domingo, 1 de marzo de 2015

Grandes esperanzas







     Recuerdo que El Quijote era la lectura obligatoria de octavo de EGB. Recuerdo también la apatía, desgana e, incluso, cabreo con la que muchos de mis compañeros recibieron la noticia de tener que leer obligatoriamente aquel tocho, aquel ladrillazo, para tener que responder después a un examen. Con los años me he dado cuenta de que ninguna lectura debería ser obligatoria, ningún libro por regular, bueno u obra maestra que sea debe imponerse a los jóvenes e incipientes lectores. Un buen maestro no es quien obliga, sino quien recomienda apasionadamente. Ningún profesor, regular, bueno o excelente me obligó a leer a Dickens, tampoco ninguno me lo recomendó apasionadamente. Así Charles Dickens, hasta hace poco, no fue más que un nombre conocido, un nombre imprescindible de la historia de la literatura del que no había leído nada y cuya obra sólo conocía por adaptaciones cinematográficas.
     El año pasado, en fechas cercanas a la Navidad, decidí leer a Dickens por primera vez. Leí su Cuento de Navidad y entendí porqué su nombre es imprescindible en la historia de la literatura. Me fastidió bastante, más que el hecho de que ninguno de los regulares, buenos y excelentes profesores que tuve me lo recomendara apasionadamente; que yo, de iniciativa propia hubiese tardado tanto tiempo en leer uno de sus libros. 

      Cuando vi en la revista de Círculo de Lectores que, con motivo de la celebración de los 200 años de su nacimiento en 1812, se publicaba una lujosa edición de Grandes esperanzas, ilustrada por Ángel Mateo Charris; no dudé en anotarla en mi pedido bimensual. Recién acabo de terminarlo. Ha sido mi primer libro de este 2015 que acabamos de estrenar. Lo reservaba para este inicio de año porque su título me parece inspirador para lo que espero de 2015. La edición es majestuosa gracias, en buena medida, a las ilustraciones de Mateo Charris. Sin embargo, el tamaño del tomo, perfecto para lucir en una estantería; dificulta su lectura en el sofá o la cama. Para poder terminarlo, con evidente retraso sobre los planes previstos, me reservo algunas noches un hueco en la mesa del salón cuando Nathaly, Matías, Erik y Kevin ya duermen. No dudo en recomendárselo apasionadamente a los familiares y amigos íntimos que lean este capítulo. Me consta que mi amigo Fernando posee una edición lo suficientemente voluminosa, no sé si tanto como la mía; como para, de momento, tenerlo disuadido de la intención de leerlo. 

     Mi lujosa edición me depara una última sorpresa que transcribo literalmente, omitiendo los detalles que puedan frustrar la posible de lectura de la obra; después de la palabra FIN. 

     "El final más popular de Grandes esperanzas, aquel con el que se ha editado la novela desde su origen hasta la actualidad es el segundo escrito por Charles Dickens y cuya última y esperanzadora frase es […] 
     En 1861, al terminar la obra, Dickens dio a leer a su amigo Edward Bulwer-Lytton, aristócrata y popular novelista, las pruebas de imprenta de los dos últimos capítulos. Al parecer Bulwer-Lytton aconsejó a su amigo concluir el relato de una forma más feliz. […]
     Cada uno de estos finales cuanta con sus correspondientes partidarios y detractores. George Bernard Shaw defendía la validez del primer y más oscuro final. El autor norteamericano John Irving tiene al final "feliz" de la novela como su preferido: "… un final tremendamente trágico, mucho más terrible que el final original y supuestamente triste: porque…"






     Antes de leer Cuento de Navidad, el año pasado, conocía la obra de Dickens sólo por haber visto diversas adaptaciones cinematográficas de Oliver Twist, David Copperfield y el mismo Cuento de Naviad. Sin embargo, y pese a haber sido también adaptada en varias ocasiones, el argumento de Grandes esperanzas me era totalmente desconocido. Terminado el libro, y todavía fascinado por lo leído, selecciono y decido ver tres de las adaptaciones que de la novela se han hecho.

     Empiezo por la última: Mike Newell, 2012. Es muy fiel al libro, pero como película la encuentro mediocre, con aspecto de telefilm. El final es un tanto precipitado (secuencia de la huída). Recuerdo que algunos compañeros de EGB, sin ningún interés por las letras, optaron por ver la serie de dibujos animados en lugar de leer El Quijote. Si Grandes esperanzas fuese un libro de lectura obligada ver esta adaptación alcanzaría para redactar un resumen suficiente para aprobar.

   



     En segundo lugar veo la versión de David Lean de 1946. Figura como una de las 1001 películas imprescindibles del libro que esta Navidad me regalaron Erik y Kevin. Encuentro muy acertado el uso de la voz en off para adentrarnos en los pensamientos de Pip al principio y final de película. También es muy fiel al texto, pero modificando alguna de las subtramas y dándo menos relieve a los personajes secundarios: Bidy, Joe, Pumblechoch, Herbert, Wemmik… No se muestran flahsback de la boda de Miss  Havisham.
     Memorable la frase fiel al texto: "De todas las estafas que se cometen en el mundo, sin duda, la peor es la que escoge como víctima al propio estafador". Memorable también el final, no tan fiel al libro, en el que por un momento parece que no habrá final "feliz"

     


     Dejo para el final la versión que, a priori, parece más iconoclasta: Alfonso Cuarón, 1998. Mantiene el uso de la voz en off y comienza con una advertencia al espectador conocedor de la novela de Dickens: "No voy a contar la historia al pie de la letra, sino como yo la recuerdo". Obviamente no es fiel al texto más que en lo esencial. La obra de Dickens es reconocible en la película pero hay abundancia de cambios, empezando por el lugar y el tiempo. Me gusta la secuencia del avión de juguete y no me gusta el encadenado de la secuencia del baile. No entiendo porqué Cuarón no hizo un plano secuencia de verdad. Reconozco que paso un buen rato viendo la película y descubriendo la visión personal que Cuarón tiene de la novela.
     Si Grandes esperanzas fuese lectura obligada y yo profesor de literatura, estoy seguro de que habría pasado una tarde muerto de la risa corrigiendo los resúmenes de los alumnos, desafectos por la lectura, que hubiesen visto esta adaptación y se la hubiesen creído a pies juntillas.





      Si alguno de los familiares o amigos íntimos que lean este capítulo ha leído o visto, o piensa leer o ver en el futuro Grandes esperanzas, por favor, que no dude de compartir su opinión.

     Ojalá que Nathaly tenga a bien elegir Oliver Twist o David Copperfield para celebrar alguno de los próximos Sant Jordi y así el hueco de mi  estantería dedicada a Charles Dickens se vaya completando de a poco.





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