Miércoles, 15 de octubre.
El próximo 9 de noviembre era la fecha señalada para que los ciudadanos catalanes votasen si querían un estado propio y si querían que ese estado propio fuese independiente. Ayer, el Presidente de la Generalitat, Artur Mas reconoció que tras la declaración de inconstitucionalidad del Tribunal Contitucional español; la consulta tal y como estaba planificada era inviable. Lo que pasará el 9N está poco claro ahora, lo que pasará después del 9N está menos claro aún. Sobre la cuestión de la posible independencia de Catalunya tengo un puñado de pensamientos y emociones de las que me gustaría escribir en este y otros capítulos de este cuaderno.
Desde hace tiempo tengo en mi estantería el libro Victus de Albert Sánchez Piñol. Coincidiendo con la cercanía del 9N, había decidido leerlo y buscar en la historia algunas respuestas a la situación en la que hoy nos encontramos. Así lo tenía previsto desde hace meses, sin embargo y casualmente, removiendo libros de otra estantería, me encontré con el Vida y sacrificio de Companys que da título a este capítulo. De la figura de Lluís Companys guardo un emotivo recuerdo por ser su fusilamiento el primer tema que investigué para el programa Barcelona sota el franquisme con que debuté como director de programas de televisión. En aquellos primeros días de inmersión en una historia doblemente ajena para mí: por tradición porque, siendo andaluz, poco sabía de la historia de Catalunya; por educación porque en la época en que estudié se procuraba omitir el temario relacionado con la Guerra Civil y el franquismo; me emocionó descubrir una fotografía y leer una carta. La fotografía era una primicia televisiva y en ella se podía ver a Lluís Companys horas antes de que un pelotón de fusilamiento pusiera fin a su vida. La carta que leí y me emocionó, la carta que, para el programa leyó el actor Abel Folk en el Castillo de Montjuïc, a pocos metros del lugar donde fue asesinado el Presidente de Catalunya, fue la última carta que Lluís Companys escribió e hizo llegar a su familia.
Con el libro, casualmente encontrado, entre mis manos, decidí posponer la lectura de Victus y comenzar a leer Vida y sacrificio de Companys en cuanto terminase de leer Salir a robar caballos, un libro noruego que debí terminar de leer hace una semana y que sin saber porqué su lectura se había ido dilatando en exceso. Hoy por fin terminé de leer el libro de Per Petterson. Hoy no tenía pensado escribir ninguna línea en este cuaderno virtual. Hoy, hace poco más de media hora, empecé a leer el prólogo de Vida y sacrificio de Companys y hoy, hace poco más de media hora leo que "Hacia las seis y media de la mañana del 15 de octubre de 1940 era fusilado en el foso de Santa Eulalia del castillo de Monjuïc". Un pequeño escalofrío me recorre la espalda al comprobar la fecha de hoy. Hace mucho tiempo que no creo en las casualidades. Dejo el libro en la página dos del prólogo y me pongo a escribir estos párrafos. Publico hoy este capítulo incompleto que irá creciendo en la medida en que yo avance en mi lectura de este libro de Ángel Ossorio y Gallardo. Añado, esta noche de miércoles 15 de octubre, la fotografía de Lluís Companys horas antes de ser fusilado un 15 de octubre de hace 74 años. Reservo su última carta para el final de este capítulo.
Vienes 17 de octubre
Ayer fue un día de perros, húmedo y frío, el primer día que realmente anticipa el invierno. Ayer amaneció nevando y no dejó de hacerlo hasta la tarde. A las 7.45 tomé un autobús con destino Oslo, donde tenía una jornada de grabación con varias entrevistas y el acto de inauguración de una tortuga-mosaico en el barrio de Sagene. Durante el viaje en autobús, mientras veía caer una nieve que me parece demasiado temprana, y en los ratos de espera, antes de grabar las entrevistas y antes del acto de inauguración; disfruté de la lectura de los primeros capítulos de Vida y sacrificio de Companys.
De su autobiografiado empieza señalando Ángel Ossorio y Gallardo, amigo personal y autor de este libro, que aquellos que no conocieron a Lluís Companys se dividen entre los que lo odian y los que lo adoran. Sostiene Ángel Ossorio que los calificativos que estos grupos de detractores y admiradores, que nunca tuvieron siquiera la oportunidad de saludar en persona a Lluís Companys, no podrían más erróneos. Sostiene, también, el autor, que todos aquellos que le conocieron, aquellos que compartieron con él aunque sólo fuese unos minutos, no dudarán en calificarle como una "persona encantadora".
Mecido por el bus y mientras lanzo furtivas miradas a la nieve temprana que pone en riesgo la grabación de exteriores de hoy, señalo algunos párrafos que me parecen especialmente interesantes y que ahora copio.
