Ayer, sábado, querido Matías, tu, Kevin y yo desayunamos en Aurskog. Erik se quedó en casa y mamá tenía sábado de trabajo en la farmacia. Antes del desayuno (tu primer batido de chocolate casi entero) Kevin se compró una máscara en el Nille. Faltan dos semanas para Halloween y ya se está preparando. A tí, querido Matías, este Halloween te pilla todavía un poco pequeño. Seguro que en pocos años tú también estarás queriendo disfrazarte y llenar la casa de cosillas del Nille. Para cuando Halloween comience a interesarte prometo escribirte un capítulo en este cuaderno y contarte las cosas que los chiquillos de mi pueblo hacíamos no en Halloween sino en la noche de difuntos.
He quedado de acuerdo con Kevin en que ésta y la semana antes de Halloween veremos algunas películas de miedo. Serán sus primeras películas de miedo. Él hace tiempo que perdió la inmunidad y tendremos que ir con cuidado con la selección. Para empezar elijo este Drácula de la Hammer de 1958.
Las películas de Drácula, querido Matías, constituyen por sí mismas un género cinematográfico. Si tuviera que hacerte un repaso exhaustivo de la figura del Conde Drácula, este capítulo sería larguísimo. No es la idea. El Conde Drácula en particular y el vampirismo en general son iconos de nuestra cultura occidental. Primero fue parte de historia y parte de mito, después un libro de Bram Stoker y más tarde, con la aparición y popularización del cinematógrafo cientos de películas que, de una u otra manera, han quedado anudadas a nuestra memoria. No es la idea hacer de este un capítulo-compendio porque quedan nuevas películas por rodarse, nuevas vueltas de tuerca al tema del vampirismo, muchas películas viejas que volver a ver y un libro que releer. De a poco, querido Matías irás creciendo y descubrirás Halloween y escucharas historias sobre el malvado Conde Drácula, las formas de protegerte de él y las maneras de vencerle. Quizá veas alguna fotografía, tal vez alguna secuencia de alguna película, hasta que llegues a la edad de tu hermano Kevin y quieras, o no, ver tu primera película de Drácula.
En la tarde del sábado hemos visto esta vieja mítica película del año 1958. Con ella, "in brillant TECHNICOLOR", la productora inglesa Hammer daba inicio a una mítica serie de películas de terror. Kevin me dice que le ha parecido buena e interesante. Yo te reconozco, querido Matías, que no le he acabado de ver interesado del todo. Tú, pequeñín, disfrutando de tu inmunidad ante el terror televisado, tampoco has ayudado mucho; te has pasado toda la peli corriendo de aquí para allá, chillando y reclamando juegos y atención.
No podría decirte con seguridad a partir de que edad empecé a conocer y temer al famoso Conde Drácula. En realidad, tengo que confesarte, querido Matías, que no he visto tantas de sus películas y que, quizá, la primera que vi una película de Drácula de principio a fin fue la versión de Coppola. Si a Kevin le interesa el género, iré rescatando con él algunas versiones antiguas que todavía no he visto y algunas que sí. De las buenas te iré comentando cuatro cosas en este cuaderno mientras esperamos a que tengas edad para verlas tu, y para escribir segundas partes de esos capítulos yo.
Empezamos por esta mítica versión de la Hammer inglesa con los también míticos Peter Cushing y Christopher Lee como Van Helsing y Drácula. Cuántos carteles, fotos y reportajes no habré visto y leído sobre esta película y, sin embargo, este sábado la vi por vez primera. Ya te reconocí hace tiempo, querido Matías, que tengo una inmensa laguna cinematográfica en la que poco a poco seguiré pescando clásicos. Miro este Drácula de la Hammer casi como si estuviese viendo una pieza de arqueología; una película de terror de una época sin efectos digitales. No es que se haya quedado antigua, es que es antigua; y en esa antigüedad reside su valor. Estoy convencido de que Coppola vio ésta y todas las anteriores antes de empezar si quiera a escribir el guión de su impresionante Drácula de Bram Stoker.
Cuando tú puedas verla será todavía más antigua, pero tienes que verla, es de las imprescindibles.
Dejo pegados en el cuaderno estos viejos carteles que encontré, son también carteles de otra época, una época que yo si conocí. Recuerdo que tendría más o menos 5 años cuando viví unos meses en Moguer, un pueblecito de Huelva rodeado de pinares. Cada sábado mi abuelo o mi abuela me llevaba a la sesión matinal del cine. Dios, como me gustaba ver estos carteles con fotografías de la película que iba a entrar a ver en unos minutos, casi todas películas del oeste. Al salir volvía a pasar frente a los carteles y me quedaba hipnotizado mirándolos, intentando recordar la secuencia de la película de la que habían obtenido la fotografía. Un tironcito y un "vamos" de mi abuelo o mi abuela me sacaba del ensueño y me traía del Gran Cañón o del desierto almeriense de vuelta al feliz Moguer de mi infancia.
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