sábado, 6 de junio de 2015

Las ovejas no pierden el tren






     La idea para la noche de ayer viernes era ver una película para todos los públicos, para todos los gustos, para toda la familia. Pero a la pregunta: "vamos a ver una peli?", Erik y Kevin contestaron que no. Cambio de planes y película española para dos (Matías todavía no protesta). Sin pensarlo mucho elijo esta porque la presencia de Raúl Arévalo suele motivo de éxito en la elección.
     La película arranca bien. Tiene pinta de que nos va a gustar. Nos reímos bastante en esta noche de viernes sin vino. A mitad de película Erik se da un paseo por el salón y se queda enganchado un rato en el sofá. Más risas. Buen final. En los créditos me doy cuenta de que la película es de Álvaro Fernández Armero y pienso: "coño, ha vuelto a hacer una película buena!"

     Recuerdo que El Columpio, el cortometraje que hizo famoso, y Todo es mentira, su primer largometraje; me gustaron mucho. Me pase un tiempo repitiendo aquello que decía Coque Malla: "me voy a Cuenca". Pero en lugar de en una capital de provincias acabé en la cosmopolita y enorme Barcelona. El viaje a Cuenca, sólo de visita, sigue aún pendiente.

     Después su "Brujas", más seria, más densa, no me emocionó. A partir de ahí su cine fue declinando y desde el 2007 Álvaro Fernández Armero se dedicó a dirigir series para la televisión, y yo me fui olvidando de El columpio y Todo es mentira.

     Imagino, que para alguien acostumbrado a rodar una película cada dos años, siete dan para pasarlo regular, para tener dudas, para pensar: ya me quedo en la tele y no hay más. Pero, imagino también, que siete años dan para pensar mucho, para trabajar mucho, para escribir bastante, para encontrar una idea, un punto de partida, para pulir esa idea, para desbrozarla y adornarla al mismo tiempo… para querer que tus personajes cuenten parte de lo que a ti mismo te está pasando, para contar todo aquello que conoces muy bien.
     Por todo lo señalado en el párrafo anterior esta Las ovejas no pierden el tren es una muy buena película.

     Y yo, aunque llevo bastante mejor que el protagonista, esta vida de campo que ahora me ocupa; todavía no me he decidido por la renuncia. Aunque acabo de sembrar unas plantas de tomate, de pepino y de calabaza en mi jardín, no creo que mi camino esté subido en un tractor. Como el protagonista ando  a veces con cara de vinagre porque no he juntado dos letras en varios días, porque a los argumentos pasados sólo les encuentro agujeros y porque las ideas nuevas no terminan de florecer.

     A partir de la certeza de poner a mi familia en primer lugar y de la confianza que da saber que queda mucho de partido y que las victorias más hermosas, las que recordamos siempre, llegan en el minuto 93; quizá, sin prisa pero sin pausa, al tiempo que crecen las plantitas de tomate tardío que veo desde la ventana de mi cocina, se ponga en marcha una idea, un buen punto de partida, un desbrozar y adornar al tiempo que cada tarde riego las plantas con mi pequeño Matías.



                         


     Reitero una vez más, y a riesgo de ser pesado, pesadísimo, que si alguno de los familiares y amigos que, de vez en cuando, tienen la costumbre de leer este cuaderno virtual y personal; ha visto Las ovejas no pierden el tren, por favor no deje de hacerme llegar de una u otra manera su opinión.



No hay comentarios:

Publicar un comentario