SETENTA AÑOS DESPUÉS
La democracia española todavía no ha anulado la sentencia que condenó a muerte al presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluís Companys. Una democracia que no hace justicia a todas las personas que lucharon por ella durante la guerra civil y bajo la dictadura franquista es una democracia con pies de barro. Entre la legalidad republicana, nacida el 14 de abril de 1931, y la legalidad democrática que restableció la Constitución española de 1978, se interpusieron el fascismo, vencedor de la guerra civil española, y los casi cuarenta años de dictadura franquista. No puede haber ningún reconocimiento jurídico de los actos de persecución y represión política que caracterizaron a la dictadura desde el primer día al último. La condena total del franquismo es una exigencia ética y política de una democracia bien asentada. También lo es la anulación de todas las sentencias que violaron los derechos humanos.
La memoria de Companys y de todos los patriotas por la libertad, vencidos por el fascismo y perseguidos por la dictadura franquista, nos responsabiliza ante la injusticia del pasado. Porque sin la memoria del pasado no hay futuro seguro para la democracia presente.
Del prólogo de Miquel Caminal i Badia.
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La receta propugnada por los políticos españoles era tan eficaz como sencilla: arrasar Catalunya y sembrarla de sal. [...]
Pero había un español que no quería arrasar nada ni sembrar sal, sino hacer justicia a todo el mundo y dejar que prevaleciese la realidad: ese español era don Antonio Maura [...] El sistema político de Maura consistía en levantar la compuerta y dejar que las aguas tumultuosas del catalanismo desembocasen en el Parlamento. Política, ante todo, justiciera, porque se rendía ante la voluntad popular, y después prudentísima, porque, cohibido el catalanismo en su patria, hubiera degenerado en revolución sangrienta, mientras que, encauzado por las vías legales, necesariamente tenía que acabar en una labor constructiva dentro del conjunto del Estado español. Así sucedió que de los políticos solidarios, unos terminaron siendo ministros con la monarquía y otros lo han sido con la República. El éxito del pensamiento marista ha quedado consagrado por los hechos.
Para llevarlo a la práctica sólo había que hacer una cosa: respetar la sinceridad electoral. Que triunfase quien tuviera más fuerza, sin pensar en que fuese catalanista o españolita. El gobierno respetaría la libertad de todos, no tendría candidatos propios y no protegería ni combatiría a ninguno. Salga lo que saliere.
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Cuando llegó al Concejo, la Lliga Regionalista impuso una política honesta. No logró sanear la atmósfera, pero, por su parte, cumplió excelentemente su deber. Los radicales se enriquecían; los regionalistas no. Más adelante, la pestilencia alcanzó a todos, y se repartieron lindamente los negocios productivos.
Companys fue, en medio de la vorágine del escándalo, una nota de austeridad. De austeridad bohemia, porque nunca, ni en el bien ni en el mal, se acordó de sí mismo. Mientras la mayoría de los demás ediles -salvemos las excepciones que siempre las hay- practicaban, a caño libre, el peculado y el cohecho, a Companys tenían que ayudarle a pagar la casa sus amigos, porque él, aventada su hacienda y logrando muy flacos ingresos con la abogacía y el periodismo, no solía tener ni lo indispensable para mantenerse.
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Porque el gobernante, nunca ni por nada, puede ser émulo del criminal. Si la ley no basta, se hace otra. Si los órganos de la autoridad flaquean, se les sustituye. Si un mecanismo es insuficiente, se crea otro más robusto. Pero el poder público no puede ser nunca ladrón frente a los ladrones, incendiario frente a los incendiarios, asesino frente a los asesinos. La imagen de la ley no debe ser nunca suplantada por la de una prostituta.
No se crea que abogo por los gobiernos débiles ni disculpo los crímenes obreros. El gobierno, cuanto más liberal y justiciero sea, debe tener la mano más dura, precisamente porque la ley inflexible es la máxima garantía de todas las libertades. Y a los obreros hay que decirles que matar, destruir, arruinar, no constituye razón ninguna ni, en definitiva, sirve para nada. Antes al contrario, imposibilita el triunfo. Causa deshonrada es causa perdida. Así pues condeno con toda mi alma al obrero que mata, pero condeno dos veces a la autoridad que mata al matador.
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Llegó el momento de inaugurar la tortuga de Sagene y esta vez el capote de D. Bosco no fue suficiente para hacer que la lluvia y la nieve se tomasen una pausa. Una hora después, cuando empecé a guardar la cámara en su funda, mojados y fríos yo y ella, tenía ganas de refugiarme en el calor del bus y leer unos cuantos capítulos más de regreso a casa. Sin embargo, Susan me dijo que Val también regresaba y podía llevarme a casa en su coche. Ahorré algunas coronas y hice el camino de vuelta hablando en inglés sobre tecnología, cambio climático y vacas argentinas. En casa esperaban tacos para comer y un calorcito muy agradable en este primer día de invierno anticipado.
