domingo, 27 de septiembre de 2015

Que tinguem sort

                     
   Las cosas deberían ser mucho más sencillas, tan sencillas como las buenas canciones o como los buenos discursos. El problema es que ya no hay tantos que escriban buenas canciones y casi ninguno que se crea su propio discurso, mediocre en el mejor de los casos y mentiroso, con distintos grados de culpa, las más de las veces.
   
     El título de este capítulo es el título de una canción de Lluis Llach. Conocí al famoso cantautor catalán en la grabación de un documental sobre su último trabajo discográfico y una serie de conciertos con la que se despedía definitivamente de los escenarios. Mis compañeros de Media Pro tenían curiosidad por conocer mi opinión sobre Llach. De manera espontánea ante su insistencia se me escapó un: "el tipo canta bien". Días más tardes mis compañeros me regalaban y dedicaban un CD de Llach con mi frase, "ese tipo que canta bien", rotulada en él. De manera muy amistosa, mis compañeros de Media Pro siempre me ayudaron a comprender y participar de la cultura catalana. Las canciones de Llach llegaron a gustarme mucho más de lo predecible. Después de grabarle en su casa de Porrera, en sus viñedos, sentado al piano en su salón y los conciertos de Sants, Poble Nou, El Liceu y l´Aduditori; pase un buen tiempo tarareando y cantando sus canciones. Descubrí en aquel "tipo que cantaba bien" a uno de los más grandes cantautores que conozco. Aquél programa se cerró con una cena improvisada en un restaurante gallego de Sants. Compartimos mantel, orujo y risas dos catalanes, un alemán y un andaluz.

     En las elecciones que se celebran hoy en Catalunya, Lluis Llach se presenta como cabeza de lista por Girona de una extraña coalición de dos partidos antagónicos, un matrimonio de conveniencia, que sólo está de acuerdo en desear que Catalunya sea un estado independiente. Artur Mas, líder de Convergencia Democrática de Catalunya y Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana de Catalunya son los dos políticos más destacados en esta candidatura que han dado en llamar "Junts pel Sí". El tecer actor de este "proceso soberanista" que vive hoy un capítulo esencial, es el Presidente del Gobierno Español, Mariano Rajoy.

     No conozco personalmente ni a Mas ni a Rajoy. Políticamente los considero mediocres a los dos, muy mediocres, aunque a Artur Más, hasta hoy, hay que reconocerle un mayor talento estratega. Los dos han dicho gran cantidad de sandeces, a los dos les gusta creer que hablan en nombre o por el bien de todos los españoles (catalanes incluidos) y de todos los catalanes (que obviamente no son españoles). Los dos presiden partidos políticos acusados de gravísimos delitos de corrupción. Los dos se han valido de este "pulso soberanista" para desviar la atención de su pésimo gobierno y tapar los escándalos de sus partidos. A mí, los dos (tanto monta, monta tanto) me provocan un bochorno escandaloso.

     A Oriol Junqueras sí que le conozco personalmente. Coincidí con él en el programa Barcelona sota el franquisme. Yo era el director del programa y Oriol tenía a su cargo una sección histórica. Salíamos a la calle, en Barcelona, con una fotografía enorme que ilustraba el contenido de cada programa; y Oriol explicaba, megáfono en mano, a los transeúntes los entresijos del momento histórico en que se había tomado la fotografía. Ya en plató Oriol introducía el contenido del programa junto a Manuel Campo Vidal.Yo tuve una excelente relación con Oriol Junqueras. En los días que pasamos juntos Oriol era un profesor de historia y un gran comunicador. Aunque ya me hablaba de la posibilidad de presentarse como candidato a la alcaldía de su pueblo, todavía no había comenzado su etapa política. Sabedor de que yo era andaluz y español (no hay conflicto entre estas dos identidades) y del Madrid, Oriol nunca me oculto su apasionado independentísmo, su amor profundo por el pasado de Catalunya y su no quimérica esperanza de una Catalunya Lliure. Aunque no comparto algunas de sus ideas y aunque su compañero en este viaje me provoca bochorno, Oriol Junqueras continúa teniendo todo mi respeto y mi cariño y, de haber seguido viviendo en Barcelona, seguro que hubiera sido un placer tomar un café con él.

     Situados ya los tres actores principales, toca desarrollar el argumento. Hoy, los catalanes mayores de edad votan para elegir una nuevo Govern de la Generalitat de Catalunya. Escudado en el enrocamiento de Rajoy, la estrategia de Mas pasa por convertir estas elecciones en un plebiscito y, si el resultado le es favorable, llegar a proclamar la independencia de Catalunya en un año y medio.
     Llevamos ya mucho meses, y quince días finales de traca, escuchando amenazas, burradas y estupideces de uno y otro bando. Cada cual quiere enarbolar más alta su bandera, cada cual se siente más legitimado para hablar por todos. Cada vez las palabras son más grosas y los discursos más vacíos.

     A mi forma de ver, ni España ni Catalunya son entes sagrados ni inamovibles. A mi modo de ver Catalunya y España deberían ser lo que los catalanes y españoles quieran que sean. El abanico de posibilidades es amplio y la mejor manera conocida de dilucidad estas cuestiones es la de un voto por persona.

