viernes, 2 de enero de 2015
Dirty Dancing
Cada inicio de año tengo el mismo dilema: qué primera película del año ver. Reconozco que es un dilema bastante infantil que me lleva a pasar un buen rato pensando y rebuscando en mi colección de películas alguna que sea lo suficientemente significativa para inaugurar el año. Siempre tiene que ser una película que ya haya visto antes (no es cuestión de dejarse llevar por una llamativa novedad y que luego resulte ser un bodrio) y que lleve bastante tiempo sin volver a ver. Puedo pasar horas pensando en esa primera película del año. Después de varias cribas suelo terminar con no más de cinco títulos entre los que tomar la decisión definitiva. La elección siempre es subjetiva, faltaría más. Nathaly, a veces, también participa de este proceso, pero sólo cuando está ya en sus últimas fases.
Cuando escribo estas líneas, tanto tiempo después de la tarde invernal y de sofá del 2 de enero, me es imposible recordar los motivos por los que, entre Nathaly y yo, terminamos eligiendo Dirty dancing.
Esta película, querido Matías, se estrenó en 1987. Mamá y yo estábamos en plena adolescencia y esta película se convertiría en nuestro musical de referencia porque era de nuestra época y porque la vimos en el cine (Grease es de 1978, mamá y yo teníamos 6 años cuando se estrenó y, aunque es muy probable que la hubiésemos visto en televisión, no nos afectó sentimentalmente de la misma manera).
Y eso que la película contiene todos los ingredientes de la perfecta receta americana: chico supuestamente malo y chica tímida, torpe y supuestamente feucha terminan ofreciendo un gran show de baile y dando una bofetada moral a los "viejos". Todo ello en uno de esos, famosos por las películas, campamentos de verano norteamericanos que, al menos yo, no he conocido ni de lejos en la realidad árida de mis verano tojeños. El caso es que la receta es tan perfecta en su selección de ingredientes, cantidades y tiempo de cocción que, al menos a mí quizá por sentimentalismo y un punto de sensiblería reconocida; me sigue funcionando.
Algún día, querido Matías, espero que la volvamos a ver juntos y esperaré impaciente para conocer tu opinión.
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