jueves, 7 de agosto de 2014

A puerta fría






 
     Un par de meses antes de las vacaciones, aprovechado una siesta mañanera de Matías, vi esta película solo. Un par de semanas después de haber vuelto de las vacaciones, aprovechando las últimas noches sin rutinas de Matías, la he vuelto a ver junto a Nathaly. Mi idea era que Erik también la viera. Me hubiera que gustado que viera ésta y otras muchas películas que cuentan trozos de una vida que seguramente él no todavía no sospecha que existe. Pensaba decirle que la viera con nosotros, incluso le comenté a Nathaly que la peli que quería ver por la noche era buena para Erik. Conforme fue pasando la tarde cambié de idea. Erik, pleno de juventud, seguro que no está interesado en ver este espejo de una realidad que todavía no conoce.

     Me encantó cuando la vi por primera vez y me ha vuelta a encantar en este segundo visionado. Nathaly, menos cinéfila que yo y experta en anticiparse y pinchar malos guiones, está, por esta vez, de acuerdo con mi opinión.

     La película es realmente extraordinaria, llena de pequeños matices que apuntalan la realidad que nos narra. Es dura, filuda, es un retrato de perdedores y de aspirantes a perdedores. Es una película de actores, de maravillosos actores que hacen creíbles los papeles que interpretan. Es una película de guión, de un guión que bebe de la vida cotidiana en todas sus frases.

     Salva, el protagonista (maravilloso como casi siempre Antonio Dechent) se lamenta al final de la película: "Qué es lo que ha cambiao, que yo no me he enterao". Salva podría ser el padre de alguno de mis compañeros de EGB, el padre de alguno de los amigos del barrio,  hombres que trabajaban de comercial, que eran muy buenos en lo suyo, que conocían a la perfección el arte de camelarse al cliente, hombres que no dudaban en poner horas y horas, copas y copas, putas si hacía falta, por llevar a cabo una buena venta. Hombres que con el tiempo quedaron obsoletos porque el comercio, las ventas, las cifras, los beneficios, al final no entienden de lealtad; porque en los negocios no hay amigos. Hombres a los que el cambio les pilló confiados en una falsa seguridad ganada cliente a cliente, trato a trato, copa a copa; el cambio les pilló desprevenidos y no se enteraron del final de la partida. Al final, el poderoso, el capital, es el único que puede permitirse un órdago, sabedor de que sus cartas están marcadas porque es suya la baraja.

     Decía que es una película realmente extraordinaria y que lo es por sus matices, por sus personajes, por sus diálogos. Es una película de los actores, del guión, pero sobre todo es una película de director.
     Xavi Puebla, director de A puerta fría, y yo compartimos, con unos años de diferencia, escuela y profesor estrella. Cuando yo empecé mis estudios de cine en Barcelona, él estaba en el último año o, tal vez, ya había terminado. Coincidíamos en los pasillos y en los cine forum de las madrugadas de viernes. Formaba parte del grupo de alumnos de último curso o ex alumnos que iban a realizar o habían realizado un corto en 35mm. Los alumnos de primer curso mirábamos a aquel grupo con una mezcla de admiración y envidia. En aquel grupo de alumnos o ex alumnos aventajados había más de uno que parecía caminar sobre las aguas y estar predestinado a reinventar el lenguaje cinematográfico; no era el caso de Xavi Puebla.
     Cuando yo era todavía un alumno dirigí la fotografía de un documental dirigido por el director de la escuela. Por ese motivo, imagino, dejé de ser invisible. Coincidí con Xavi Puebla en los pasillos y, alguna vez, en el despacho de la jefa de estudios. Siempre reconocí en él a un tipo normal, un tipo humilde ilusionado por hacer películas.

     A mi profesor, que también lo fue de Xavi Puebla, le gustaba decir que todo, todo, absolutamente todas las ideas que hay en una película, todo el mérito, todos los aciertos son del director, porque en última instancia es éste quien, venga la idea de donde venga, tiene la última palabra. Imagino que Xavi Puebla también recordará esta frase de mi, su, nuestro profesor estrella. No sé que pensará él, yo no comparto, como no comparto otras muchas opiniones que se formularon como dogma absoluto, esta forma de entender el papel de director en una película. Pero viendo A puerta fría sí que pienso que esta película es de Xavi Puebla y que sólo él podía haberla hecho de esta manera. Seguro que dentro de la película hay ideas de la gente que trabajó en ella, seguro que los actores aportaron matices al guión; pero la esencia de la película, su estilo, lo que la define como una obra única es la firma de Xavi Puebla. Y esa firma, esa forma de contar, esa forma de entender y querer a tus personajes, esa forma de conducirlos por una historia que es tuya y esa necesidad de contarla; todo eso es algo que, pienso, no se puede ni enseñar ni aprender.
     He sido alumno y he sido profesor, Xavi Puebla ha sido alumno y todavía es profesor. No sé si tendrá una opinión parecida a la mía. Será difícil que en el futuro nos crucemos por los pasillos de una escuela y si nos cruzáramos en una calle de Barcelona probablemente él no reconociera a otro ex alumno que entró en la escuela cuando él estaba en el último año o, quizá, cuando él ya había terminado. Pero en el caso de que coincidiéramos y me reconociera me gustaría decirle: coño, qué buena, qué buenísima que has hecho, qué buena es A puerta fría.

 
 

                            


     Si alguno de los familiares y amigos íntimos que visitan este cuaderno virtual lee este capítulo y ha visto esta película, me encantaría que compartiesen conmigo su opinión.



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