     Entiendo que la Constitución del 78 es una herramienta de derecho, un pacto de convivencia, que en muchos de sus textos es inalcanzable y en otros ha quedado obsoleto. Entiendo, después de vivir felizmente en Catalunya durante once años, que una parte muy numerosa del pueblo catalán desea fervientemente formar un Estado propio e independiente. Entiendo que una decisión de tal calibre, con tal cantidad de consecuencias jurídicas, económicas y sentimentales; debería ser objeto de gran reflexión, de largo diálogo y de mucha comprensión y buena voluntad por parte de todos los actores.

     No entiendo el enrocamiento de un partido político que, apoyado en su mayoría absoluta, gobierna con despotismo. No comprendo que no se permita un referéndum con la única excusa de no estar recogido en la Constitución del 78. No entiendo que se les llame plebiscitarias a una elecciones en las que no vale lo mismo el voto de cada persona. No entiendo que el candidato a President no ocupe el primer lugar en su lista. No entiendo que el debate sobre una cuestión tan importante se haya llevado tan mal, tan pésimamente, con tan poco reflexión, tan poco diálogo y tan mala voluntad por parte de casi todos los actores.

     Después de vivir felizmente en Catalunya durante once años, entiendo que por motivos históricos, por entidad territorial y por razones culturales y sentimentales; los catalanes tienen completo derecho a decidir la forma en la que quieren o no formar parte del Estado Español.
     Después de cuarenta y tres años de vida, muchos libros en la mochila y un montón de viajes por toda España y por parte de mundo; le tengo un profundo respeto a las tradiciones, al idioma o al habla, a la cultura de cada lugar. Reconozco en España un conjunto heterogéneo y plurinacional, y es en esa variedad, donde encuentro la belleza de una España que no es tan grande, que no es una, y que sólo será libre si lo son sus habitantes.

     Soy andaluz y español y viva donde viva (ahora en Noruega y antes en Catalunya) lo seguiré siendo de por vida. Mis tradiciones, mi acento, mi cultura son los que me provocan una lágrima, un escalofrío, el sentimiento, difícil de describir, de estar en "casa". Por ese profundo amor que le tengo a "lo nuestro" me es fácil entender, comprender y tomar cariño a otras tradiciones, acentos y cultura que para otros pueblos son "los suyo"; y "lo suyo" es tan importante como "lo nuestro".

     Desconozco cual sería mi sentimiento si yo fuese catalán: los hay que quieren la independencia a todo costa, los hay que quieren una independencia pactada, los hay que quieren formar parte de un Estado Federal Español, los hay que quieren que nada cambie. Personalmente, hoy, me cuesta imaginar una España sin Catalunya y también una Catalunya fuera de España. Mi proyecto territorial tiene mucho más que ver con aquella utópica IBERIA que deseaba mi admirado José Saramago y en la que de la propuesta federalista formaba parte también el pueblo portugués.

     Lo que no comprendo, lo que me irrita, lo que me cabrea son los insultos, los desprecios, las comparaciones odiosas, el decir o sentirse mejor que los otros, la invocación de la fuerza, de las armas, la guerra de banderas. Dejemos, por favor, los piques con más o menos salsa y las tonteras, para los campos de fútbol, pero sin llegar a la barbarie. Lo más cerca que he estado de ver la cara del odio fue en el Camp Nou en un Barça-Madrid. Y eso que aquel partido lo ganó el Barça.

     Poco antes de dejar Barcelona para venirme a vivir a Noruega, un amigo sonidista trabajaba en un extraño proyecto. Los protagonistas eran José Luis Rodríguez Zapatero, Lluis Llach y Pep Guardiola. Una de las cosas que grabó mi amigo fue un Barça-Madrid en la Moncloa. El proyecto, desconozco los motivos, finalmente no vio la luz. Mi amigo fue hermético en sus comentarios y yo fui muy discreto en mi curiosidad. Me hubiese gustado ver ese programa, mucho más me hubiese gustado estar en la grabación.

     Hoy, sin embargo, me alegro de no estar en Barcelona. Visto el cariz que la campaña electoral ha ido alcanzando, visto el posicionamiento que los políticos exigen, el sectarismo, y la distinción entre buenos y malos catalanes, entre catalans y botiflers a la que quieren reducir la cuestión y el discurso, la neutralidad hubiese sido casi imposible. Tarde o temprano un titular, una opinión acalorada, un desprecio mal disimulado hubiese arruinado una buena cena en un gallego con gente de aquí y de allá, obligada a hacer defensa a ultranza de "lo suyo".

     Las cosas deberían ser mucho más sencillas. tan sencillas como la letra de esta canción de Llach que rescato en un vídeo de La 2 de TVE, en Teatre Grec de Barcelona, un escenario tan querido por mí. Las cosas deberían ser tan sencillas como que:

Si me dices adiós 
quiero que el día sea limpio y claro, 
que ningún pájaro 
rompa la armonía de su canto. 

Que tengas suerte 
y que encuentres 
lo que te ha faltado en mí. 

Si me dices "te quiero", 
que el sol haga el dia mucho más largo, 
y así, robar 
tiempo al tiempo de un reloj parado. 

Que tengamos suerte, 
que encontremos 
todo lo que nos faltó ayer. 

Y así toma todo el fruto que pueda dar 
el camino que, poco a poco, escribes para mañana. 
Que mañana faltará el fruto de cada paso; 
por eso, a pesar de la niebla, debes caminar. 

Si vienes conmigo 
no pidas un camino llano 
ni estrellas de plata 
ni una mañana llena de promesas, 
solamente un poco de suerte, 
y que la vida nos dé un camino 
bien largo.   



                           


     El problema es que no quedan tantos que sepan escribir buenas canciones…


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