Lunes 20 de octubre
Ayer dio comienzo una nueva temporada del programa de TV Salvados. El plato fuerte para el programa inaugural consistió en llevar al líder de ERC, Oriol Junqueras, a pasar el día con una familia de Gines, Sevilla. Éxito rotundo, el programa fue el más visto en España en la noche del domingo. Coincido con mi amigo David: la señora Eugenia es lo mejor del programa. Jordi Évole deja que la situación vaya cobrando vida e interés por sí sola, interviene poco, pero cuando lo hace, sus preguntas o comentarios son directos y brillantes. A Oriol Junqueras, sin embargo, lo encuentro incómodo. Creo que se sabe fuera de casa, jugando de visitante en un terreno que, tal vez por sorpresa, no se le muestra tan hostil. La palabra que resume el sentimiento que la posible independencia de Catalunya provoca en los sevillanos que aparecen en el programa es: pena. La abuela Eugenia entiende las razones del político y comprende que el pueblo catalán se haya hartado de esa "suegra insoportable" que es el Gobierno de PP. No me creo al Oriol que equipara las motivaciones prácticas a las sentimentales a la hora de desear fervientemente la independencia. Tampoco me creo que realmente desconociese la campaña contra Javier Cercas ni la información tendenciosa a favor de un resultado positivo a la independencia que maneja TV3. El momento culminante del programa es cuando Jordi Évole le pregunta a Oriol Junqueras: seguirías queriendo la independencia aún en el caso de saber que sería negativa para Catalunya. La "respuesta-anguila" del político es que no puede ni siquiera imaginarse ese supuesto porque lo considera imposible.
Termina el programa y Oriol Junqueras me sigue cayendo igual de bien que al principio: hemos compartido 9 fotografías en las calles de Barcelona, nueve platós en BTV y bastantes conversaciones. Oriol empezó el programa como un profesor de historia metido a político y lo terminó como un político que se apoya en la historia para esgrimir su programa. Comprendo sus motivos y entiendo su sentimiento catalanista, el suyo y el de, tal vez, millones de Catalanes hartos de esa "suegra insoportable" que es el Gobierno del PP; pero sus razones prácticas no me convencen.
Copio ahora algunos párrafos más de Vida y sacrificio de Companys.
Ese año de 1922, había de traer para Companys una nueva y terrorífica impresión que en su ánimo alcanzaría caracteres de catástrofe. En el mes de marzo, caía aseninado en las calles de Barcelona Salvador Seguí (Noi del Sucré), el segundo del tríptico mártir. Era un hombre bueno. Pertenecía como Layret y como Companys, a la casta de los revolucionarios conservadores, es decir, de aquellos hombres que no derruyen por el placer de derruir, sino que crean, fundan, establecen. Era un sindicalista organizador. Soñaba con la cultura y con el bienestar de las masas. Dios estructura y fuerza a los sindicatos. No quería bajarse a la miseria sino elevar los miserables al bienestar. Hijo de una familia campesina, vecina de los Companys, Lluís y él habían jugado juntos de niños. Volvieron a encontrarse en la capital catalana y unidos ambos a Layret compartieron, desde distintos puntos de vista políticos, el sueño de una humanidad mejor.
Salvador Seguí y Francesc Layret |
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Situación más grave le produjo la Confederación Nacional del Trabajo, suscitando en los albores de su gobierno una huelga general. El compromiso era definitivo. Si aquel paro absoluto se prolonga, se hubiera producido una alternativa trágica: o hubiera habido que ahogarla en sangre o habría dado al traste con la República. Una comisión de huelguistas acude a ver al Gobernador. Éste se adelanta y les dice:
Amigos: si os creéis con fuerza para hacer la revolución social, adelante. Hacedla. No os la he de dificultar. Pero si comprendéis que en esta hora la única revolución posible es una evolución política radical que os dé amplio margen para vuestras propagandas, ayudadme. Lo que no haré es enfrentarme por la violencia con vosotros y enviar a la cárcel a los compañeros que hace dos meses estaban conmigo en ella. Antes de llegar a esto, dimitiría.
España, vosotros los sabéis como yo, no está preparada para una revolución social. Me diréis acaso que Rusia tampoco lo estaba. Exacto. Pero Rusia disponía de una minoría de hombres aptos, dispuestos, capacitados para hacerla. Tenéis vosotros esta minoría? Creéis que las masas os van a seguir? Preferís abrirnos un margen de confianza y dejarnos realizar nuestra revolución política que acabe con el atraso español? Yo como gobernador no puedo entregarme a vosotros pero os doy mi palabra -y ya sabéis que sé cumplir siempre mis palabras- de que mientras que yo esté aquí no habrá favoritismo y todo el mundo será sometido a la ley, no a la ley monárquica todavía sin reemplazar, sino a la del criterio recto de mi moral política que no flaqueará un sólo instante.
