domingo, 10 de febrero de 2013

"Esto no es una dictadura..."

Un dictador es siempre un tirano que ha usurpado el poder, un personaje maligno que ha decidido por voluntad propia, y con el apoyo del coro de miserables que suelen rodear su altísima y dignísima figura de opresor; que su pensamiento no sólo es mejor, sino que es el único posible y que es Ley todo aquello que Él decide.

Un dictador es una caricatura anacrónica que se siente noble en su castillo de otra época y que aún piensa en la gente como vasallos. Y un dictador sin vasallos no sería nada, porque lo primero que necesita el tirano es un coro que lo alabe y rinda pleitesía, un coro siniestro que esté dispuesto a mancharse las manos en lugar de su protector, también necesita del silencio, de la inacción, de la conformidad temerosa de la mayoría, por último necesita de valientes vasallos que se le opongan en desventaja y minoría para poder usar contra ellos todo su absoluto poder, para poder torturarlos e intentar robarles la dignidad humana; para que así sirvan de ejemplo a la inmensa mayoría que calla y asiente, que mira y no ve, que sobrevive y espera.

La mayoría de los dictadores suelen terminar siendo víctimas de la furia que desataron, a otros los hemos dejado morir plácidamente en una cama, confiando que en que sea Dios quien, una vez muertos les pase la factura que nosotros no fuimos capaces de hacerles pagar en vida. Y tenemos la esperanza de que en el Cielo tengan un juicio justo y necesario porque al parecer aquí, en su feudo, es verdad que lo dejaron todo atado y bien atado.

Pero sucede que a veces los dictadores empiezan a chochear y la poca inteligencia que ya de por sí tenían se les achica y el disco blando de su memoria se les atrofia y entonces olvidan los arrestos, las persecuciones, las violaciones, los gritos, las balas, la sangre, los asesinatos, los desaparecidos... y, de repente, se les ocurre que de seguro el pueblo también ha olvidado y se imaginan cambiando el uniforme militar por el traje de civil, la dictadura por la democracia y la expresión de terror en los vencidos por la mirada de respeto de los súbditos. Ha llegado el momento, piensa el dictador, de decirle al pueblo que estaría bien que, después de estos 15 años de horrores necesarios, por fin reconociesen que Él fue, era y es necesario, es el momento de que a la pregunta "me quieren" ellos respondan: Sí.

Pero ocurre que a veces el pueblo no es tan cobarde ni tan frágil de memoria y,  cuando el dictador espera confiado y vestido de gala en el altar de la reconciliación, el pueblo va y le suelta por sorpresa un rotundo: NO, viejo, No más, nunca te quisimos y ahora que lo preguntas por fin te lo podemos decir, alto, claro y en mayoría para que no quede ninguna duda. NO.

"Carta abierta a Pinochet"


En nuestro última estancia en Barcelona compramos el libro de Skármeta para descubrir que en el plebiscito, que la dictadura chilena se había intentando hacer a la medida, ganó el pueblo, no sólo porque no había olvidado, sino también porque dijo NO cantando a la alegría.

Ayer Nathaly y yo vimos la película en Lillestrøm. No había nadie más en la sala y, aunque esto pueda parecer natural viviendo en Noruega, no lo es tanto si pensamos que acá reside un buen puñado de exiliados chilenos. Quizá pueda parecer que hoy no quedan dictaduras que derrocar, que esta terrible crisis financiera es algo pasajero, que el capitalismo feroz y salvaje del sistema neoliberal es el único sistema posible, que la corrupción es algo congénito en el ser humano, quizá a muchos les parezca que todo está bien como está...





"Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla"
                                                                            Nicolás Avellaneda




                                                             
"Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia"
                                                                                                         Lito Nebbia






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