El trabajo del filigranero cordobés era, hasta hace sólo unos años, totalmente artesanal y comenzaba con el diseño y dibujo de la pieza a la que posteriormente el artesano daba vida con la labor de sus manos y la ayuda de unas pocas y básicas herramientas.
Hoy día una parte del proceso se ha mecanizado mediante la introducción de moldes de caucho que permiten la reproducción de las distintas piezas, sin embargo tanto su diseño como su montaje final continúa siendo una actividad enteramente artesanal, que requiere de la experiencia y habilidad del artesano platero cordobés, quien pone su don y su ingenio al servicio de la creación de una pieza singular y frágil, inspirada a veces en motivos naturales y en ocasiones en elementos arquitectónicos.
Uno de los encantos de pasear por las callejas que rodean la Mezquita consiste en detenerse frente a los escaparates de los variados comercios que las pueblan y contemplar las piezas de filigrana que exhiben. Destacan los pendientes, broches, colgantes, peinetas y pulseras y no hay regreso a Córdoba en el que no compremos un par de pendientes nuevos para Nathaly.
Esta Semana Santa paseábamos disfrutábamos de una tarde de solecito y de la tranquilidad de no tener que hacer nada urgente, de no tener que llegar a ningún lugar a una hora concreta. Probablemente habríamos terminado de comer una tapa de tortilla en el Santos y es muy posible que estuviésemos buscando algún pequeño regalito con el que regresar a Noruega; el caso es que sin buscarlo, nos tropezamos con este sonajero de filigrana y no dudamos un segundo en comprarlo para Matías, un Matías pequeñito que apenas tenía seis meses en el vientre de su mamá y que ya ocupaba casi todo mi pensamiento, un Matías pequeñito que daba saltos y pataditas mientras escuchaba los sones de las marchas procesionales que volaban por la ciudad.
Matías está a punto de cumplir siete semanas y cada día está más despierto, cada día nos presta más atención y está multiplicando sus sonrisas y la variedad de sus gestos. Matías manotea el aire mientras le hablamos, fija la mirada en mí o en su mamá y hace todo lo posible por emitir un sonido, tan pequeñito y ya está intentando decirnos cosas. Pensamos que era el momento oportuno para que Matías estrenara su primer juguete, el sonajero de filigrana cordobesa que con tanto cariño le compramos hace unos meses recorriendo las callejas que rodean la Mezquita, pensando que no había mejor juguete para nuestro bebé, un niño que nacería tan lejos de mi, de su, de nuestra Córdoba.
Matías sigue el sonido con la mirada y mueve su cuello mirando el brillo del metal, agarra con fuerza el asidero y agita la esfera hueca que contiene el mágico tintineo que tanto asombro le causa; pero todavía no es capaz de relacionar el sonido con el movimiento de su mano. Seguro que en los próximos días Matías empieza a ser consciente de que agitando o golpeando el sonajero se produce un sonido alegre y así a este primer descubrimiento le seguirán muchos otros y llegará un día en que el sonajerito ya haya cumplido su misión y dé paso a nuevos juegos y nuevos retos para nuestro niño.
Con el mismo cariño que lo compramos lo guardaremos en una cajita que lo proteja del paso del tiempo para que, algún día, su descubrimiento nos provoque un feliz recuerdo y le contemos a Matías como durante unos días este fue su juguete de cuna y, quizá, sobreviva muchos años y otras manitas infantiles lo hereden de su papá.
Un juguete que no se usa no tiene sentido y, a pesar de la belleza de éste, Matías lo tendrá sin restricción para hacerlo sonar, para arrojarlo, incluso para en un descuido, más nuestro que suyo, perderlo. Por si acaso, sirvan estas fotografías de recuerdo del que es el primer juguete de Matías.
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