Aquel rasgo de valor y de nobleza salvó la situación. Los obreros comprendieron que tenía razón Companys y la huelga quedó conjurada.
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Para los nacionalistas catalanes irreductibles, Cataluña es una nación y tiene derecho exclusivo para trazarse sus propias normas de vida. Para los demás catalanes y para todos los españoles, Catluña forma parte de España y sólo el acuerdo de España entera puede decidir cómo ha de vivir cada una de sus partes. La antítesis se pondrá de manifiesto en ocasiones múltiples.
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Por qué aquel día nos fundimos Companys y yo en el grito de "Viva España"? Por qué se nos saltaron a los dos las lágrimas dominados por una misma emoción?Es que él había dejado de ser un sincero catalanista? Es que yo no era un madrileño de nacimiento y vocación? Qué tontería! Era que en nuestros corazones golpeaba un mismo sentimiento de amor y de justicia y, cuando el amor y la justicia entra en las almas, qué fácil es resolver todos los problemas nacionalistas y todos los problemas del mundo!
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Y por fin, el 9 de septiembre se vota definitivamente el Estatuto: 314 votos en pro, 24 en contra. Y nada más? Sí, una cosa muy breve y sencilla, que los diputados catalanes con Companys a la cabeza y extendiendo los brazos gritan:
- Viva España! Viva nuestra España!
Y más de cien diputados castellanos, con el poeta madrileño Luis de Tapia, gritan a su vez:
- Viva nuestra Cataluña!
Momento de grandeza y de ilusión. La voz de la justicia tiene siempre sus fueros.
Por mucho que quisieran protestar e incomodarse los separatistas intransigentes, Cataluña estaba contenta y veía abrirse ante sus ojos un espléndido porvenir. Cuando regresaron a Barcelona los diputados, el pueblo los acogió estruendosamente. Y cuando algunos días después visitaron Barcelona el jefe del Gobierno don Manuel Azaña, el presidente de la comisión del Estatuto don Luis Bello y otro grupo de diputados castellanos, las ovaciones populares fueron inenarrables, históricas.
Ay! Qué gran solución si las cosas hubieran seguido por su camino! Pero antes de un año se habían de disolver las Cortes Constituyentes, se había de entregar el poder a los enemigos jurados de la República y se había de llevar ésta al despeñadero.
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El 24 de diciembre del año 33, muere el presidente de la Generalitat, Francesc Maciá. No desaparece con él una persona, sino un símbolo. [...]
Permítaseme una levísima disgresión. Quién creó la figura y la leyenda de Maciá? Es curioso depurarlo. La crearon sus enemigos mortales: los militares españoles. En 1907 Maciá, comandante de ingenieros, es políticamente desconocido. Se le señala como un regionalismo templado. Al celebrarse las elecciones de Solidaridad Catalana aparece incluido en la candidatura de ese movimiento. [...] Pero los compañeros de armas de Maciá, con esa maravillosa sensatez que los distingue siempre, se atraviesan en el camino y conminan a Maciá con formarle tribunal de honor si no desiste de su empeño político o se retira del ejército. Doloridísimo, el comandante opta por esta última solución, que es la única digna, y corta así una carrera que prometía ser brillante. Pero él era un militar verdadero y esa injusticia le amargó toda su vida, llevándole a un estado de protesta invariable y de exageración de su ideario. Añádese a esto una expatriación durante la dictadura, primero, y después durante el gobierno de Berenguer, su persecución por gobiernos extranjeros, incluso el argentino, es decir, el ambiente de vejamen con que siempre se le rodeó y se comprenderán sus extremismo, su frustrada aventura bélica en Prats de Molló, el proceso en París y todas las demás aventuras que hicieron de la suya una vida novelesca y de su persona un héroe popular. Si los militares le dejan en paz en 1907, no hubiera sido don Francesc nada más que general.
[...] El primero de enero de 1934, el Parlamento catalán se reúne y elige a Companys. [...]
Ya está Companys en la cumbre. Pero la verdad es que su elección despista a la opinión general. Cualquier cosa puede esperarse de Companys menos que sea un gobernante. Es un agitador, un revolucionario, un hombre inquieto, un bohemio. Provenía de una casa rica y ha tirado su fortuna. Es abogado y no se ha preocupado de hacer un bufete productivo. Por apoyar a los rabassaires se ha malquistado con todos los ricos de su país. [...]
