La primera película de miedo que recuerdo tenía por título algo así como Frankenstein en la isla de los monstruos. La película casi no la recuerdo, pero las sensaciones que me produjo las recuerdo a la perfección. Yo debía tener entre 12 y 13 años. La víspera de la fiesta grande de mi colegio Trinitario en Córdoba, el día de San Juan Bautista de la Concepción; fuimos al cine del colegio Salesianos (qué envidia daba aquel cine dentro de un colegio y aquellas pistas de fútbol sala y baloncesto). Al que se le ocurrió poner aquella película de terror de serie B a unos críos de EGB habría que haberle desterrado a la dichosa islita de Frankenstein y los monstruos. En el cine, rodeado de amigos, gritando, haciendo bromas, tirándonos pipas a la cabeza, la película fue sólo un pretexto para pasar una mañana sin clases.
Por la noche, en la oscuridad del dormitorio compartido con mi hermano, la cosa ya se puso fea. Me pasé la noche sin dormir recordando alguna de las horribles secuencias que había visto en el cine del colegio Salesiano. Debí hacer bastante ruido moviéndome de un lado a otro de la cama para evitar quedarme dormido y ser presa fácil para las pesadillas. Debí despertar a mi padre, tu abuelo Joaquín, querido Matías. Se levantó y se asomó a la puerta de la habitación. Él sabía lo de la peliculita y me preguntó si era por eso que no podía dormir. Le mentí. Le dije que estaba nervioso porque al día siguiente, dentro en honor a San Juan Bautista de mi colegio Trinitario de Córdoba, tenía una prueba de atletismo. Estoy seguro de que no pude engañarle. A pesar de no pegar ojo en toda la noche, recuerdo que gané fácil la carrera. Tardé bastante en volver a ver una película de miedo. El larguísimo y oscuro pasillo que había que atravesar para ir y volver del baño, era ya bastante terrible, como para imaginarlo poblado de vampiros, hombres del saco y fantasmas.
Pasados un buen puñado de años, sin embargo le cogí afición al género y a esa sensación, difícil de describir, de sentir el bello erizarse de a poco con una buena secuencia o ese fogonazo de susto que te asalta por culpa de un truco de imagen o de un efecto de sonido. Tú, querido Matías, todavía eres inmune a las películas de miedo. Un ruido algo fuerte puede sobresaltarte, pero te es indiferente que sea un grito de terror o la risa estridente de una niña pija. En poco tiempo tendremos que empezar a tener mucho cuidado con las películas que vemos contigo. Que a mí ahora me gusten mucho las pelis de miedo, no quiere decir en el futuro te tengan que gustar a ti. A mamá no le gustan, a tu hermano Erik le gustan ahora, pero les tenía terror de pequeño y con Kevin todavía no nos atrevemos a probar. Si a ti te gustan, cuando tengas edad suficiente para hacer frente a las pesadillas, será fantástico apagar las luces, una noche de viernes, sentarnos en el sofá con alguna bebida fría o caliente y pasar un par de horitas con el bello erizado o disimulando saltitos de susto. Por si, cuando tengas la edad suficiente, te gustan las películas de miedo; mientras llegan esos años te voy dejando en este cuaderno virtual, algunos capítulos con algunas películas de miedo imprescindibles. Por suerte, en esta casa de Bjørkelangen no tenemos un pasillo larguísimo y oscuro.
Durante muchos años estuve comprando tres revistas de cine: Fotogramas, Imágenes de Actualidad y Pantalla Tres. La última sólo la compraba por los pequeños carteles de cine, coleccionables, que contenía. Recuerdo que el cartel de Al final de la escalera fue uno de los que salió repetido varias veces. En aquel tiempo, sin internet, mirar y ordenar por orden alfabético, los cientos de carteles que fui acumulando; era una de las mejores formas de evadirme de los libros de Derecho. Hasta ayer no había visto la película. Buscando algo que ver en el disco duro y aprovechando que a Erik también le gustan las películas de miedo, que Kevin no parecía tener intención de salir de su cuarto, que mamá no hizo amago de protesta y que tú todavía eres inmune al miedo cinematográfico; saldé la deuda pendiente con esta películas de miedo clásico.
A parte de la inquietante frase del cartel, nada más sabía de la película. Tras un inicio que a tu hermano Erik le recuerda a El resplandor, se desarrolla una historia de mansión con fantasma, la historia de un terrible secreto que es necesario desvelar para dar descanso al alma del protagonista invisible, la historia también de una venganza. Una película de principios de los ochenta, una película que seguro bebe de muchas anteriores y de la que, sin duda, han bebido muchas posteriores. Con pocos y artesanales efectos especiales, el miedo que inspira va increscendo desde el descubrimiento de la presencia de Joseph y su trágica muerte, hasta ese momento brillante en el que el personaje John Russel grita: "qué más quieres que haga". Suspense, misterio y terror en una película imprescindible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario