jueves, 30 de octubre de 2014

Vivir es fácil con los ojos cerrados


   
      Mamá, querido Matías, quiere ir a Almería. Yo he estado dos veces: una de pequeño y otra mientras me hacía adulto; de vacaciones y por trabajo. 
     Yo tenía 13 años cuando fuimos de vacaciones. Era la primera vez que íbamos a estar dos semanas en un hotel: piscina gigante con acceso directo a la playa y sin tener que preparar comida o hacer camas. Sin embargo, la muerte, por sorpresa, de la "tita Frasquita" cayó como un doloroso rayo en mitad de aquellas vacaciones en Roquetas de Mar. Cruzamos las Alpujarras para llegar a tiempo al entierro. Recuerdo a mi madre, tu abuela Matilde, derrumbada por la muerte de una "tía" que para ella representó muchas veces tanto como una madre. Aunque yo deseaba regresar a la enorme piscina, a la playa, a ese momento a primera hora de la mañana en el que descubríamos cuál sería el menú del día... no me atreví ni siquiera a preguntar si volveríamos o no a Roquetas.  No recuerdo bien, pero imagino que sería mi padre, tu abuelo Joaquín, quien nos anunciaría a mí y a mis hermanos que a la mañana siguiente madrugaríamos para volver a cruzar media Andalucía con destino Almería. La piscina, el mar y el hotel, seguían allí, pero la alegría y la seguridad de que las desgracias y los imprevistos les suceden a otros se había esfumado. Quedan de aquel viaje un puñado de fotografías: tu tita Rocío preciosa con sus cuatro años, tu tito-padrino con un pantalón amarillo, yo con una camisa verde, tu abuela Matilde toda de negro y tu abuelo Joaquín, manteniendo la sonrisa, sosteniéndolo todo, dándole luz a aquel triste Mini Hollywood en el que pasamos una tarde al final de nuestras vacaciones en Almería.

     Muchos años más tarde, regresé a la costa almeriense para dirigir la fotografía del cortometraje de una compañera. Un simple corto en vídeo, un pasito más en el camino de aprender a ver la luz y saber cómo utilizarla; un gran paso en el camino de aprender pequeñas verdades y mentiras de uno mismo y de los demás. Queda el recuerdo de un día de localizaciones, un día de camaradería recorriendo, quizá, las mismas carreteras que aparecen en la película de David Trueba, el atropello de un pobre perro camino de Las Negras, la sensación de libertad, la "playa de Spielberg", un último día de rodaje, nublado por dentro y por fuera y un infernal viaje nocturno de regreso a Barcelona.

     Mamá, querido Matías, también ha pasado de joven algún verano en Almería. A mamá le gustó, guarda buenos recueros y viendo Vivir es fácil con los ojos cerrados expresa su deseo de que algún verano pasemos las vacaciones en Almería. 







     Ya te conté, querido Matías, en un capítulo anterior; lo mucho que me alegré de que David Trueba ganase el Goya por esta película. No fue hasta bastantes semanas después de la noche de los Goya que vi la película. Después de verla todavía me alegré más. Porque Vivir es fácil con los ojos cerrados me gustó, me gustó mucho y me gustó todavía más cuando, hace pocos días, volví a verla mientras tu correteabas por el salón.

     Cuenta, esta película de David Trueba, una historia real; la historia de una anécdota, una anécdota importante, desde luego; pero nada más que una anécdota en la vida de quien imagino como un buen maestro. Es la historia de una viaje, en realidad la historia de muchos viajes en uno. Cuenta también, casi sin quererlo, varias historias de amor, de esos amores eternos que el tiempo convertirá en tan sólo una anécdota, importante, desde luego; pero nada más que una anécdota en la vida de nuestros protagonistas. Sobre todo es la historia de una sueño, la plasmación de una pequeña locura, el viaje hacia una diminuta utopía que revela que cada persona es capaz de lograr aquello que se proponga pero sólo sí realmente lo desea de veras.

     Yo, como David Trueba, también tuve mi noche de Goya (mucho menos importante que el suyo, desde luego, pero Goya, Goya) y, en parte gracias a ese Goya y en parte gracias a ti, pequeño y querido Matías, sé de sobra que aquello que de verdad se desea termina, tarde o temprano, por convertirse en realidad. También sé, pequeño y querido Matías, que el deseo pasivo no es suficiente, porque el deseo pasivo en realidad no un deseo verdadero. Cuando algo se desea de verdad no vale rendirse, no vale bajar los brazos, no vale tener miedo, ninguna clase de miedo. Después del Goya, después de mamá, después de ti, yo ando aún esperando a que surja una nuevo deseo para hacerlo realidad. No hay prisa, pero estoy convencido de que no tardará mucho.



David Trueba y Javier Cámara


   
          Juan Carrión es el nombre del profesor en el que se inspira esta película imprescindible. Tiene casi noventa años y todavía da clases de inglés. Juan Carrión, un día decidió irse hasta Almería para ver a John Lennon y explicarle que era necesario, imprescindible y urgente que publicase las letras de las canciones en sus discos. Juan Carrión consiguió ver a Lennon y consiguió también que en el siguiente disco, y en todos los que le siguieron hasta que le asesinaron, se incluyese la letra de las canciones. Juan Carrión, es el ejemplo de profesor que intentó, que quizá sigue intentando, hacer de este país, sembrando conocimiento en los jóvenes, algo mejor a lo que heredó.
     Las pasadas Navidades nos cruzamos en la calle, como en casi cada viaje de regreso, con algunos de mis antiguos alumnos de clases particulares de inglés (seguro que cuando seas mayor te da la risa de pensar que con mi acento terrible yo haya podido enseñar inglés) y del resto de asignaturas de la antigua EGB. Quizá alguna vez, a pesar del voto en contra, totalmente en contra de mamá, camino de Almería, quizá, volvamos a pasar un par de días en Fuente Tójar y seguro que allí algún antiguo alumno de cursos de verano se empeña en invitarnos a una cerveza. Puede que en dentro de algunos años, cuando volvamos a Barcelona a pasar unos días, llame por teléfono a algún antiguo alumno del Observatorio de cine para invitarlo yo a una cerveza. Puede, quién sabe, que algún día vuelva, aquí en Noruega, a ejercer una de las profesiones-vocación más hermosas del mundo: la de enseñar lo poco que sabemos a otros que, intentando aprender algo del maestro, consiguen despertarle nuevas dudas, mostrarle nuevos caminos y hacerle sentir vivo tenga la edad que tenga.

                         
David Trueba y Juan Carrión


     Imagino que muchos de los familiares y amigos íntimos que lean este capítulo ya habrán visto la película. Sobra indicarles que se agradece compartan su opinión. 



                          


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