domingo, 24 de agosto de 2014
Cuando vuelva a Sevilla en primavera
El Sol no dilata este verano noruego, apenas ha lucido en las dos últimas semanas. La lluvia, que dilata los días de verano con su repiqueteo en el suelo del porche y en las ventanas, reduce y encoge este verano de norte. Me sirvo, ahora que está llegando a su fin, de los recuerdos de un verano andaluz para hacer salir el Sol en mi memoria y para que la lluvia suene a música. Me sirven estos ratos de escritura para dilatar un corto verano noruego.
A mediados de junio tomamos un avión con destino Málaga. Era sábado. El vuelo fue plácido. Tu tito y padrino nos esperaba en el aeropuerto. Si no me falla la memoria, tú, querido Matías, y mamá os quedasteis dormidos antes de llegar a Antequera. Mi hermano y yo no hablábamos mucho. Yo iba buscando cazar en un fotografía la "cabeza del indio" que se ve desde la carretera poco antes o pocos después de Antequera.
Creo que fue antes de Benamejí cuando mi hermano cambió el CD. Puso el de Jose Manuel Soto y sonó "Y cuando vuelva a Sevilla en Primavera". Entonces, justo en ese preciso instante, me sentí de nuevo en casa.
Siempre me ha gustado José Manuel Soto. Con 15 ó 16 me compré uno de sus discos, un vinilo que, confío, estará guardado en el altillo del armario del dormitorio. Siempre me ha gustado cantar sus canciones, imitar un poco su sevillana y limpia voz. Seguro que en los años venideros te canto más de una de sus canciones de amor. Mamá dice que suenan triste, que todo son penas. A mí me gusta. A tí, ya veremos.
Fue camino del Rocío. Estábamos a punto de llegar, pasado Almonte, carretera entre pinares. Fue durante la Semana Santa de 2012. Tu tito y padrino conducía. Llevaba gafas de sol, camisa y jersey marrón con cuello de pico. Yo llevaba una camisa a cuadros, la medalla de la Virgen y un fular azul que él me había prestado antes de salir de Córdoba. Mamá estrenaba su chaqueta rociera de rayas azules y blancas. La abuela Matilde dormía en el asiento de atrás.
Estábamos muy cerca. El cielo, plagado de nubes entre el blanco y el gris, buscaba huecos por los que colarse con su azul limpio y claro. Los verdes pinos de las arenas nos escoltaban en esos últimos kilómetros. El tito rebuscó cerca del freno de mano, sacó un cd, lo puso y sonó la sevillana voz del Soto. Era el cd de un concierto en directo, un concierto homenaje en la Maestranza de Sevilla por sus 25 años en la música. El cd se llama "Soto y amigos".
Estábamos muy cerca del Rocío y sonó el "Cuando vuelva a Sevilla en Primavera". El tito y yo conocemos muy bien la canción. Cantamos, Cantamos en voz alto. Como si también estuviésemos en la Maestranza de Sevilla.
Desde aquel viaje al Rocío, no hay viaje en coche junto a tu tito y padrino, mi hermano, en el que no volvamos por un rato a Sevilla, en el que Sevilla no esté en primavera y desde el coche paseemos por Triana mientras pensamos en el pasado y en el futuro.
El pasado nos trajo a este presente en el que está tú, y está mamá y tus hermanos. Este presente en el que estoy lejos de Córdoba y Sevilla, lejos de "mi gente", este presente en el que soy feliz. El futuro quizá nos traiga un viaje de vuelta, tal vez nos premie no sólo con una primavera en Sevilla. Mamá quiere pasar todo un año allí. Por estar con ella, yo también. Y Sevilla, con todo lo que ahora me gusta, está bien cerca de Córdoba, que es mucho más, mucho, mucho más, porque no sólo me gusta.
Estamos cerca de Benemejí y el tito a puesto la canción. Se escucha la sevillana voz del Soto y las nuestras acompañándolo y, a veces, compitiendo con la suya. Canto y pienso que ti tito y padrino, mi hermano en realidad me está diciendo: bienvenido a casa, te he echado de menos, qué ganas tenía de verte...; y yo cantándole a Sevilla con la voz de otro en realidad le estoy diciendo: qué ganas tenía de estar aquí, qué ganas de verte y cantar contigo, qué ganas de decirte que te quiero.
Lo que decimos, lo que escuchamos es que "cuando vuelva a Sevilla en primavera, volveré a mis veinte años recorriendo sus callejas..." Pero, en realidad, yo estoy escuchando y diciendo otra cosa.
En estas vacaciones que recién comienzan este sábado de junio, cerca de Benamejí, no hay planes de volver a Sevilla. Queda tan poco para que termine la primavera. Seguro que en uno o dos años regresamos y hacemos noche en Sevilla para verla iluminar la noche desde la orilla de Triana, para tomar un tinto de Morales y una manzanilla sanluqueña. Para mirarnos todos los que estemos y desear regresar siempre a Sevilla en primavera.
Pocos días más tarde, en Benalmádena, actuó José Manuel Soto. Fue la primera vez que le vi en directo. Actuaba en la caseta municipal. Nuestros días en Benalmádena coincidieron con la Feria de San Juan. Tú, querido Matías, estabas muy cansado y los horarios andaluces son bastantes tardíos. Mamá compró un mojito poco cargado. Hicimos tiempo, junto a tu abuela Teresa, tu tía Gissella y tus primos. Cuando empezó a entrarte sueño, Fernando y yo te dimos una vuelta en el carrito. Te quedaste dormido. Cuando regresábamos escuché la sevillana voz del Soto y corrí contigo a la caseta. Fernando fue a avisar a los demás. Mamá, la más sevillana de las chilenas, llegó con Fernando y tus hermanos. Para cuando llegaron, tú ya estabas despierto y bailabas en mis brazos una de las tristes canciones del Soto. Estabas cansado. Sólo nos quedamos a un par de canciones más. No dio tiempo a escuchar "Y cuando vuelva a Sevilla en primavera". No importa. Sin tu tito a mi lado hubiera sonado diferente.
Tenemos un concierto pendiente. Seguro que algún día algún Santo o el Universo nos hace coincidir y lugar y fecha oportuna.
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