David Trueba fue, sin ninguna duda, el triunfador en la última Gala de los Goya. Aunque hasta ese día acumulaba un buen puñado de nominaciones, todavía no había conseguido llevarse un "cabezón" a casa. Su discurso de agradecimiento fue uno de los más brillantes, sinceros y coherentes que recuerdo.
Empezó reconociendo que no se lo esperaba, y supongo que lo decía de verdad porque todo el mundo daba como favorita de la noche a La gran familia española de Sánchez Arévalo. Dijo, no sólo que no se lo esperaba, sino también que estaba acostumbrado a perder, que era del Atleti y que incluso había escrito una novela con ese título: Saber perder.
Dijo, también, una de las cosas más lúcidas que he escuchado últimamente acerca de la difícil relación entre España y Catalunya o, más bien, entre españoles y catalanes. Vino a decir David Trueba que, quizá, lo mejor sería que los madrileños, los extremeños, los castellanos, los andaluces... nos diésemos un paseo por Catalunya para decirle a los catalanes lo hermosa que es su tierra y lo mucho que los queremos. En este tiempo de amenazas contra la expresión libre, democrática, soberana y pacífica de la voluntad de un pueblo, no recuerdo a muchos diciendo algo tan sencillo y coherente como lo que vino a decir David Trueba con su Goya en la mano.
Hace cuatro o cinco años compré y leí su novela, después de escuchar su discurso de agradecimiento en la Noche de los Goya decidí releerla. Durante algo menos de una semana volví a encontrarme con unos personajes que ya conocía y volví a recorrer con ellos el camino hacia sus pequeñas y grandes derrotas. De todas ellas la más brutal, la más desoladora, es la de Leandro; porque su derrota llega cuando ya debería haber aprendido de la vida, porque su derrota llega cuando ya no queda tiempo para remontar. La de Lorenzo es la derrota del hombre mediocre que, queriendo ganar un poco más, lo fue perdiendo casi todo sin darse cuenta. Lorenzo comete un acto abominable y, sin embargo, con su derrota a cuestas, con el deseo de aprovechar el tiempo extra concedido; no soy capaz de juzgarle y condenarle. David Trueba es del Atleti, sin embargo, a Ariel, el personaje futbolista de esta novela, no lo imagino más que jugando en el Real. Ariel sufre sus pequeñas derrotas en la cancha y en la grada, pero su gran derrota esta por llegar cuando se dé cuenta de que, futbolista excepcional o no, no fue capaz de salirse del guión que otros van escribiendo por él. Y queda Sylvia, y a Sylvia le quedan un montón de años para llenar su mochila de derrotas cotidianas que dolerán menos cada vez porque Sylvia, quizá, cuando llegue a vieja se de cuenta de que ha conseguido ganar.
Leyendo sobre estas derrotas ajenas se comprenden mejor las propias. Porque es innegable que todos, "todos llevamos una derrota escondida".
"El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento. Es el deseo de desear".
Así arranca esta novela de David Trueba, este es su primer párrafo. Recomiendo a los familiares y amigos íntimos que leen este cuaderno virtual que continúen leyendo, que aprendan con cada derrota, que celebren con euforia desmedida cada victoria y que al final, cuando lleguen a viejos, se den cuenta de que han ganado.
David Trueba confesó estar acostumbrado a perder por ser del Atleti. Sabina canta aquello de: "qué manera de sufrir, qué manera de palmar". Por contra, los del Real, estamos malacostumbrados a ganar. Tanto que hasta las pequeñas derrotas nos hieren como un puñal y las vivimos como un tragedia griega. Tanto que, a pesar de que en los últimos años el enemigo, no el Atleti, el otro, nos pintara la cara en varias ocasiones; no nos acostumbramos a perder. Tanto que, muchas veces, no sabemos perder.
Hoy no toca hablar ni del gol de Ramos, ni de la Décima. Hoy quiero decir que después de esta Liga, después del miedo que pasé antes de la Final, después de todo lo que sufrí cuando el tiempo de la Final se iba agotando, después de ver como la afición del Atleti, sufrió la derrota futbolera (al final pocas nos importan más que éstas ) más cruel y después de ver cómo supieron perder; siempre consideraré al equipo vecino, al equipo colchonero, como un equipo amigo. A todos los que vivieron esta cruel derrota les deseo que, más pronto que tarde, sean el tercer equipo de España en tener una "orejona".
David Trueba tuvo al fin su merecido Goya, seguro que algún día vivirá el triunfo de su Atleti en una Final de Champions. Como ese día no le tocará hacer un discurso brillante, sincero y coherente, espero que viva ese triunfo futbolero con toda la euforia desmedida posible.
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