domingo, 6 de abril de 2014
Blossom & Meadow
El mes pasado, Matías consiguió ponerse en pie, solito, por primera vez. Sus hermanos llevaban dos semanas sin verle y el lunes, cuando regresaron, más que sorprendidos, quedaron asustados al verle encaramarse, con sus piernecitas todavía muy inestables; al mueble de la tele y a todas la estanterías del salón. Matías ha empezado a perder el interés por los libros que están a ras de suelo, ahora sólo quiere coger los objetos que hay delante de los libros del segundo y hasta del tercer estante. Los cables que cuelgan por detrás de la televisión son su otra gran debilidad. Nathaly y yo ya nos hemos acostumbrado, pero Erik y Kevin sufren cada vez que lo ven queriendo pasarse de una estantería a otra. Fuerza le sobra en brazos y piernas, pero aún le falta un poco de equilibrio para sostenerse en pie sin la ayuda de estar agarrado de algo. Cada día, Matías camina un poco del salón a la cocina y de vuelta al salón; Nathaly o yo lo llevamos agarrado de las manos y él va moviendo los pies con soltura y con mucha alegría cuando se da cuenta de que paso a paso puede ir más rápido incluso que gateando. Hablando de gatear, Matías es todo un experto en este arte, puede recorrer el salón de punto a punto en pocos segundos, sobre todo si sabe que tú vas detrás de él queriendo atraparlo. Otra de las peligrosas habilidades que ha aprendido este último mes ha sido subir hasta el cuarto o quinto peldaño de la escalera, más no le dejamos, que si por él fuera se plantaba arriba del todo.
Ya tenemos establecidas algunas rutinas: Matías suele despertar entre las 7,30 y las 8 de la mañana. Al principio le dejo que vaya abriendo los ojos poco a poco, mientras se da la vuelta e intenta levantar la cabeza, todavía somnoliento. Cuando me ve y me reconoce, se sonríe y yo le doy los buenos días. Jugamos un poco en la cama, levantamos la persiana, miramos cómo luce el día fuera, y si mamá todavía no se ha ido a trabajar, Matías come un poco.
Recién levantado, Matías es muy paciente, sentado en su sillita me ve desayunar y no protesta. Jugamos un rato en la alfombra del salón, le cambio el pañal y, más o menos, a las 10.30 le doy el biberón de leche materna que Nathaly ha dejado en la nevera antes de irse a trabajar. Si tiene hambre, Matías se lo toma rápido y sin jugar; pero si no tiene mucha hambre empieza a coger la tetina, llena de leche, con sus dedos; entonces da un fuerte tirón que provoca que un chorrito de leche salga disparado y le moje la cara, el pelo, la ropa... yo hago como que me enfado y él se muere de la risa.
Entre las 11.00 y las 13.00 Matías suele quedarse dormido en casa. Digo "suele" porque algunos días no consigo dormirlo dentro y tengo que vestirlo, con toda su ropa de invierno, y sacarlo a la calle. Ahí sí, con la brisita y el solecito se queda dormido de inmediato. Para conseguir dormirlo en casa, cuando lo consigo, tengo que ponerlo tumbado en su carrito y hacerlo pasar por la puerta del salón hasta la cocina que comunica nuevamente con el salón y así una vuelta tras otra. Haciendo este mini circuito casero mientras le voy tarareando alguna cancioncilla, normalmente consigo que se quede fritito.
De 13.00 a 14.00 lo llevo a la farmacia para que tome el pecho, de vuelta a casa suele quedarse dormido otra vez. Como estos días tenemos un bonito Sol primaveral, para no tener que quitarle la ropa, lo dejo dormir en la terraza y yo, mientras, leo un libro que, previsor, he puesto en su bolsa junto a los pañales. Cuando despierta juega un rato con sus hermanos, ellos me lo cuidan mientras yo paso la aspiradora y ordeno un poco. A las 17.15 por fin mamá está en casa. Matías come, juega, salimos a pasear y comemos mientras Matías nos mira desde su sillita. A esta hora, tengo que reconocer que Matías tiene menos paciencia que a primera hora de la mañana. Ya no se conforma con mirarnos, quiere participar, tirar del mantel, tocar nuestros platos..., los "gusanitos"especiales para bebé son indispensables si queremos comer más o menos tranquilos.
En la cuestión de dormir, Matías es indiscutiblemente un bebé español; antes de las 22.30 no hay forma de meterle en la cama, y algunas noches incluso puede querer saltar un buen rato en la cama y tirarse en planta contra Nathaly y contra mí con la boca muy abierta antes de empezar a quedarse dormido.
La primera palabra con sentido, o que al menos nosotros interpretamos como algo con sentido, que dice Matías es algo parecido a "mam o masm". Con este monosílabo nos indica que quiere comer, que quiere que lo subamos al sofá con nosotros, normalmente para comer; que quiere agua, que quiere smoothie de mango o uno de esos fantásticos "gusanitos" para bebé.
Cuando está contento suele repetir y repetir las sílabas pa y ma (papapapapa.... o mamamamama...). Es obvio que ese sonido nos hace mucha ilusión, pero todavía no podemos a interpretar que Matías efectivamente nos está llamando. Lo que sí tiene clarísimo es que su mamá y su papá somos nosotros. Ante cualquier desconocido lo primero que hace es estudiarlo con seriedad, después decide si le dedica una sonrisa o un despecho. Con la barba de su tío Felipe todavía tiene grandes problemas: primero desconfía o se asusta, incluso lloriquea un poco si lo acercamos, poco a poco va sintiendo curiosidad y va acercando la mano para tocarla, cuando se siente seguro empieza a sonreír y jugar con su tío.
Ayer Matías cumplió nueve meses y seguimos sin noticias de sus dientes. Tampoco es que le hagan falta por ahora, pero nosotros tenemos ganas de ver asomar alguna puntita blanca en su encía. Sin ninguna duda lo que más le gusta a Matías, después de la leche de mamá, por supuesto; es el mango. Para comer cereales, arroz, plátano o cualquier otra fruta es indispensable la compañía del mango.
Su última habilidad, descubierta un poco prematuramente, es la de succionar. Nathaly le compró una botellita con pajita flexible incorporada, recomendada para bebés a partir de un año; por curiosidad, se la dimos a probar y él, instintivamente, descubrió lo que había que hacer para que el liquido llegase a su boca. Ahora, él solito busca su botella cuando tiene sed, también cuando tienes ganas de jugar; le encanta espurrear agua, smoothie de mango o saliva para llamar la atención. Ésta es su otra gran habilidad descubierta este mes.
Por fin llegó la primavera y, aunque este invierno ha sido el menos duro que recuerdo en esta latitud, siempre es una alegría ver cómo se van alargando los días y sentir el solecito en la piel. Aprovechando la buena temperatura de la última semana Matías tuvo sus primeros minutos de parque, sus primeros columpios. Está muy pequeño todavía, pero disfrutó esos minutos sintiendo el airecito en la cara y balanceándose fuera de los brazos de papá y mamá por primera vez.
Hace pocos días estrenamos la primavera y ayer Matías cumplió 9 meses, para celebrarlo escuchamos este tema que puede traducirse por "florecer en la pradera", con el fantástico George Winston al piano.
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