lunes, 3 de marzo de 2014

Fira de Santa Llúcia



    Recién estrenamos un marzo mucho menos frío de lo habitual por esta latitud. La Navidad no es ya más que un eco, no demasiado lejano, pero un eco al fin y al cabo. De la Navidad pasada conservamos  algunas imágenes y un puñado de recuerdos que, de a poco y a destiempo, iremos ordenando en este cuaderno virtual, para que las olas del olvido no arrasen la memoria de lo vivido. 

     Nuestra Navidad empezó con un cuento de Dickens en un avión. Aterrizamos en Barcelona, la ciudad que habité durante 11 años, la ciudad que me acogió y me enseñó nuevas perspectivas. Cada regreso a Barcelona es también una vuelta a casa. 

     Este año el Belén de la Plaza Sant Jaume es menos modernista, menos modernillo, menos postmoderno... mucho menos hortera que otros años. Este año me recuerda a una Barcelona que no conocí, que sólo he visto en fotografías, películas o cómics. Me viene a la memoria aquel "Prefiero el trapecio" de Manolo García. 


Con la hermanas Gilda duermo en una cama grande; 
bailamos con las canciones del Sisa y el Peret. 
En un edificio con ventanas sin cristales, 
Carpanta y yo vivimos a base de latas de calamares. 
...

Somos gente ficticia
náufragos urbanos, 
perdidos, renegados, inadaptados 
olvidados; gente ficticia, 
gente fetén. Si el mundo fuese de cartulina, 
prefiero el trapecio 
para verlas venir en movimiento



    El Belén de este año me gusta, me parece entrañable, me gusta que me haya traído a la memoria aquel "Prefiero el trapecio" de Manolo García; y no puedo evitar pensar que si Jesús hubiese querido nacer en esta época, José y María no habrían encontrado cerradas la puerta de la posada. Es posible que, durante un tiempo, el humilde trabajo artesano de José hubiese alcanzado para mantener una vivienda propia; pero, también es probable, que para ser fieles a las dificultades con las que el Hijo de Dios había de llegar al mundo, algún banquero eficiente les hubiese desahuciado en tan oportuno momento.




     En la Plaza de la Catedral, cada año por estas fechas, se instala la Fira de Santa Llúcia. Siempre me gustó pasear entre sus puestos y ver las figuritas para el Belén, los adornos para el árbol y los puestos de artesanía, aunque el presupuesto de estudiante tardío no alcanzase para comprar nada. Cuánto me hubiese gustado, la primera vez que paseé por la Fira de Santa Llúcia en la Catedral y en Sagranda Familia, que mi familia estuviese a mi lado. En aquella primera pre Navidad fuera de casa, no podía imaginar que toda mi familia acabaría viviendo un tiempo en Barcelona y que tendríamos muchas pre Navidades y Navidades en ese exilio voluntario.
     Ahora que vivo tan lejos, no sé cuándo volveré a tener una tarde de paseo por la Fira, quizá por eso, a pesar de lluvia intermitente, disfruto tanto esta tarde mirando todo lo que no voy a comprar, pero recordando aquellas modestas figuritas de plástico de cuando era un chiquillo. 
      Para Nathaly es su segunda Fira (mi hermana ha tenido a bien hacer coincidir sus bautizos con estas fechas) y para Matías la primera. Cuando sea un poco más grande volveremos y lo mismo empezamos a juntar un modesto Belén. 




     Reconozco que con lo de las tradiciones me estoy poniendo un poco cascarrabias. Lo peor es que lo sé y que no puedo evitarlo. A pesar de esta terrible distancia de mi Sur, me gustaría conservar mucho de lo que hacemos en casa. Los sabores y olores son inexportables, por desgracia. 
     A pesar de la fortaleza de mis raíces andaluzas, no tengo un carácter impermeable. Es posible que este año incluso haya echado de menos un trozo de "ribbe" en la cena de Navidad.
     El Caga Tió es una tradición catalana que probablemente incorpore a mis Navidades noruegas. El Tió es un tronco de pino cortado en diferentes tamaños, los grandes suelen pasar de generación en generación, con una cara dibujada, dos patitas y una barretina. En la cena de nochebuena o en la comida de Navidad, al Tió se le tapa el tronco con una manta y se le sirve un plato de comida. Después de la cena, los chiquillos golpean con bastones al pobre Tió, pidiéndole a gritos, más o menos melodiosos, que cague. Cuando la algarabía infantil va remitiendo, los padres, los abuelos o los tíos, retiran la manta del pobre Tió y en su parte trasera aparece un plato de chuches. 




     El Caganer es la otra gran tradición. En mis primeros años no recuerdo que hubiese tal cantidad de personajes pillados en tan íntimo momento. Este año me sorprende que hasta el Presidente de Chile, el derechista Piñera, se haya convertido en caganer.




    Matías, Quim y Vera están en sus carritos. Mamá, Rocío, Nathaly y yo, Alberto y Maribel, madrina de Vera posamos para congelar este momento. Mi hermano toma la fotografía. Erik y Kevin están en Noruega, esperando, quizá, un nuevo bautizo que mi hermana tenga a bien celebrar en estas fechas, y que, esta vez sí puedan venir, a pasear junto a nosotros por la Fira de Santa Llúcia. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario