domingo, 5 de abril de 2015

Credo


     Hoy, 5 de abril, Domingo de Resurección, celebras, querido Matías, tu cumplemés 1.9. El día no ha resultado como esperábamos porque llevas ya dos días enfermo, con bastante tos, mocos y fiebre durante la noche; y hoy hemos decidido no sacarte a la calle para que, entre hoy y mañana, mejores y el martes podamos volar a casa. Mamá y yo pensamos que fue en la noche del Viernes Santo cuando, al tenerte en manga corta de procesión en procesión, te resfriaste. Nos quedaba por ver hoy la salida del Resucitado pero tenemos que conformarnos con escuchar a lo lejos las campanas de Santa Marina.
     Este mes ha sido intenso y variado. Muchas de las cosas que has ido haciendo se han convertido en capítulos de este cuaderno virtual. Quizá ha sido éste mes en el que has descubierto la libertad. Te gusta  correr libremente por cualquier espacio abierto: la plaza a la que se asoma nuestra casa, el Zoo, las calles cordobesas convertidas en peatonales durante la Semana Santa, los jardines de Colón… Mamá y yo, juntos o por turnos, no te quitamos ojo de encima o seguimos tus pasos entre la multitud con los que, intuimos, buscas sentirte tan grande como los niños que te sacan un par de años y que corretean entre los nazarenos pidiéndoles cera. Mamá y yo te miramos, nos miramos después, y se nos cae la baba viendo como tu cabecita no deja de absorver colores, olores, formas, y nuevas sensaciones. Mamá y yo tenemos la impresión de que emocionalmente has crecido muchísimo en este viaje a la Semana Santa cordobesa, a la que siempre será tu ciudad y tu Semana Santa. Y no sólo emocionalmente, con tu forma de prestar atención, con tu manera de copiar la realidad que miras, con tu forma de ser cariñosa, tan cariñosa, con tus ganas por liberarte del carrito o nuestra mano y salir corriendo tras una pelota o una paloma; también pensamos que has crecido físicamente.
     Todo el mundo te encuentra alto o grande para tu edad. Una noche a la vuelta de procesiones, en nuestra plaza, tu corrías hacía la puerta de casa mientras un abuelo cuidaba a su nieto. Mamá cruzó alguna frase con el abuelo y a mí, algo alejado de la conversación sólo me llegó la edad del nieto: dos años y medio. Una mirada fugaz al pequeño me bastó para interrumpir tu carrera hacia la puerta de casa y llevarte de la mano junto a aquel pequeño meses mayor que tú y de igual estatura y tamaño. Mamá advirtió mi intención y no pudo reprimir una cómplice sonrisa. Así de tontos nos volvemos los padres, querido Matías, cuando la más mínima sonrisa, un gesto nuevo o un centímetro más nos ilumina el día más nublado.




     Como en cada cumplemés, querido Matías, te dedico una canción. Hoy rescato para ti este Credo en la voz de Elsa Baeza que yo, de pequeño, casi me sabía entero de memoria. Te dedico, hoy, esta canción porque forma parte de mi infancia y porque, más allá de las tradiciones y el bonito espectáculo de luz, olor y sonido que despliega la Semana Santa cordobesa, yo creo en Jesús, en su vida, en su obra y en su mensaje. Yo creo en ese Cristo obrero del que habla esta canción y creo también en los millones de seres humanos: arquitectos, ingenieros, albañiles, labradores… que hacen cada día de nuestro planeta un mundo mejor. Yo creo y no he perdido la esperanza en los seres humanos porque sé que en ellos late el espíritu de Dios. Mamá y yo queremos que, desde pequeñito, más allá del bonito espectáculo de luz, olor y sonido que la Semana Santa cordobesa despliega cada año, estemos o no presentes; Jesús forme parte de tu vida. Queremos que tú, querido Matías, también sepas ver en Él a ese amigo que siempre está cuando se le necesita; que tú también, querido Matías, sepas reconocerle en tu sonrisa, en tu forma de ser cariñosa, en tu corazoncito generoso y en los corazones de la multitud de chiquillos que corren pidiendo cera y en los de los mayores que, mirándolos, recuperan su inocencia.



                            



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