Hoy Erik comienza una nueva etapa en su vida, es su primer día de instituto. Aunque llevaba un rato despierto, se ha levantado con el tiempo justo de tomar unos cereales y poner su pelo en orden. El día amanece soleado, pero el imprevisible verano noruego puede esconder una lluvia molesta en el horizonte. Erik decide dejar aparcada la bicicleta y bajar conmigo en coche -hoy me toca trabajo en la farmacia-, Nathaly, Kevin y Matías se quedan en casa durmiendo un poco más; a Kevin le quedan apenas un par de días más de vacaciones de verano, a Nathaly unos meses de permiso de maternidad y a Matías unos cuantos años de tierna infancia.
Erik no está nervioso, al menos no lo aparenta. Al acercarnos al instituto se ven varios autobuses de los que bajan grandes grupos de chavales de su edad. La mayor parte son jóvenes de otros pueblos a los que Erik no conoce. Hoy, después de un largo verano sin vacaciones en España, se reencontrará con sus amigos de toda la vida y supongo que cruzará los dedos, deseando que alguno caiga en su misma clase; en las próximas semanas tendrá que conocer y adaptarse a sus nuevos compañeros, tendrá que buscar su lugar en la clase y decidir en qué grupo se encuentra más cómodo.
Una de las novedades que Erik celebra es la supresión del "matpakke" casero. A partir de ahora Erik puede gestionar por su cuenta una pequeña cantidad de dinero y puede decidir si baja y sube caminando o en autobús, o si come en la cantina o se compra algo en el súper, si se compra algo de ropa a su total elección o si ahorra algunas coronas para...
Hace ya más de 25 años yo dejé atrás mi etapa en Trinitarios con mis amigos de toda la vida, con mis buenas notas, con mi veteranía de alumno de octavo y un maravilloso viaje a Italia en la memoria para empezar de cero en Salesianos. El cambio en realidad no era fácil: los alumnos de Trinitarios disimulábamos mal la envidia que las fantásticas instalaciones de los Salesianos nos provocaba: sus pistas deportivas, pabellón multiusos cubierto y con gradas incluído, su cine-teatro, su campo grande de tierra...; pero, en realidad, lo que más envidiábamos era la alegría y seguridad que siempre derrochaban los alumnos salesianos. Comparados con ellos, los niños de Trinitarios éramos más sobrios, tal vez algo acomplejados. Con 14 años yo era feliz en mi colegio y pasar a Salesianos para hacer el Bachillerato era lo más parecido a pasarse al enemigo o cambiar de equipo de fútbol, la mayoría de mis compañeros de colegio dejó los estudios o hizo FP (formación profesional) y los que continuaron estudiando lo hicieron en un instituto público, la mayoría de ellos en el temido Blas Infante.
Sólo dos compañeros de colegio cometieron la misma deslealtad que yo: Castillo y Escobar. Reconozco que verlos aquel primer día de instituto fue un pequeño alivio pero, poco después, me sentí totalmente integrado en la familia Salesiana y no tardé en hacer amigos, algunos de los cuales siguen siendo hoy mis amigos para siempre, mis amigos de toda la vida. Fernando tardaría un poco en llegar, pero aquel primer día reconocí a Juanma, el del cuartel de Lepanto, algunas filas a mi derecha y descubrí a Blanco Polonio justo detrás de mí. Amigos con los que compartí cuatro años, muchas noches de viernes y madrugadas de sábado, desencuentros políticos y vanos intentos por arreglar el mundo, algunas certezas y todas las dudas de la "edad prohibida". Amigos que se mantienen y cumplen años en la distancia, amigos que permanecen imborrables y 20 años más jóvenes en el recuerdo.
Erik empieza la Videregående y aunque la localización, la estética y el tiempo quedan tan lejanos de mi colegio Salesiano; la edad y las inquietudes no serán tan diferentes a la edad y las inquietudes que yo compartí con mis amigos.
A Erik le deseo que mantenga en lo posible a los amigos que heredó de su etapa en el colegio y que haga nuevos amigos con los que compartir este nuevo momento de su vida; le deseo que en estos tres años que tiene por delante consiga esforzarse todo lo necesario para que el futuro se presente menos áspero y que el porvenir le encuentre lo más preparado posible para burlar los contratos basura y los abusos del capital. Le deseo que, al tiempo que colecciona datos, fechas, fórmulas, ecuaciones, nombres y definiciones, aprenda a pensar por su cuenta y a tomar decisiones por sí mismo; le deseo que no se deje arrastrar por ninguna corriente, tenga la dirección que tenga. Pero, sobre todo, a Erik le deseo que sea feliz, muy feliz, con las pocas respuestas que obtendrá y las muchas dudas que le saldrán al paso, que sea tremendamente feliz en estos años que nunca más volverá a tener.
El futuro es siempre incierto pero lo más probable es que Kevin y Matías estudien en Noruega y en cinco y quince años también tengan su primer día de Videregående. Parece que faltan muchos años, pero no me cuesta nada recordar al Erik que conocí con diez años y, mirando la foto de arriba, comprobar cuanto ha crecido. Si pudiera elegir, sin duda, elegiría para Matías un colegio Salesiano; pero, como es muy probable que esto no resulte fácil, de a poco le iré hablando de Don Bosco y María Auxiliadora, el único secreto a voces de la felicidad de los niños salesianos.
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