martes, 26 de agosto de 2014

Hala Madrid y nada más.


     Ayer, lunes,  empezó el Real Madrid, mi Madrid, su andadura por esta Liga 14/15. Se estrenó frente al Córdoba en el Bernabéu.  Qué guionista podría haber imaginado un inicio así, enfrentando a mi equipo y al equipo de mi ciudad. El partido no fue brillante. Sorprendió el Córdoba con su firmeza atrás, su saber estar en un campo enorme al que no rendía visita desde hace 42 años. Su último partido de Liga allí fue en 1972, el año en que yo nací. Llegó incluso, este Córdoba recién ascendido, a poner en algún aprieto a la defensa del Madrid. Sólo un imponente disparo de CR7, cuando el partido entraba en sus minutos finales, salvo al Madrid de la apatía o el cansancio y a los aficionados de un sufrimiento innecesario. De este partido resultan muchas dudas en el Madrid y un futuro de esperanza para el Córdoba. Yo, quedo contento por la victoria de mi Madrid y feliz por la buenísima imagen del Córdoba.

   




     La temporada arranca con esta lógica victoria en Liga, pero viene precedida de un título y una derrota. Ganamos la Súpercopa de Europa contra el Sevilla y perdimos la Súpercopa de España frente al Atlético de Madrid.
     En la victoria sentí envidia de la afición del Sevilla que, pese a ir perdiendo, no dejó nunca de cantar su himno de El arrebato. Y es que suena tan bien eso de "... y es por eso que hoy vengo a verte, sevillista seré hasta la muerte..." Cuántas veces, querido Matías, le he cambiado la letra a este maravilloso himno que Javier Labandón compuso para su Sevilla.
     Más que la derrota contra el Atleti, me fastidió ver a su afición rendida a su equipo, eufórica, dejándose la garganta en cada jugada.
     Te reconozco, querido Matías, que las pocas veces que he estado en el Camp Nou, siempre por razones de trabajo, he sentido envidia del poderoso ímpetu tribal de su himno. Sería muy estúpido no reconocer que impresiona escuchándolo cantar a más de 90.000 gargantas.

     Te cuento todo esto porque una las cosas que más feliz me hizo, después de conseguir La Décima, fue escuchar el nuevo himno "de guerra" del Madrid. Digo "de guerra" porque el himno oficial, el de verdad, será siempre el de las "mocitas madrileñas". Cómo no me va gustar ese himno si es el de mi infancia, el que me enseñó a gritar, a latir "Hala Madrid", el que le cantaba a mi padre, tu abuelo. Claro que me gusta, lo amo. La versión flamenca de él, que canta José Mercé, pone los pelos de punta. Sin embargo no se lo escucho cantar al Bernabéu.
     Después llegó el himno del Centenario, cantado por Placido Domingo, espectacular, pero imposible para el resto de gargantas mortales.
     Hasta pocos días antes de la final te estuve cantando aquello de "cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer si eres campeón de Europa por novena vez". Esta cancioncilla, del Dioni de Camela y Toñín el Torero, se hizo popular en la grada rápidamente y tomó categoría de himno oficioso. Pasadas apenas unas horas de la final de Lisboa, la cancioncilla ya estaba corregida y hablaba de La Décima.
     Además de todo esto hay decenas de canciones que improvisan los más jóvenes de la grada temporada tras temporada y canciones con las que madridistas, como los de Mago de Oz, cantan su amor por el Madrid.

     Todo lo anterior son señales evidentes de que al Madrid le faltaba un himno de guerra, algo parecido al "nunca caminarás solo" del Liverpool; algo que meta el miedo en la piel de los rivales antes del pitido inicial y que borre el cansancio de las piernas de los nuestros en los minutos finales.
     Al tiempo que te escribo todo esto, recuerdo las noches de  las remontadas,  el miedo escénico y las diez Copas de Europa;  y pienso que tal vez no haya nada que envidiar a los demás. Que no necesitamos ninguna canción de guerra.

     Pero, sea como sea, te reconozco, querido Matías, que me encanta este "Hala Madrid y nada más", que te lo he puesto montones de veces y que me alegró escucharlo antes del partido contra el Córdoba. Ojalá que cale y que llegue a ser cantado por más de 80.000 gargantas y paralice a nuestros rivales y haga volar a los nuestros.
   


                                  



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