarse a cubetazos, del trajín de una "matanza", del olor de una Navidad tojeña y del sabor de un plato de migas con "graná".
Lo cierto es que intentaré que te sientas tan andaluz como yo, que en Andalucía, cada vez que la visites, te encuentres en tu casa y después tiempo habrá de ir recorriendo toda la variedad de paisajes, colores y gentes que tiene mi añorada España, hasta que llegue el día del prometido chuletón de buey en un asador vasco. Porque la verdad, querido Matías, es que tienes raíces, que no anclas, y saber de tu raíz chilena y andaluza te hará más libre y feliz. Tienes muchas banderas que te definirán, pero que nadie busque en ellas motivo que te separe del resto de los pueblos. Tienes Dios, como yo creo que lo tienen todos los hombres, y a nuestra manera y con nuestra cultura en la mochila te enseñaremos la manera de acercarte a Él, quien pensamos es un único Dios para todos.
Porque hoy cumples dos meses, porque mañana estarás en Andalucía, tu casa, y pasearemos por Córdoba y Sevilla, por Priego y Tójar, porque te llevaremos al Rocío y a ver a María Auxiliadora, porque conocerás mucha gente que fue importante en mi infancia, hoy te regalamos esta nana.
La nana del Sur, Ecos del Rocío
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