jueves, 9 de abril de 2015

Los colores de Córdoba



     Hace ya casi, o más, de un año, me llegó por whatsapp las fotografías con la portada de este libro y una dedicatoria de la autora para nuestro pequeño Matías. Desconozco el dónde y el cómo, pero el caso es que mi madre coincidió con la presentación de este cuento cordobés y tuvo a bien comprarlo y obtener una dedicatoria de la autora, Eva María Aguilar, para nuestro pequeño futuro lector.




     Ahora que acabamos de regresar a casa, después de pasar unas extendidas vacaciones de Semana Santa en Córdoba, decido que es un buen momento para leer este cuento cordobés que, he podido comprobar, se publicita y vende en las librerías y tiendas de turismo de mi ciudad.
     Cuenta, el cuento, que la pequeña Gimena, gracias a una buena acción, obtuvo una semillas mágicas, y que ella, bondadosa y solidariamente, las fue repartiendo por la empobrecida provincia. Cuenta que de las semillas brotaron los olivares de la Subbética, los viñedos de Montilla-Moriles y los naranjales de Palma del Río y los encinares al norte de la provincia. Agradecidas, las gentes de los pueblos, le trajeron a Gimena los productos que, gracias a ella, les habían devuelto la abundancia. Le regalaron también semillas florales de todo tipo con las que Gimena y sus amigos adornaron la que ahora se llama Calle de las Flores.

     Los cuentos, aunque no todos, son para niños y yo hace ya bastantes años que dejé de serlo. Pienso en Matías y creo que la abuela acertó comprándole este cuento cordobés. Porque, como casi todos los cuentos para niños, es un cuento sencillo, ingenuo, irreal y bondadoso. Un cuento para hablarle, después de leerlo, sobre algunas cosas que los que ya no somos niños quizá hace tiempo que olvidamos: la generosidad y el desprendimiento.

     Confío en que este sea un año importante, un año para empezar a dar forma, en palabras o imágenes, a algunas historias, algunos cuentos, relatos breves, guiones… que llevan ya bastante tiempo esperando que despierte del letargo. Fue bueno que me anticipase a Matías leyendo este Los colores de Córdoba para recordar que algunas historias tienen que ser sencillas, algo ingenuas, con un toque de magia y un puñado de buenas intenciones.

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