sábado, 1 de noviembre de 2014

Freaks







     Vemos, en esta tarde-noche de sábado, esta película que hoy sería imposible. Yo la vi por vez primera en una filmoteca, no consigo recordar si fue en Córdoba o Barcelona. Hacía tiempo, querido Matías, que quería ponérsela a tus hermanos. Se la vendí como una película de miedo. A los 10 minutos de película ya empiezan a decirme que "de miedo, no es". Pasan toda la película pensando si los "monstruos" son actores caracterizados o personas reales. Sostienen que es imposible, moralmente hablando, que sean personas reales. Les digo que la película es del año 32 y que las convenciones, los pactos sociales y lo políticamente correcto de nuestro aquí y nuestro ahora no regían en aquel tiempo y continúan sin regir en muchos lugares en esta época. Mamá queda tan impresionada que, al terminar la película, ipad en mano, se pone a buscar información y acaba por descubrir quienes fueron y qué fue de casi todos los miembros de reparto.
   




     Con el paso de los años ha cambiado la definición de "freak". En España, hoy día, incluso puede resultar "cool" ser un poco "freaky". Han cambiado los miedos, ya nos asustan las mismas cosas. Y, sin embargo, a mí, por encima de todo, me aterroriza la maldad que el ser humano, llevado por la genética, por la educación, por la desinformación, por la incultura, por la envidia, por la avaricia, por el despecho o por sabe el demonio cuántas cosas más; es capaz de destilar.
     Cuando Tod Browning (el centro de la foto de arriba) hizo esta película desconocía de las guerras y genocidios que aún estaban por llegar, no podía imaginar que se inventarían métodos de tortura, más sofisticados pero igual de terroríficos que los que utilizó la demoniaca Inquisición, que millones de seres humanos volarían por los aires hechos ceniza, que miles de cuerpos desaparecidos serían arrojados al océano, que las bombas volverían a caer sobre los hogares de familias humildes e indefensas, que se continuaría asesinado a hombres, mujeres y niños en nombre de un Dios al que llaman único.

     Una película como ésta sería, hoy día, imposible. Y, sin embargo, pienso que una película como esta es, hoy día, urgente, necesaria e imprescindible. Porque hoy, más que nunca o igual que siempre, sólo la unión de los desarmados, de los desinteresados, de los "tontos" que no saben ver un buen negocio, de los humildes, de los trabajadores, de los "poquita cosa", de los que hacen del silencio su mejor palabra, de los freakys, de los que creen en el Dios de todos, de los que buscan la belleza como su única forma de protesta; hará posible que dejemos de rendir pleitesía a usureros, políticos, multinacionales, grandes capitales opacos o invisibles, machistas, fanáticos y terroristas.
     Me da miedo la maldad que es capaz de destilar, en solitario o en grupo, una persona de mala calidad. Pero estoy convencido de que, en este circo de la vida, la buena gente es mayoría.



                                 


     Quizá no sea tan urgente, necesaria e imprescindible una película como ésta. Puede que baste sólo con volver a verla con los ojos de hoy día.


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