Las gentes no saben que Companys es un constructor. Ignoran que la Unió de Rabassaires es una obra afirmativa. Ignoran que Companys, Layret y Seguí no lucharon por destruir nada sino por crear una Cataluña humana, pacífica y confortable. Ignoran su proceder como gobernador de Barcelona. No quieren acordarse de que cuando el 11 de mayo de 1931, por efecto de una provocación monárquica, se quemaban iglesias por muchas partes, en Barcelona, gracias al tacto de Companys, no se quemó ninguna ni hubo la más leve alteración del orden. El enemigo político no quiere saber nada de nada y aborrece la verdad.
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Además de en sus lecciones de historia al inicio del programa, una de las cosas en las que reconozco al Oriol Junqueras totalmente sincero que conocí dirigiendo un programa de televisión es cuando señala que la ayuda del Gobierno de Rajoy ha sido fundamental para hacer de los moderados e indecisos fervientes independentistas.
Miércoles 22 de octubre.
Acabamos de comprar billetes para viajar a Barcelona el 19 de noviembre. Estaremos allí una semana. Intuyo un: hasta quién sabe cuando. Mi hermana y su familia están pensando seriamente la posibilidad de regresar, empezar en el sur. Si ellos se mudan, pocos vínculos, más allá de algún amigo íntimo, un puñado de conocidos y un montón de recuerdos, quedarán. Poco más y nada menos que una cultura magnífica que, siendo del sur, hoy también siento como mía.
Ayer, después de limpiar la farmacia y mientras mamá terminaba de hacer cuatro cosas y tú estabas en la guardería, tuve tiempo para leer en la cocina de la farmacia unas cuantos capítulos más. De ellos copio estos párrafos que me parecen especialmente interesantes:
"Catalanes! Las fuerzas monarquizantes y fascistas que de tiempo atrás pretenden traicionara la República, han conseguido su objetivo y han asaltado el poder.
Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que predican constantemente el odio y la guerra a Catalunya, constituyen hoy el soporte de las actuales instituciones.
Los hechos que se han producido dan a todos los ciudadanos la clara sensación de que la República, en sus postulados fundamentales, se encuentra en gravísimo peligro.
Todas las fuerzas auténticamente republicanas de España y los sectores sociales avanzados, sin distinción ni excepciones, se han levantado en armas contra la audaz tentativa fascista.
La Catalunya liberal, demócrata y republicana no puede estar ausente de la protesta que triunfa por todo el país, ni puede silenciar su voz de solidaridad con los hermanos que en las tierras hispánicas luchan hasta morir por la libertad y por el derecho. Catalunya enarbola su bandera y llama a todos al cumplimiento del deber y a la obediencia absoluta al gobierno de la Generalidad, que desde este momento rompe toda relación con las instituciones falseadas.
En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Catalunya, proclama el Estado catalán de la República federal española y al restablecer y fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Catalunya el Gobierno provisional de la República, que encontrará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República federal libre y magnífica.
El gobierno de Catalunya estará en todo momento en contacto con el pueblo. Aspiramos a establecer en Catalunya el reducto indestructible de las esencias de la República. Invito a todos los catalanes a la obediencia al gobierno y a que ninguno desacate sus órdenes. Con el entusiasmo y la disciplina del pueblo nos sentimos fuertes e invencibles. Mantendremos a raya a quien sea pero es preciso que cada uno se contenga sujetándose a la disciplina y a la consigna de los dirigentes. El gobierno, desde este momento, obrará con energía inexorable para que nadie trate de perturbar ni pueda comprometer los patrióticos objetivos de su actitud.
Catalanes! La hora es grave y gloriosa. El espíritu del presidente Maciá, restaurador de la Generalidad, nos acompaña. Cada uno en su lugar y Catalunya y la República en el corazón de todos.
Viva la República y viva la libertad!"
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"Mucho se ha censurado la conducta de Companys y sus compañeros el 6 de octubre. Yo pienso, sin embargo, que con ella prestaron un gran servicio a su país.
Si ellos no atraviesan en aquellos azarosos momentos un acto personal suyo, hubieran quedado frente a frente el movimiento popular revolucionario y la fuerza del poder central. La guerra civil que hubiera estallado habría sido larga o corta. De ser larga, habría traído la ruina a Catalunya y el aplastamiento de sus aspiraciones sabe Dios hasta cuánto tiempo. De ser corta - como era seguro pues Catalunya estaba preparada para alborotar y no para guerrear - el pueblo catalán habría sido aniquilado y una ocupación militar hubiera ahogado indefinidamente sus aspiraciones. Companys no planteó un pleito entre Catalunya y España sino entre él y el gobierno central. El pueblo no fue parte en el litigio. El sacrificio de Companys les salvó".
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"Si aquí hay un responsable soy yo; o, por lo menos, he de asumir la mayor parte de la responsabilidad.
