Las vacaciones de verano empezaron con un concierto en el Jardín Botánico de Córdoba. Mi madre me había avisado, semanas atrás, de la celebración de este concierto. No es la primera vez que aterrizamos en Málaga, conducimos o nos conducen hasta Córdoba y, sólo unas horas más tarde, ya estamos duchados y mudados de ropa para asistir a un concierto.
Fue una noche de mucho calor. Suerte que mi hermano nos prestó el coche y nos ahorramos así la caminata hasta el Botánico. La suerte también me hizo de guía. Después de tantos años sin conducir por el centro y de tantos cambios en la circulación; fue casi un milagro que llegase a las puertas del Botánico sin perderme en el camino. Un "gorrilla" me indica donde aparcar y me asegura que no hay problema con la dudosa señal de tráfico que queda a mi izquierda. Con una voz anegada por la droga o el intento de rehabilitación - quién sabe - me dice que el mío está bien aparcado, que él ya se va porque no hay más sitio ahí, que si llega otro y aparca a mi lado se lo lleva la grúa. Le doy un euro. Más por desconfianza en mí que en él, miro y miro la dudosa señal y medio me convenzo de que estoy a salvo de la grúa. Estas son las dudas que han quedado de las vacaciones de Navidad. En aquella ocasión, por cansancio, por no dudar y por no hacer caso de mamá, una mañana descubrimos que el coche no estaba donde lo habíamos dejado la noche anterior. El cansancio, el no dudar y, sobre todo, no hacer caso de mamá nos costó un buen pellizco.
Casi convencido del todo de que el coche está perfectamente aparcado entramos al Botánico. Tu abuela Matilde, querido Matías, se ha adelantado para comprar las entradas. Hace mucho calor, apenas corre viento, pero el lugar está precioso. Cuántas ganas de estar aquí. Cuánto se echan de menos este calor y estos olores.
Intentamos sacarle el máximo partido a todos los actos culturales con los que algún santo o el universo tienen a bien hacernos coincidir. Llegamos temprano y podemos elegir un buen sitio, centrado y cerca del escenario. Me voy a comprar unas bebidas y en corto trayecto hasta la barra improvisada que hay al final, le agradezco a los santos o al universo que tuvieran a bien hacerme coincidir hoy aquí con un Festival de música sefardí, que desconocía se celebrase en mi ciudad, en compañía de ti, de tu mamá y de la mía. Falta poco para que empiece el concierto, el lugar está casi lleno y yo soy casi feliz. Y este último casi es mucho.
Aunque hasta hoy no le había visto tocar en directo, yo ya había escuchado alguna vez a Luis Delgado. Para mamá, para la abuela y para ti es la primera vez. La abuela me asegura que no, pero yo creo que sí, que alguna cabezadita ha dado. Sé que vino más por nosotros que por ella, pero a pesar del calor y de que esta no sea el tipo de música que ella escuche, sé que se alegra de estar aquí. A mamá sé que le ha gustado mucho el concierto. Ella es súper crítica con las películas y los conciertos, ya te irás dando cuenta, querido Matías. Pero hoy, a pesar de un calor que "la mata" ha disfrutado del concierto.
Yo soy bastante menos crítico. A mí me ha parecido espectacular. Y no sólo la música. Por Dios, qué bien habla Luis Delgado, que manera de exponer, de explicar, de argumentar; qué capacidad para narrar las pequeñas historias que contienen las canciones que, pocos segundos después, interpretará César Carazo con una voz inesperada y prodigiosa.
Hacía el final del concierto dice Luis Delgado que han traído con ellos una maletita de CDs. Comenta que tal como están las cosas en esto de la música, puede que ésta sea una de las últimas oportunidades para conseguir algunos de estos trabajos que difícilmente volverán a ser editados.
Miro a mamá y su mirada me confirma que le ha gustado el concierto y que da por muy bien empleados los euros que gaste en algún CD. Me pide, eso sí, que intente comprar uno en el que se incluya la canción de Ximena. Sigilosamente me levanto de mi asiento y me acerco hasta el lado derecho del escenario, donde una mujer tiene preparada una mesita con los CDs anunciados por Luis Delgado. Ella no sabe cuál es la canción de Ximena. Yo tampoco. Sólo sé que la canción habla de Ximena pero no conozco el título. Al final me arriesgo y compro este Cantares de Tetuán de la foto que hay más abajo.
La mujer que me lo vende me dice que al final del concierto podemos preguntarle a Luis si aquella canción de Ximena está o no en este disco. Al final del concierto un chico con pinta de estudiante de música se nos adelanta. Mamá y yo esperamos unos minutos para preguntarle por la canción y para pedirle un autógrafo a Luis Delgado. El chico con pinta de estudiante de música hilvana pregunta tras pregunta. Pasan los minutos, Tú estás cansado y hace mucho calor. Mamá y yo desistimos. Camino del coche mamá lee los títulos de las canciones. Ni rastro de Ximena. Por un momento hacemos el amago de regresar para confirmar si la canción está o no está. A mamá le gusta tanto la canción que, si no estuviese, vería justo y necesario invertir unos euros más en comprar otro CD. Desistimos de la idea de volver. Yo le prometo a mamá conseguir la canción. Mamá me recuerda las palabras de Luis Delgado sobre la difícil que será a partir de ahora conseguir algunos de sus trabajos. Yo me encomiendo a D. Bosco.
El caso, querido Matías, es que al día siguiente probé el CD y descubrí que en la segunda canción (Bernardo del Carpio) estaba nuestra Ximena. Yo suspiré y mamá quedó feliz.
Además de éste, querido Matías, compré otro CD para tu colección. Es un CD muy especial, muy desconocido y muy difícil de conseguir del que te contaré en otro capítulo de este cuaderno virtual.
No he podido encontrar un vídeo con nuestra canción de Ximena, pero dejo éste para disfrutar de la música medieval, el verbo de Luis Delgado y la voz de César Carazo.