miércoles, 1 de mayo de 2013

Rømskog Spa & Resort


En mis años en Barcelona, convertido ya en un buen cámara y, poco tiempo después, en un aprendiz de realizador, descubrí que la mejor manera de viajar es, sin duda, trabajando. La ventaja, además, de un trabajo como el mío, es que la gente te abre sus puertas y también sus vidas y te muestra paisajes y te cuenta historias que, de cualquier otra manera, serían muy difíciles de ver o escuchar.

Fue trabajando, como Madrid se convirtió en una ciudad familiar a la que cada año en fecha indeterminada y siempre por pocos días tenía que peregrinar desde Barcelona, fue así que atravesé el sur de Francia y el norte de Italia hasta llegar a Auschwitz, como aterricé en Nepal, como crucé el Estrecho para pasar un mes en Larache, como descubrí Euskadi o como recorrí Catalunya, pueblo a pueblo, en más de cien viajes.

Trabajando tomé un avión por primera vez, por primera vez conduje una furgoneta por media Europa, volé en parapente, en globo, hice rafting, aprendí cómo se fabrican montones de cosas, escuché lenguas que no entendí y vi cosas que comprendí a la primera. Trabajando he visto mundos muy distintos para descubrir cuánto nos parecemos los seres humanos más allá de los colores y costumbres que nos adornan.

Cuando regreso a España, suelen preguntarme por la belleza y espectacularidad de los fiordos noruegos, obligándome de inmediato a reconocer que no he visto los famosos fiordos mas que en fotografías o programas de televisión. Vivo en Noruega, pero no soy turista. De momento los fiordos, el Cabo Norte, Laponia... tendrán que esperar. Todavía pienso que me gusta viajar trabajando, conservo intacta la capacidad de asombro y disfruto cada oportunidad que me da la cámara para conocer algo nuevo, para descubrir la historia de un lugar.

En Noruega me tocó empezar de nuevo y nuestros trabajos, por el momento,  apenas nos llevan a la capital un par de veces al año: llevamos 4 años celebrando el Día de la Independencia de Pakistán, hemos grabado algún concierto importante y hemos subido a la torre de la catedral de Oslo. Sobre todo trabajamos alrededor de Bjørkelangen, en un paisaje de lagos y pinos silvestres que, Nathaly y yo, hemos contemplado desde un helicóptero; también hemos navegado por el Glomma y hemos aprendido bastante sobre agricultura ecológica.

Antes de viajar a Córdoba por Semana Santa, pasamos un día en el Rømskog Spa. Estuvimos trabajando, pero con tiempo suficiente para disfrutar de un baño mientras nevaba, de una deliciosa comida, y de la suite en la que nos alojaron. Realmente nos sentimos muy bien tratados por todos los trabajadores del hotel.


Ubicado a la orilla de un lago, el paisaje que se puede ver desde cualquier punto del hotel es espectacular; es un lujo poder relajarse en la piscina de agua caliente, mientras cae la nieve sobre tu cabeza y ves arder unos troncos junto a la piscina; el olor, inconfundible, trae recuerdos de la infancia e inviernos tojeños.

El vídeo está terminado y el cliente tan satisfecho que mencionó nuestro trabajo en el periódico local. En verano haremos un nuevo vídeo para ellos y, gracias a este trabajo, el ayuntamiento de Rømskog se ha puesto en contacto con nosotros para un nuevo proyecto.
El resultado del rodaje de un viernes de marzo ya puede verse en la web del hotel.

http://www.romskogspa.no/



Estoy convencido de que algún día llegarán proyectos más grandes y saldremos de viaje y aprovecharemos que yo me muevo con mi cámara entre las gentes, para hacer preguntas, para conocer personas, para aprender nuevas costumbres y para descubrir nuevos lugares. Siempre que pueda intentaré que viajemos juntos, porque estoy tan convencido de que la mejor manera de viajar es trabajando como de que el viaje sólo tiene sentido si es compartido con las personas a quien amas.
Trabajando veremos los fiordos, llegaremos al Cabo Norte y de vez en cuando regresaremos a España.






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