Una vez dicho esto, ahora, en nombre de todos debo añadir lo que sigue. Afirmo por nuestro honor, porque es la verdad, ante el Tribunal, ante el país y ante la Historia, que el móvil de nuestra determinación no fue otro que la defensa de la República democrática y parlamentaria y de las libertades que la Constitución del Estado tiene reconocidas a Catalunya y que ésta había aceptado como transacción con el afán de encaminar y resolver, en el ámbito glorioso de la nueva legalidad republicana, las aspiraciones patrióticas e inabatibles de nuestra tierra que habían sido constantemente perseguidas y escarnecidas y, por consiguiente, peligrosamente excitadas en el régimen anterior"
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"Companys de cuerpo entero. Cuatro afirmaciones fundamentales. Primera: hay que buscar la justicia social y reparar los atropellos hechos por los poderosos. Segunda: no se ha de ir nunca contra los fundamentos económicos de la sociedad. Tercera: quiere soluciones cristianas y le bastaría para lograrlas que se aceptasen los postulados sociales del catolicismo. Cuarta: respetará las ideologías más varias pero hará vivir a todo el mundo dentro de la ley. Conclusión: el gobernante Companys no es anarquista, ni comunista, ni siquiera socialista. Es un liberal con ansias de justicia para los desheredados. Es... me atrevería a decirlo? Es un cristiano.
Sí. A pesar de que no cree en nada tiene el alma empapada de cristianismo. La ley de Cristo es tan sabia, tan generosa, tan humana que inunda los espíritus de los que no creen en Dios y se apodera de ellos quizá sin que ellos mismos lo adviertan".
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"Había llevado con él (en un viaje a Sevilla) una cobla catalana que recorrió las casetas de feria tocando sardanas. La concurrencia, sorprendida ente el originalísimo conjunto armónico, aplaudía con verdadera pasión.
Todo lo recorrió Companys y dio un paseo por el río en una embarcación de la Junta de Obras Públicas del Puerto. Le acompañaba el gran sevillano Manuel Blasco Garzón. Las gentes de los pueblos ribereños se acercaban a las orillas saludando y vitoreando a Companys, el cual hondamente emocionado le decía a Blasco en voz baja:
- Nos comprenden. Nos comprenden y nos quieren."
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"El 18 de julio supo Companys de la sublevación de las fuerzas de África porque telefónicamente se lo comunicó desde Madrid Indalecio Prieto. Sin embargo, la población no se enteró de nada y se mantuvo tranquila.
Un periodista cuenta que la noche del 18 de julio estaba en el teatro Poliorama presenciando la representación de una comedia de Muñoz Seca, el mísero autor que había dicho "la República no ha sido sangrienta, pero ha sido mugrienta" y entre el público empezó a correr la noticia de que los militares se habían sublevado en Canarias y en Marruecos, que en la Comandancia Militar de Melilla ondeaba la bandera monárquica y que estaban cortadas las comunicaciones telegráficas y telefónicas.
Díjose que la Generalidad repartía armas pero esto era inexacto por la sencilla razón de que no las tenía. Prueba de ello es que, para proporcionarse algunas, uno de los jefes de la policía falsificó una orden de requisa y se apoderó de las existencias de dos o tres armerías. Pistolas y escopetas de caza para enfrentarse con los cañones del ejército!
La propagación de los rumores atemorizantes, lejos de recluir a las gentes las hizo salir a la calle, Barcelona se encontró aquella madrugada animadísima, sin duda para advertir a los militares que el pueblo no dormía. Grupos de policía, de asalto y de civiles rondeaban los cuarteles para vigilarlos. Companys permanecía cuidadoso en su despacho. José María España en el suyo. Al cabo éste le avisó que las tropas comenzaban a salir de los cuarteles. Companys respondió:
- La tragedia ha empezado. La seguiremos hasta el final.
Inmediatamente y a medio vestir, se echó a la calle. Eran las cinco de la madrugada. Tomó un coche de los del servicio de la Generalidad, impidiendo que le acompañara el jefe de los Mozos de Escuadra que quiso hacerlo. Completamente solo se dirigió a la Comisaría General de Orden Público sita en la Vía Layetana. Allí arengó a los guardias de asalto y policías impulsándoles a dar la vida en defensa de la República y Catalunya. Enardecidos, le obedecieron y salieron a batirse bravamente. El presidente, acompañado del comisario general, el capitán Escofet, se mantuvo en el despacho toda la mañana, comunicando con las comisarías, dando órdenes telefónicas, hablando con los centros políticos, inspirando o secundando la acción del pueblo. Algunos fallecieron a sus pies besándole las manos. Por milagro se libró de un atentado. Entre las muchas gentes que iban a felicitarle y a abrazarle, apareció un soldado con igual pretensión. Llegó hasta la puerta del despacho. Cuando iba a entrar le detuvo un guardia diciéndole:
- Tú eres fascista. Hace pocos días que te detuve.
Le registraron. Llevaba una camisa azul con ocultas insignias falangistas y una pistola cargada. Su intención era evidente".
