Al día de hoy se le conoce en Noruega como "lille Julaften" que, traducido no muy literalmente, viene a querer decir: víspera de Navidad. Es tradición en esta noche previa a nuestra Nochebuena preparar un arroz con leche de Navidad (Julgrøt) y comerlo en familia. El año pasado lo mi madre se empeñó en cocinarlo a su manera y estuvo más de hora y media dándole a la cuchara de palo. Mi plan para este año era seguir la receta de Juan Mari Arzak, pero al leer que precisa de dos horas y media de cocción, inmediatamente abandono la idea original y devuelvo el libro del gran Arzak a su hueco en el mueble de la cocina y opto por una versión más rápida de la receta. Como la foto de abajo demuestra al final la Julgrøt me ha quedado de escándalo.
La Navidad, desde hace ya muchos años, llega acompañada de una nube de tristeza y melancolía que a ratos me empaña la vista. Porque hace tan solo unas semanas pasamos unos días en Londres y porque el recuerdo que tengo de esta película es algo así como una inyección de buen rollo, desde hace tiempo tengo elegida Love Actually para la víspera de Nochebuena de este año.
Y resulta que la película es fiel al recuerdo que tengo de ella y desde la primera secuencia me da lo que necesito para afrontar estas Fiestas con la mejor sonrisa y empezar a construir para mi pequeño unas Navidades tan espectaculares como las que mis padres edificaron para mí y para mis hermanos. Al calificarla de imprescindible mi opinión, en este caso, está dos puntos por encima del límite de subjetividad normalmente permitido. Sé que muchos, puede que algún familiar o amigo íntimo con un paladar exquisito en cuanto a lo fílmico incluido, la tacharán de terriblemente comercial, de estar fabricada con una fórmula maestra que nos da exactamente lo que pedimos, y de tener unas cuantas secuencias absolutamente increíbles (quién no quisiera tener un Primer Ministro así, en vez de… mejor dejamos este tema que todavía esta muy sensible y aún estamos pendientes de los pactos). Seguro que si me paro a pensar en todo esto, termino por darles la razón a los de exquisito paladar fílmico, pero, qué leches! hoy no tengo ganas de pensar mucho y la película me funciona como un remedio instantáneo para dejar las pilas a tope. Feliz Navidad, queridos familiares y amigos íntimos. Ojalá que el año que viene no precise de remedios y nos veamos por las calles de Córdoba.
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