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"En Madrid, igual que en Barcelona, un pequeño grupo de guardias, de estudiantes y de obreros toma a mano limpia el cuartel de la Montaña donde están ya sublevados un regimiento de Ingenieros, otro de Infantería y 500 falangistas magníficamente armados, todos al mando del general Fanjul. En San Sebastian se subleva la guarnición y la domina el pueblo. En Gijón ocurre otro tanto. Lo mismo en Alcalá de Henares. Y en Guadalajara. Y en todas partes.
Los que hablan de guerra civil española no saben lo que dicen o mienten a sabiendas. La guerra civil ha quedado vencida y terminada en menos de una semana.
De ahí en adelante tendremos que pelear contra la agresión de Alemania e Italia. Y contra la traición de Francia e Inglaterra".
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"Claro que Companys había de estar del lado de los obreros, primero porque lo había estado toda su vida y después porque en aquel momento los obreros eran los grandes defensores de España. Pero de esto a dejarse manejar por tal o cual partido, hay enorme distancia. Lo que ocurre es que en éste, como en todos los gobernantes de aquel tiempo; cabe advertir inevitables transacciones, incongruencias, titubeos, cambios de frente. No podía ser de otro modo. España vivía en la leyenda heroica pero vivía también en el absurdo. Absurdo que los anarquistas, negadores de todo gobierno, se constituyeran en gobernantes; absurdo que dos ideología antagónicas como la comunista y la anarquista se prestaran a hacer unidas una misma obra de gobierno; absurdo que los sindicatos, simples organismos obreros para las luchas económicas, se convirtieran en instrumentos de la política general; absurdo que se acometiese una honda obra revolucionaria cuando ni siquiera se podía vivir; absurdos otros muchos hecho y otras muchas cosas. Y había que pasar por todo porque no había Estado sino polvo de Estado, ceniza del Estado. El haber hecho en tales condiciones una guerra internacional de dos años y medio, el haber restablecido el orden perturbadísimo, el haber pagado con normalidad perfecta la deuda interior y la exterior, el haber cumplido hasta el último céntimo todos los compromisos financieros, el haber mantenido con plena dignidad todas las relaciones diplomáticas es una obra de maravilla, de pasmo que solamente la Historia podrá apreciar".
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Viernes 31 de octubre
Matías y yo acabamos de pasar una semana un poco constipados. Nada de fiebre, por suerte, pero bastante mocosos hasta hoy. Tengo pocos momentos para dedicarlos a las últimas páginas del libro.
"Con el uso de la palabra se mostraron en nuestra guerra dos temperamentos contradictorios. El presidente de la República don Manuel Azaña, todo talento, sentido crítico, frialdad, habló contadas veces. Quizá no llegó a media docena, pero sus discursos fueron lapidarios. El presidente de la Generalidad, Lluís Companys, habló todos los días, aprovechó todas las ocasiones, disimuló las contrariedades, estimuló el coraje, derramó el sentimiento."
Domingo 2 de noviembre
Termino el libro en una de las pausas del rodaje de Røst en Moss. Allí me sucede una cosa curiosa: al regresar a casa en la noche del viernes, me doy cuenta de que he perdido mi libro. Nathaly me asegura que aparecerá al día siguiente. Las opciones de perdida en un lugar cerrado o de robo de un libro en castellano en Noruega son nulas. Tal y como Nathaly aseguraba, temprano, en la mañana del sábado, descubro que alguno de los trabajadores de la escuela donde grababa habían tenido a bien recoger el libro del rinconcito junto a la funda del trípode donde yo lo había dejado y ponerlo en una mesa; razón por la que yo no lo había visto el día anterior.
La mañana del domingo es una tranquila mañana de rodaje con mucho tiempo libre. Por fin puedo terminar las últimas páginas.
"Companys no era erudito, no era sabihondo, era poco ilustrado, escribía mal. Su condición señera era el talento. Un talento diáfano, clarividente, profético, certero. Auguraba el porvenir con lucidez, resolvía las dificultades con firmeza y buen tino. Conocía a los hombres sueltos. Conocía a las multitudes. Su palabra sencilla y cálida se adueñaba del corazón del auditorio. Era político por esencia. Tenía todos las calidades, todas las virtudes del propagandista ardoroso y las del gobernante sereno y honrado".
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"Cuál era pues la fórmula política de Companys? La que lógicamente tiene que ser cuando se advierten y se sienten simultáneamente la unidad y la variedad: el republicanismo federal. Basta para acreditarlo dos datos históricos. El primero es el del 6 de octubre de 1934. El presidente de la Generalidad proclama en aquel angustioso momento "el Estado catalán de la República federal española" [...] El otro dato consta en una interviú tenida con el periódico Solidaridad Obrera el 8 de julio de 1938. El periodista pregunta:
- Resolvería un régimen federal el problema de las nacionalidades ibéricas?
El interrogado se produce sin titubeos.
- Soy nacionalista catalán rotundamente. El problema de las nacionalidades ibéricas puede ser resuelto por la libre federación de los pueblos que constituyen la maravilla peninsular.
E insiste todavía:
- La grandeza de España sólo puede fundarse de cara al Derecho, a la historia, a la geografía y a la verdadera naturaleza del conjunto hispánico sobre las bases de una República federal.
Ésa es la doctrina. Ésa es la aspiración. Cuando escribo estas líneas existe un movimiento catalán visiblemente extraviado. Yo pido a todos los catalanes que vivan en Companys la tradicional realidad histórica como solución del mañana: República federal para las partes de España que quieran ser federales; República unitaria para las que no lo quieran ser. Y así fácilmente se dará el fenómeno de que al lado de Catalunya se mantengan los corazones de los demás españoles. Lo cual, aunque no lo quieran ver los exaltados, es cosa esencial para la libertad y la vida catalanas.
Qué tendría este hombre para ser adorado en Catalunya, querido en toda España, señor de las multitudes, reverenciado hasta por sus contradictores?
Tenía una cosa: la Bondad. Los efluvios de su corazón fueron el gran tesoro que entregó a sus contemporáneos. Todas sus campañas (la de Marruecos, la de conspirador, la de gobernador, la de los rabassaires, la de presidente, la de procesado, la de la guerra) estaban inspiradas en el amor al prójimo, en la apetencia del bien, en la fraternidad con los humildes y necesitados. Llegada la guerra "fueron muchos -atestigua Pi Suñer- los salvados por su intervención directa y no solamente gente desconocida sino bien conocidos adversarios". Estos le han mostrado su gratitud fusilándole.
Cierro el libro, terminado. Los chicos noruegos, felices tras los últimos ensayos, expectantes ante su primer concierto juntos en el auditorio de Moss, son ajenos a mí, el tipo de la cámara que en una mesa un poco apartada lucha por contener dentro una lágrima en honor de Companys.
Soy admirador, profundo y sincero admirador, de Lluís Companys desde los días de Barcelona sota el franquisme. Gracias a aquel programa de BTV, que dirigí, conocí su talla humana y política. En estos días, el libro de Ángel Ossorio y Gallardo reverdece el recuerdo y, gracias a él, profundizo un poco más en el conocimiento del hombre, del buen hombre que fue Lluís Companys.
Copio aquí la última carta de Companys. Albel Folk la leyó junto al foso del Castillo de Montjuïc, donde Companys fue vilmente asesinado. Con su lectura se cerraba el primer programa de Barcelona sota el franquisme.
"Te escribo en la vigilia del Consejo de Guerra. Pienso que podré entregar a la Ramoneta una cuartilla que he hecho, y si acaso, en los últimos momentos, las conversaciones verbales y últimas. También esta carta y una para mi hija Maria, todo lo que se enviará cuando sea posible".
"No haría falta lo que digo en la cuartilla repetida. Pero lo he hecho también por ti misma, mi vida. Conozco tu bondad y te quiero tanto que una de las cosas que más me preocupan, amada mía, Carme mía, eres tú. En aquella cuartilla consigné mi absoluta confianza en ti. Y quiero que no olvides que tienes que ser previsora para tu salud, que necesitas cuidados, y que yo te recomiendo y te lo mando en el menester que no te abandones".
"Si mi hijo vive, no creo que falten la ayuda de mis amigos. Por otros conductos (quizás mi defensor) quizás recibirás otra carta, expresión de mi amor, pues aprovecharé todos los conductos que tenga".
"Reacciona, repito, contra el abatimiento. Relaciónate, distrae parte. Así lo quiero. Busca compañía de alguna familia, quizá más tarde, y cuando sea posible, mis hermanas. Haz lo que te digo, porque yo, tu Lluís, ya no sufriré, así deseo que lo hagas, mi amor. Busca también el consuelo de las creencias y lo encontrarás".
"Me siento sereno y tranquilo. Es Dios que ha puesto las cosas y las decisiones para darme este destino y me llena de una serenidad extraordinaria. Le doy las gracias porque habiendo todos de hacer el mismo camino, me ha reservado un fin tan hermoso, por Cataluña y mis ideales, que revaloriza mi humilde persona. Tú que me amas y tienes que amar pues el recuerdo que pueda dejar, tienes que comprender eso".
"No admitas, pues, pésames, ni llores. Levanta la cabeza. Esta muerte, que afrontaré plácidamente y serenamente, dignifica. Vida mía, moriré amándote. Tu retrato lo llevaré conmigo. Y el último pensamiento será para ti y mis hijos, con el amor a Catalunya. Te besa, tu esposo, Lluís ".
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